Piero CRUCIATTI / AFP

Falacias y prejuicios sobre la eutanasia

Es incorrecto plantear que “el paciente debe poder elegir si quiere cuidados paliativos o eutanasia”

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23 de diciembre de 2021 a las 05:02

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A pesar de que hace ya más de un año en diversos medios de comunicación, paliativistas y expertos en bioética han aclarado los falsos supuestos extendidos sobre el final de la vida, sistemáticamente los siguen repitiendo tanto periodistas como legisladores, incluso médicos, persistiendo en el error y generando más confusión en el debate. Más allá de las opiniones y posturas que podamos tener al respecto de estos dilemas éticos y sus consecuencias sociales y políticas, si se quiere hacer un debate serio y responsable, no se pueden seguir repitiendo –con o sin intención– argumentos que parten de graves equívocos.

Cuando se dice: “En Uruguay la eutanasia es un secreto a voces”, como si se practicara con normalidad, es falso. La inmensa mayoría de quienes creen esto, la confunden con la sedación paliativa desde hace muchos años, o con otras prácticas que no son eutanasia. No me voy a extender, pero hagamos el esfuerzo por preguntar a los que saben de cuidados paliativos o a expertos en medicina legal que también lo han explicado muy bien. Muchos creen que a sus familiares se les practicó eutanasia cuando en realidad se les aplicó una sedación final que no mata al paciente. 

También es falso cuando se dice: “¿Por qué quieren prolongarle el sufrimiento a la gente en lugar de dejarla morir en paz?”. En Uruguay es legal que un paciente pueda elegir que no se le prolongue la vida con tratamientos o con soportes artificiales. Es un grave error creer que la oposición a la eutanasia es por querer alargar la vida a toda costa. Además, va contra la ética médica la obstinación terapéutica que es el otro extremo de la eutanasia. 

Es incorrecto plantear que “el paciente debe poder elegir si quiere cuidados paliativos o eutanasia”. Cuando alguien sufre no se le pregunta si quiere ser aliviado o si prefiere morir. Porque mientras sufre solo quiere dejar de sufrir y aliviarlo no es una opción, es su derecho. Los cuidados paliativos no alargan la vida, pero tampoco la acortan. En cambio, la eutanasia atenta contra los derechos humanos fundamentales y contra la ética médica más elemental: el médico no mata a sus pacientes, si no los puede curar. Lo que hace la medicina paliativa es aliviarlos y los acompaña hasta el final, procurándoles una muerte en paz y con el menor sufrimiento posible.  

¡Y dale con la religión!

Se dice: “Que no nos vengan a imponer valores religiosos”. Aludiendo a que la postura contraria a la eutanasia es “fundamentalmente por motivos religiosos”. Este es tal vez el más repetido, infundado y absurdo de los argumentos. En nuestro país, nuestras leyes no tienen ningún fundamento religioso. ¿Quién prohíbe la eutanasia? ¿Las religiones? No. Está prohibida porque es un delito, porque es una forma de homicidio, al igual que la colaboración con el suicidio (suicidio asistido).

¿Acaso la Constitución de la República o el Código Penal están basados en algún dogma religioso? ¿Es el Código de Ética Médica del 2014 un texto con doctrinas religiosas cuando prohíbe en su art. 46 la eutanasia? ¿Y la Asamblea Médica Mundial que volvió en 2019 a ratificar su condena a estas prácticas en los países donde es legal se basa en la Biblia? ¡Es claro que no! Pocos parecen reparar en por qué es un delito, o por qué va contra la ética médica. Muchos se concentran en hacer creer que quienes se oponen, es por motivos religiosos. Afirmar que la oposición a la eutanasia se basa en creencias religiosas pone de manifiesto la ignorancia o la mala intención, para falazmente no atender los argumentos que no se quieren escuchar. 

Las falacias más usadas

Dos falacias muy utilizadas en debates superficiales o en las redes sociales, son la falacia ad hominem y la falacia del hombre de paja. ¿En qué consisten?

La falacia ad hominem consiste en atacar al interlocutor en lugar de responder al argumento. Generalmente cuando no se tiene argumentos o no se quiere escuchar a la otra parte, o se la quiere desautorizar, simplemente se alude a algo personal. Por ejemplo: Alguien da razones lógicas, con evidencias y apoyado solo en la razón, contra la eutanasia y su interlocutor le pregunta: “Pero ¿usted es creyente no? Ah… claro”. Como si por tener una fe religiosa su argumento valiera menos o fuera menos racional. Es como si le preguntara cuál es su ideología política, su equipo de fútbol o su gusto preferido de helado. Los creyentes pueden tener argumentos religiosos, pero si no los usan y entran al debate público apoyados en razones que todos podamos compartir, ¿cuál es el motivo de estigmatizarle por tener creencias religiosas? ¿Es el ateo o el agnóstico epistemológicamente más “neutral” en ideas y creencias? No seamos ingenuos.  

Además de que hay religiosos a favor de la eutanasia y ateos en contra, no es una cuestión “fundamentalmente” religiosa, sino una cuestión ética, en todo caso donde hay visiones antropológicas distintas. De hecho, ni siquiera existen dogmas religiosos sobre este tema.  

La otra falacia más usada es la del hombre de paja, que consiste en atribuir al oponente argumentos que no tiene, con el entusiasmo de que al refutarlos se demuestra la debilidad del argumento contrario. Permanentemente se atribuyen argumentos inexistentes a quienes no piensan de ese modo, solo para refutarles sin dejarles hablar. Se dice que quienes se oponen a la eutanasia es porque “quieren obligar a la gente a vivir”, o porque “quieren imponer sus valores a toda la sociedad”. Lo cierto es que en general argumentan contra ideas inexistentes o que las tendrá algún grupo fundamentalista minoritario, pero no hay verdadero diálogo mientras no se pongan en claro los supuestos básicos y elementales de esta discusión, y no habrá verdadero debate si no se escuchan todos los argumentos en su diversidad, complejidad y profundidad. La pereza para pensar lleva a discusiones simplistas y superficiales.

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