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Contra el botón de “omitir intro”: por qué vale la pena romper la norma del streaming y rescatar la apertura de las series

El botón de "omitir intro", creado por Netflix, tiene sentido en el mundo hiperproductivo y alérgico a los ratos muertos en el que vivimos, pero podríamos intentar ir en contra por un rato
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27 de diciembre de 2022 a las 05:04

Hace cinco años Netflix presentó el botón de “omitir intro”, una herramienta que le permite al usuario de esa plataforma de streaming adelantar la presentación de las series al momento exacto en el que comienza el nuevo capítulo. La idea, según recordaron los directivos de la plataforma en marzo de este año mientras celebraban el primer lustro de su experimento, era conectar con una tendencia que percibían como creciente entre un público muy específico: que el 15% de los espectadores de Game of Thrones adelantaba por su cuenta y de forma manual la recordada introducción de esa serie. Según ellos, hoy la herramienta es un éxito; al momento el botón de “omitir intro” se ha presionado 136 millones de veces, lo que equivale a un tiempo similar al de 195 años. En la publicación oficial hablan de ese tiempo como “tiempo ahorrado”. El resto de las plataformas siguió el mismo camino y ahora todas tienen su propio botón.

No soy un usuario activo del botón de "omitir intro", pero debo ser honesto: he caído en él más de una vez. No tengo una lógica clara que responda a las cosas que salteo o no, pero suelo omitir las más perezosas, las menos dedicadas, aquellas aperturas que siento que no se esforzaron demasiado en conquistarme. Por otro lado, respeto cuando la introducción es parte integral de la serie. Parte fundamental.

The White Lotus, por ejemplo, es una de las series que podría estar categorizada en el último punto. Sobre todo con la presentación de su segunda temporada, que se mueve al compás de la fabulosa música original del compositor Cristóbal Tapia de Veer y que está, además, plagada de símbolos y referencias a lo que sucederá eventualmente —o de lo que podría llegar a suceder— en la trama de sus episodios. La introducción es tan alegórica que en Twitter se pueden encontrar varios hilos desgranando sus secretos y dejando en evidencia que la calidad de la serie no se adscribe únicamente a lo que viene después de los títulos: es un conjunto poderoso, abroquelado y cargado de sentido desde su apertura hasta el final.

The White Lotus no es la única serie de HBO que ha encontrado valor agregado en sus títulos de apertura. La cadena es la responsable de las presentaciones de Westworld, Los Soprano, Mad Men,True Detective o la propia GOT, que marcó un antes y un después en la historia de la televisión. Pero incluso del lado de Netflix y de las otras plataformas también hay varias para destacar, empezando por la ochentosa y simple de Stranger Things, hasta la extrañamente perturbadora presentación de Severance, una de las series del 2022, que se emitió en Apple TV+ y que en Uruguay no se puede ver de forma legal. 

Y es en este punto es donde la memoria, los recuerdos y cierta percepción de que los títulos de las series forman parte esencial de la educación sentimental se mezclan con la idea de que, por alguna razón, el botón de “omitir intro” nos está privando de algo. De un ruido de fondo que estuvo y que puede desaparecer. Y que tal vez no está tan bueno perder. Porque en esa sustancia sonora aparece, por ejemplo, una tonada conocida de fondo, el grito en español latino de que el programa se llama Alf y que, en última instancia, hay un niño que se llama Benji Gregory. Aparecen las puertas que se cierran del Superagente 86, Batman y la psicodelia de Adam West, los ojos verdes del perro de Escalofríos, Robin Williams diciendo nano-nano antes de subirse a un huevo/nave espacial, las esferas del dragón, la genialidad de Angelo Badalamenti (QEPD) para abrir las puertas de Twin Peaks, la historia contada una y otra vez de el príncipe de Bel-Air, la sonrisa de Richard Dean Anderson después de presentarse al mundo, con música y sobreimpresos acordes a la época, como MacGyver.

En algún sentido, la presencia de esas series en el fondo de la memoria conspiran contra la idea de que, cuando omitimos la introducción, estamos ahorrando tiempo de vida. ¿No forman ahora estas presentaciones parte de nuestra historia cultural/personal más pop, más entrañable? Y si de ahorrar tiempo hablamos, ¿para qué lo haríamos? ¿Para consumir más? ¿Para hacerlo más rápido? ¿Para poder acumular más tiempo de visualización? ¿Para generar más información para las plataformas? ¿Para evitar el aburrimiento? ¿Para aprovechar veinte segundos más del día? El botón de "omitir intro" no ha sido la peor herramienta que el streaming ha traído consigo —infinitamente peor es el poder acelerar los contenidos o escucharlos como si fueran podcast—, pero ha cambiado una parte central en la forma en la que vemos televisión. Así ve Sergio del Molino, por ejemplo, el vínculo entre la existencia de este botón y la intensidad con la que parecemos vivir hoy; lo escribió en una columna de El País de Madrid publicada en 2020 y titulada La sociedad instantánea

«Uno de los mayores hallazgos de Netflix y las plataformas es el comando “saltar intro”, que permite adelantar los créditos y la sintonía (a menudo, lo mejor de una serie), para ir directamente al meollo. Si una web tarda un poquito en cargarse, fracasa; si una novela no empieza con el asesinato en la página dos, aburre al lector, y el botón que más usan los aficionados al porno es el de adelantar las escenas no coitales.»

El botón de “omitir intro”, entonces, tiene algo de sentido en el mundo hiperproductivo y alérgico a los ratos muertos en el que vivimos, pero le deja poco espacio a otras cosas tan o más valiosas: al aburrimiento, por ejemplo. Que si me preguntan a mí, hoy lo echo en falta y lo extraño más que a pocas cosas. También recorta y reduce esa rara sensación de familaridad, de terreno conocido, que nos invade a los espectadores cuando los primeros acordes de una serie conocida nos envuelve. En ese sentido, la música de Ramin Djawadi y la ya clásica secuencia de créditos tienen mucho que ver en el éxito de Game of Thrones , por volver al ejemplo que disparó la herramienta.

Supongo que no todas las presentaciones valen la pena —a de El señor de los anillos: Los anillos de poder fue en sintonía con la decepción que supuso esa serie, para traer un título de este año- y entiendo la necesidad casi fisiológica que invade a algunos espectadores por saltear algunas de ellas, pero cuando sucumbo a la idea de omitir la apertura de, por ejemplo, la última serie de Guillermo del Toro, siento que debería esforzarme más por ser una parte más activa de la resistencia. Por el respeto a quienes entregaron horas de vida para hacerla —algunas son, de verdad, excelentes—, por la reivindicación de la antiproductividad que es tan necesaria hoy en día y, sobre todo, para reconectar con ese rincón del pasado. Ese pedacito de tiempo pretérito en el que sonaba el comienzo de MacGyver sobre el mediodía y, gracias a esos pocos segundos, el día encaraba su curso natural.

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