The White Lotus es uno de los principales ejemplos de esta tendencia
Nicolás Tabárez

Nicolás Tabárez

Periodista de cultura y espectáculos

Espectáculos y Cultura > CULTURA POP

Matar a los ricos: cómo los millonarios se convirtieron en los villanos favoritos del cine y las series

De The White Lotus a El triángulo de la tristeza, una de las candidatas al Oscar, distintas producciones muestran como la era de las desigualdades extremas inspira a la ficción
Tiempo de lectura: -'
18 de febrero de 2023 a las 05:03

La desigualdad es una de las ideas fuerza de esta época. Estamos en un tiempo en el que las diferencias atraviesan discursos de todo tipo y pelo. Desde la reivindicación de la individualidad y los movimientos sociales que tratan de cerrar brechas generadas por grietas culturales, sociales, políticas y económicas históricas, hasta los movimientos de organizaciones internacionales y las discusiones académicas, la desigualdad se habla mucho, en buena medida porque es también cada vez más notoria.

En ese sentido, una de las grandes preocupaciones es la desigualdad económica. Según un dato de la ONU de 2019, 26 personas poseen la misma riqueza que 3800 millones. La cantidad de personas que pueden viajar sentadas en un ómnibus montevideano promedio –y hasta sobran algunos asientos— acumulan tanto como la mitad de la humanidad entera.

Un datito más: un informe de la confederación de ONGs Oxfam de enero de este año señala que la situación es todavía más despareja después de la pandemia y de la guerra en Ucrania, situaciones que los ricos usaron a su favor para incrementar sus beneficios.

Con ese trasfondo, no es raro que los multimillonarios, y en particular los que pertenecen al llamado “1%” (o sea, los más ricos entre los ricos), sean uno de los objetivos predilectos de los dardos de la sátira, sobre todo en la producción audiovisual, con series y películas recientes que los ponen en la picota y se burlan sin piedad de ellos.

No es una tendencia marginal, ni mucho menos. Una de las que entran en el paraguas de este movimiento es El triángulo de la tristeza, del director sueco Robert Ostlund, que ganó la Palma de Oro del Festival de Cannes de 2022 y por lo tanto, uno de los premios mayores del cine mundial. Ahora es una de las diez nominadas a Mejor película en los Oscar.

En el filme, que también se burla de la cultura de los influencers y las redes sociales y se acaba de estrenar en los cines uruguayos, un grupo de millonarios que viajan a bordo de un exclusivo crucero queda atrapado en una isla privada, donde se confrontan a sus propias miserias en la lucha por la supervivencia.

“Traté de mostrar que nuestro comportamiento viene de una estructura financiera y que cambia si estuvimos en el fondo o si llegamos a la cima”, explicó al respecto Ostlund.

Entre las candidatas a Mejor guion adaptado en los Oscar que se van a entregar en marzo está Glass Onion, la película de Netflix que se ambienta en una lujosa mansión perteneciente a un magnate obscenamente rico con tintes de Elon Musk, donde se produce un asesinato que tiene como sospechosos a otras figuras de buen pasar.

Más ejemplos: ahora en Star+ está la película El menú, que aunque también parodia el mundo de la alta gastronomía y sus propios excesos, de paso critica a los ricos. En el plano de las series, HBO tiene en su catálogo a dos fenómenos recientes. Una es Succession, que en marzo estrenará su cuarta temporada, y que si bien se enfoca en las luchas intestinas de poder entre los miembros de una familia propietaria de un imperio de medios estadounidense, tiene también mucho de carga punzante contra los excesos de su estilo de vida y su desconexión con respecto a los problemas y devenires del resto del mundo.

Y en un espíritu burlón más directo está The White Lotus, con la que El triangulo de la tristeza puede encontrar unos cuantos puntos de contacto a nivel narrativo. En las dos temporadas de la serie que se han emitido hasta ahora, los protagonistas son los huéspedes de una cadena de resorts vacacionales que ostentan con impunidad sus billeteras, pero también estilos de vida miserables, falsos y caóticos.

The White Lotus también juega con las dinámicas entre estos millonarios y los empleados del hotel o los locatarios, burlándose de sus intentos de mostrarse cercanos y políticamente correctos, que son de los momentos más eficaces en el manejo de la ironía en el guion de la serie, que también resuena con ecos de colonialismo y diferencias de género.

Mi villano favorito

Para el sociólogo y antropólogo Daniel Cajarville, el fenómeno responde a cambios dentro de las industrias culturales que a su vez reflejan las transformaciones de la sociedad de los últimos tiempos. A medida que las brechas económicas crecen y se hacen notorias, se empieza a hablar del tema en el arte.

Por otro lado, hay una cierta pérdida de tabú a hablar de este segmento de la población mundial, o incluso de figuras que están en la élite, como los aristócratas. “Estamos en una época en la que en comparación con el pasado, hay una relativa libertad más grande para mostrar y contar cosas que antes no se permitían. Ejemplos de sátira a los ricos hay desde siempre, pero si comparás El ángel exterminador de Luis Buñuel con The Crown, notas la diferencia”, explica Cajarville.

La nominada al Oscar El triángulo de la tristeza llevó la sátira a los premios

Esa diferencia se nota en que las producciones más recientes tratan de mostrar ante todo que estos aristócratas, magnates, empresarios y capitalistas de riesgo son personas como nosotros. “Hay un factor de catarsis, de mirar y decir 'tienen todo pero sufren como yo'. Estamos en una era muy emocional, donde hasta lo malo que nos pasa hay que mostrarlo y decirlo”, agregó el sociólogo.

Desde Lex Luthor en las aventuras de Superman al señor Burns de Los Simpson, desde Rico McPato hasta Daniel Plainview en Petróleo Sangriento, los ricos han sido villanos recurrentes de la ficción a lo largo de años y formatos. Pero además, cada tiempo tiene a sus antagonistas recurrentes, que también son de alguna forma el reflejo de los miedos y preocupaciones de sus contemporáneos.

El periodista, escritor y humorista Ignacio Alcuri no duda que los nuevos villanos favoritos son los mega ricos. “Antes eran los nazis, los rusos, los terroristas islámicos, y en la década de 1980, con el reaganismo, aparecen los millonarios, los CEOs de empresas como en Tron o Robocop. Pero ahora los CEOs ya no importan porque son intercambiables, los que tienen el poder son los accionistas, que representan el capitalismo extremo y la ganancia a todo costo. Entonces los que escriben las series y películas, que son laburantes, encuentran a esos villanos, que son los que por subir 0,001% el precio de la acción, echan a mil empleados”, comparó.

El lujo es vulgaridad

Parte del encanto y la fascinación que generan los ricos viene del estatus cuasi mítico que sus vidas tienen para el común de los mortales. Vidas que transcurren detrás de muros altos que no se abren, en circuitos selectos y lugares inaccesibles. Pero su universo ya no es tan inescrutable. Si como plantea Cajarville estamos en la época donde todo se muestra, los ricos también pueden ostentar su estilo y nivel de vida a través de Instagram, Twitter o su red social de preferencia.

Y lo hacen ahora que son más ricos que nunca, que a su vez se refugian en lugares todavía más exclusivos ante un acceso al lujo algo más fácil para las clases medias, que pueden pagar en mil cuotas o aprovechar alguna promoción para estar aunque sea un ratito en un lugar que antes no podían.

“Antes los millonarios eran desconocidos”, dijo Alcuri. “Ahora vos tenés a Elon Musk, por ejemplo, que podría estar en la casa sin molestar a nadie pero opta por comprar Twitter, robar chistes y publicar todo, eso en el sentido audiovisual también los hace personajes más interesantes”, comentó.

Edward Norton como una parodia de Elon Musk en Glass Onion

La ostentación genera un componente aspiracional a estas historias. El ser humano tiende por naturaleza a, citando a Diego Torres, tratar de estar mejor. Tener más recursos, una casa mejor, mejor ropa, mejor todo. Y como apunta Alcuri: “las mansiones y los lujos llaman la atención del espectador, siempre se ven muy bien”.

Pero también hay una expectativa por ver la decadencia. La caída del que está arriba. Un morbo que está en El ciudadano de Orson Welles, en Petróleo Sangriento, y en Triángulo de la Tristeza o Glass Onion.

El efecto Parásitos

Otra de las razones detrás del fenómeno, o al menos uno de sus disparadores, tuvo lugar el 8 de marzo de 2020, cuando en el Dolby Theatre de Los Ángeles Jane Fonda abrió un sobre blanco y dijo que Parásitos era la ganadora del Oscar a Mejor película.

La obra del cineasta surcoreano Bong Joon-Ho no solo despertó el apetito por las producciones audiovisuales de la mitad austral de la península asiática, sino también se convirtió en un gran fenómeno pop gracias a su tratamiento de las diferencias de clase, el retrato de la desigualdad y de diferencias y similitudes entre las dos familias protagonistas: los sufridos Kim y los ricachones Park.

Parásitos hizo escuela

Alcuri cree que efectivamente generó una cierta ola de producciones sobre el tema, pero señala una diferencia entre el filme surcoreano y las sátiras más caricaturescas que han emergido. En estas últimas, los ricos no necesariamente enfrentan las consecuencias de sus actos. “Nos reímos de ellos y nos gusta que padezcan, notar que son humanos y también la pueden pasar mal. Pero no pierden el estatus. No hay guillotina, es más narcotizante. Te reís y la guillotina la guardás. Porque el bufón naturaliza las cagadas del rey”.

Mientras que en el contexto de la Guerra fría reírse de un capitalista podía despertar las sospechas de que el creador albergaba rojas simpatías, ahora que esa guerra ya tiene un ganador clarísimo e indisputado hay permiso para hacerlo, pero también significa que la risa no es una amenaza para el sistema.

Según Cajarville, “no hay un desafío al capitalismo, al contrario, se alimenta de tu burla. Estas obras no son amenazas, sino que ayudan a naturalizar, porque en definitiva, dicen que todos somos iguales, todos somos humanos”.

Y agregó: “muchas veces, como en The White Lotus, muestran el vínculo de estos ricos con sus empleados y reflejan así las desigualdades, pero al final la vida sigue. Te reís de la realidad. Hay una duda, en algún punto, de si es una sátira o es realismo, porque lo que se muestra no es grotesco, es lo que pasa en estos tiempos”.

Para el académico no hay que perder de vista, tampoco, a quiénes van destinados estas series y películas: las clases medias y altas. No son productos populares en el sentido de transversalidad social en su audiencia. “Tienen algo de reafirmar la identidad, de que uno está en el lugar correcto porque no es uno de estos ultra ricos. En esta época hay en el aire una noción de que se puede modificar algo del mundo, pero no todo, ni se puede revertir el funcionamiento. Y estas series tienen eso. Hay una aceptación de lo que pasa, porque sabemos que no se puede hacer nada para cambiarlo”. Son, en definitiva y sobre todo, un reflejo resignado de nuestra época.

Comentarios

Registrate gratis y seguí navegando.

¿Ya estás registrado? iniciá sesión aquí.

Pasá de informarte a formar tu opinión.

Suscribite desde US$ 345 / mes

Elegí tu plan

Estás por alcanzar el límite de notas.

Suscribite ahora a

Te quedan 3 notas gratuitas.

Accedé ilimitado desde US$ 345 / mes

Esta es tu última nota gratuita.

Se parte de desde US$ 345 / mes

Alcanzaste el límite de notas gratuitas.

Elegí tu plan y accedé sin límites.

Ver planes

Contenido exclusivo de

Sé parte, pasá de informarte a formar tu opinión.

Si ya sos suscriptor Member, iniciá sesión acá

Cargando...