CLAUDIO CAPUCHO / AFP

Ford y Brasil, Uruguay y las pymes

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17 de enero de 2021 a las 05:00

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Ford ha resuelto cerrar todas plantas de fabricación de automóviles en Brasil a lo largo de 2021. Culmina así 100 años de actividad en el país. Se pierden 5.000 empleos directos. La poderosa FIESP de San Pablo alertó de que era una muy mala señal sobre el alto costo tributario de Brasil, que hacía inviables a muchos negocios y que no era favorable para el clima inversor. Jair Bolsonaro, en su estilo confrontativo, salió a dar la bienvenida a la salida de Ford y decir que la empresa americana quería seguir recibiendo subsidios por US$ 3.600 millones anuales y que él no se los pensaba dar. “Lamento los 5 mil empleos perdidos. Ahora la prensa no dice que en noviembre creamos 414 mil empleos”, concluyó el mandatario brasileño.

Como se ve, el tema de los subsidios y las grandes inversiones no es exclusivo de Uruguay. Se da en Brasil y, en definitiva, en todo el mundo donde las empresas poderosas buscan subsidios directos, exenciones impositivas o regímenes de baja tributación.

Es un dilema que se les plantea a muchos gobiernos: ¿cómo atraer inversiones? Y siempre se va por regímenes de excepción impositiva o de cumplimiento de diversas normativas ambientales, laborales, etcétera. Brasil ha sido un país incluso más generoso, otorgando préstamos a largo plazo, en moneda local y a bajo interés. El Banco Nacional de Desarrollo (BNDES) ha sido un instrumento vital para ello, con ayudas más que sorprendentes. Eran épocas que Brasil privilegiaba la atracción de inversiones casi a cualquier precio y competía muy claramente incluso con los países del Mercosur. Ahora parece que esa época está llegando a su fin porque los recursos no son infinitos y deben asignarse allí donde son más necesarios.

Y aquí entra a tallar no ya el incentivo, el subsidio, sino algo más fundamental y de efecto más duradero: la reducción del llamado “costo país”. Un costo que se nutre de elevados impuestos, normas laborales excesivas, burocracia por doquier que impide realizar trámites con rapidez, mala infraestructura, corrupción, etcétera. Pero es mucho más fácil dar subsidios o exoneraciones que bajar el costo país. Los subsidios van por regímenes especiales y favorecen, por lo general, a grandes empresas que tienen peso a la hora de invertir. La reducción del costo país favorece a todo el mundo y nadie tiene que presentarse en ventanilla. No importa si la empresa es grande, pequeña o mediana. Más bien suele beneficiar a las pequeñas y medianas que no tienen tamaño para realizar grandes inversiones pero que sumadas tienen un peso decisivo en el PIB de un país.

Es más, son las que más empleo generan. Son las que enriquecen el tejido social. Son las que favorecen el espíritu emprendedor. Son las que inician personas o familias con espíritu de riesgo. Sin ellas puede haber riqueza en un país, pero seguramente otorgada por beneficencia, como ocurre en muchos países que viven de sus recursos minerales como el petróleo.

Por eso es sumamente importante cuidar las pymes, que mucho hacen no solo por la economía sino por la convivencia social de un país. Y ese es un peligro que acecha a Uruguay en estos tiempos de pandemia. El peligro de que la búsqueda a rajatabla del equilibrio fiscal, partiendo de la grave situación que dejó el anterior gobierno, lleve a olvidar la necesidad de cuidar esas decenas de miles de empresas que son las que en definitiva hacen el país, generan empleo, crean valor económico y valor cultural, y dan estabilidad política. Por eso las autocracias hacen buenos negocios con grandes empresas o multinacionales pero desprecian al pequeño capital de origen nacional. Por eso hay muy poca preocupación en bajar el costo país, que favorece a todos, y mucha preocupación en abrir ventanillas especiales para atraer inversores. Ojo, inversores que deben ser bienvenidos. Pero que no deben estar por encima de los pequeños y medianos inversores nacionales.

La pandemia plantea desafíos y obliga a tomar decisiones. Que el gobierno no se olvide de las pymes uruguayas. Ellas son las que van a crear empleo, así como pymes brasileñas crearon los 414 mil empleos de los que se alegraba Bolsonaro en Brasil.

Una excesiva rigidez puede dejar por el camino a mucha empresa viable. Y la falta de recursos fiscales no es una excusa. Soluciones creativas y eficaces existen si hay voluntad política de hacerlo.

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