La lectoescritura se afianza entre los seis y siete años.

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¿Hay que retrasar la edad de ingreso a Primaria?: esto dice la nueva evidencia en Uruguay

Los alumnos más chicos (aquellos que nacieron entre enero y abril) tienen casi el doble de posibilidades de tener riesgo severo o moderado en el desarrollo en comparación a sus compañeritos de generación más grandes
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21 de noviembre de 2023 a las 12:21

Las maestras de primer grado lo repiten hasta el hartazgo: ¡a este niño le falta maduración! Porque en el comienzo de la etapa escolar, en ese preciso instante en que los alumnos aprenden las nociones básicas de lectura y escritura, es cuando cada mes más de desarrollo hace la diferencia. Y por eso muchas —incluyendo a la catedrática de Psiquiatría Infantil— piden retrasar la edad de ingreso a Primaria.

Una investigación de la Administración Nacional de Educación Pública, la Universidad de la República, y la Agencia Nacional de Investigación, en la que se demuestra cómo las condiciones de nacimiento sirven para “pronosticar” un futuro fracaso escolar, revela con nueva evidencia que a los alumnos más chicos les va peor, y eso se arrastra “por años”.

Ya al término del jardín de infantes, los más chicos (aquellos que nacieron entre enero y abril) tienen casi el doble de posibilidades de tener riesgo severo o moderado en el desarrollo en comparación a sus compañeritos de generación más grandes. Uno de cada cuatro de los niños más pequeños, además, repite al menos una vez antes de acabar Primaria; mientras entre los más grandes solo lo hace uno cada seis. Y, por si fuera poco, a mayor edad de ingreso a la escuela, mejores calificaciones.

¿Hay que cambiar la edad con la que se ingresa a la escuela?  

El dilema no es nuevo: Uruguay tiene un calendario gregoriano (que inicia en enero y acaba en diciembre), un calendario escolar (que empieza en marzo), y un calendario de inscripción que le permite al niño entrar a primer grado con seis años cumplidos antes del último día de abril. Nadie sabe a ciencia cierta a qué obedece esta partición: puede que haya sido presión de los padres para que sus hijos “no pierdan un año”, alguna teoría del momento, o simple conveniencia administrativa.

Gabriela Garrido, catedrática de Psiquiatría Infantil, reconoce que, “sobre todo en los dos primeros años de escuela, la diferencia es importante” y no todos los niños más pequeños logran adaptarse con éxito a la exigencia. Por lo cual, en base a la experiencia internacional y lo que hacen algunos colegios privados en Uruguay, sugiere “empezar Primaria con seis años cumplidos al 31 de diciembre” (año calendario).

La maestra Gabriela Salsamendi, una de las autoras del nuevo estudio de la ANEP y que en su tesis de maestría estudió en específico el impacto de la edad relativa en los aprendizajes, reconoce que es un problema, pero “si no se cambia la metodología de enseñar, no cambiará nada porque siempre se hará un corte anual en algún mes”.

Es decir: la evidencia es contundente y la edad tiene su peso. El problema, explica, es cómo se resuelve el desafío.

Algunos países, como la tan comentada Finlandia, fijan en siete años la edad de ingreso a la escuela, y para ello siguen los consejos de estudios de neurodesarrollo. Lo mismo se hace las escuelas de metodología Waldorf: los niños entran a los siete y suelen ser acompañados por el mismo docente hasta los 14 años.

En la mayoría de países (134 según el último relevamiento de Unesco) la escolarización está fijada por un año calendario. Eso mismo pasa en el baby fútbol, de ahí que los niños que nacen en el primer trimestre del año son los más grandes de la generación. El Observador había informado que esta era una de las razones por las cuales tenían más éxito como futbolistas los nacidos entre enero y marzo.

Se nota

Las maestras —se supone— puntúan a los escolares por su desempeño y no por su edad. Pero las calificaciones que le asignan a los niños, en especial en el primer grado, se ajustan (casi) a la perfección a la edad.

La investigación De la cuna al aula, que ANEP presentó la semana pasada, estudió la trayectoria de aquella generación de niños que habían sido evaluados al término de la educación inicial, en el año 2016. Al siguiente año, cuando fueron a revisar el boletín de calificadores, encontraron 42,3% de los niños más grandes había pasado de año con notas de excelencia (del Muy Bueno Sote al Sote), mientras de los más pequeños solo lo había hecho el 27,2%.

Esa misma diferencia se nota en toda la escala de calificaciones y perdura hasta el término de Primaria, aunque acorde pasan los años la brecha se va acortando.

La neuropediatra Sandra Berta, quien se retiró de la cátedra hace cuatro años para dedicarse a la investigación y diagnóstico de niños en su escolarización, admite que “los seis o siete” años es una de las mejores etapas para dar comienzo a la enseñanza más formal de la lectoescritura. Pero, explica, “siempre el docente debe considerar que la capacidad de aprendizaje a esa altura de la vida es muy variable”.

La memoria operativa, aquella que procesa la información y genera aprendizajes, no es igual en niños de una misma edad biológica. “Un estudio reciente, por ejemplo, demostró que en una clase de 30 alumnos que tenían entre siete u ocho años, había tres niños con una memoria operativa similar a un niño de cuatro años, y otros tres tenían una memoria de niños de 11 años”.

Con este ejemplo, dice Berta, el sistema educativo debe “planificar mejor” cómo será el proceso de enseñanza: una opción es que el ingreso no sea por edad, sino por diagnósticos o intereses. Otra, que es la que prefiere esta neuropediatra, es que el maestro tenga el diagnóstico y pueda trabajar en un seguimiento cuerpo a cuerpo con cada niño.

“Cuando hacemos las pruebas de diagnóstico, la diferencia de edad se nota y mucho… pero eso no debe significar que el niño no tenga que ir a la escuela. En países en los que empiezan más tarde la escolarización, esos niños tienen una estimulación en el hogar que es bien distinta a la media uruguaya. En Uruguay hay niños que con tres años tienen una pobreza lingüística extrema, por lo cual es necesario que estén en un jardín (lo que no quiere decir que a esa edad inicie la formalidad de la escuela Primaria, aclara)”.

Como otros debates pedagógicos en Uruguay, el cambio de la edad de ingreso quedó trunco. Las asambleas técnico docente habían votado a favor hace más de un lustro (7.059 por el cambio contra 5.895 y 1.141 abstenciones), pero la asamblea general bochó la idea y la propuesta naufragó en Codicen.

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