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Informe de los bosques, un podcast para sobrevivir a la era de la ansiedad

El escritor Jaime Rodríguez Z creó, escribió y narró los seis episodios de Informe de los bosques, que puede encontrarse en Spotify y arroja luz sobre un trastorno que padecen 300 millones de personas en el mundo
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27 de agosto de 2022 a las 05:01

Un árbol cae en el medio del bosque y no hay nadie ahí para escucharlo. Estamos en el centro de la fiesta, pero el centro está vacío. Gritamos abajo del agua y, mientras una baldosa nos aplasta el esternón, nos hundimos. La ansiedad puede describirse de estas formas y también así: como una sensación de soledad masiva que nos inunda. O como un miedo inexplicable que de repente bloquea todas las arterias. O como un ataque de aparente locura que nos puede –pensamos– dejar ciegos. O sordos. O como lo que sea que cada uno experimente en ese momento porque, en realidad, el ataque de ansiedad no puede describirse, ni siquiera generalizarse. Es una experiencia intransferible que, curiosamente, padecen millones de personas. Más precisamente 300 millones. Y eso era antes de la pandemia. Ahora, en el después, el número es mayor –para ser certeros, 25% más.

En los últimos años, el trastorno ha cobrado mayor protagonismo en algunas publicaciones u otras creaciones de la producción cultural contemporánea –a Uruguay acaba de llegar el elogiado ensayo Los brotes negros. En los picos de ansiedad, del español Eloy Fernández Porta, y los dos primeros temas del último disco de la banda canadiense Arcade Fire se titulan Age of anxiety I y II, por poner dos ejemplos puntuales– y se ha colado en plataformas como Spotify. Es allí, justamente, donde puede encontrarse el pódcast Informe de los bosques, una producción a cargo del escritor y poeta peruano Jaime Rodríguez Z, que en el comienzo del primer episodio lo define así:

“Lo que voy a intentar contar a lo largo de estos seis episodios es mi experiencia personal con la ansiedad. Algunas cosas no serán fáciles de escuchar, pero si han llegado hasta acá saben que nada de esto es fácil. Hay muchas preguntas que nos hemos hecho todos: ¿de dónde surge un ataque de pánico? ¿Por qué todo el mundo habla de ansiedad? ¿Por qué tengo la sensación de que va a ocurrir algo malo, de que está ocurriendo, de que ya ocurrió? Y sobre todo, ¿por qué si todo el mundo parece vivir con ansiedad, ante ella nos sentimos jodidamente solos? Durante los últimos 15 años he sufrido ataques de ansiedad incontrolables cada dos o tres días. Una temporada llegué a tener varios al día, hasta que aprendí y llegué a controlar algunas sensaciones físicas como la asfixia, el dolor en el brazo izquierdo o la sensación de tener una losa en el pecho. He aprendido también a controlar la cadena de pensamientos negativos, ahora me pasa cada vez menos. Puedo pasar meses sin sentir que me voy a morir. Esto es importante: la muerte ha dejado de ser mi problema.”

Rodríguez, que tiene 48 años años, vive en España desde hace 19 y creó Informe de los bosques para Podium –una productora española que, entre otras cosas, impulsó el pódcast Solaris, de Jorge Carrión–, padece un trastorno de ansiedad generalizada, algo que define como un “permanente y casi entrañable estado de desasosiego”. 

“Cuando vives tanto tiempo así, aprendes a disimularlo muy bien. Pero a veces alguien te pregunta de la nada ‘¿Qué te pasa?’, y tu dices ‘Nada, todo bien, estoy un poco cansado’, pero sabes que no está todo bien. Y llega un punto en lo que te cansa ni siquiera es el miedo, sino la necesidad de esconderlo”, dice en otro momento del programa que concibió, escribió y también interpretó. 

Jaime Rodríguez Z.

Así, Informe de los bosques conduce al oyente a través de un camino peculiar en su estructura, que va encontrando sus propias curvas y atajos a medida que se avanza. Esta cualidad –la de comenzar como un producto de corte más ensayístico que evoluciona a una especie de audionovela del “yo” donde confluyen tramas, sentimientos y hasta la ficción– parte de la propia manera en que el autor la fue masticando. Desde Madrid, cinco horas adelante en el huso horario y con un cigarrillo colgando entre los dedos índice y medio, Rodríguez relata para El Observador algunos de los pormenores de esa génesis.

“Se trató de un proceso en el que entendí que no solo quería y necesitaba, sino que podía hacer algo con mi historia con la ansiedad, en un momento en que la escritura del yo está tan denostada, que está en bajada, o que la quieren matar a cada rato. En ese sentido, me costó también porque comparto la vida con una escritora, que es Gabriela Wiener, que hace una narrativa del yo desde hace décadas y de una manera extraordinaria, y para mí era su terreno. Yo soy poeta, hago otras cosas. Pero sucedió que me contagié de covid en la primera etapa de la pandemia, con neumonía bilateral y todo eso. Ahora vemos lo que pasó y sus consecuencias de otra forma, pero en ese momento la gente se moría como moscas y pensé que me iba a morir también. Y tenía que hacer algo con eso. Se abrió una especie de dique y pude escribir cosas muy personales. Entendí que una de las cosas que más habían afectado mi vida de manera crónica era la ansiedad. Llevo 15 años conviviendo con ella, tratando de sortearla, aunque siempre me encuentra por algún lado”, cuenta.

Los primeros esbozos de Rodríguez a la hora de transmitir su padecimiento fueron en el papel. Se trató de un par de capítulos de su último libro, titulado Solo quedamos nosotros y que se publicó en 2021. Luego llegó el encargo de Podium y la manera en la que él entendía su ansiedad encontró nuevos niveles.

“Mi idea inicial era entrevistar a especialistas, hablar desde la perspectiva cultural, tenía una idea más de divulgación, no científica pero sí ensayística. Me compraron eso, pero luego claro, siendo como soy, a la hora de empezar a hacer, la cosa se fue por otros lados. Primero apareció esta especie de culpa que tengo siempre. Estoy continuamente autosaboteándome, pensando que lo que estoy haciendo está mal. Lo que quería hacer era reflejar esta tortura por goteo, esta voz que me dice ‘eres una persona mala, alguien que hace daño”. Y ese gran miedo lo tenía que sintetizar de alguna manera. Ahí fue que creé esta otra voz que empieza a meterse y fustigarme en el pódcast –la de la actriz Raquel Rodríguez Bartolomé–, y eso me permitió girar la perilla para el lado de la ficción. A nivel narrativo me dio muchas posibilidades, y a la vez iba soltando cosas muy personales, cosas que son muy difíciles de decir incluso en terapia. Se pusieron en juego estas luchas interiores y el resultado es un pódcast que, en cierta manera, termina deconstruyéndose a sí mismo”, explica.

Chalecos salvavidas

Para sobrevivir a la era de la ansiedad es necesario conocerse e identificar aquellas cosas que en el medio de la negrura impulsan hacia la luz. Para este escritor y poeta, la salvación, o al menos ese chaleco que permite descansar y dejar de patalear en medio del mar, siempre han sido los resabios de su consumo infantil. La cultura más mainstream, la cultura pop. La reivindicación de esa categorización está presente en Informe de los bosques, y también el valor mayor que Rodríguez identifica en ella: el sentido de comunidad. 

Porque si la ansiedad te hunde en la soledad y la singularidad abrumadora, siempre viene bien tener a mano al Capitán Harlock, a Vic Morrow de la serie Combate o una buena canción de Soda Stereo.

“Lo pop es interesante porque es lo opuesto al elitismo, al exclusivismo y al esnobismo. Gran parte de la cultura más elitista se basa en la idea de comprender una idea que no es para todos, algo que tiene determinadas complejidades para las que se requiere cierto bagaje cultural de manera de llegar a apreciarla en toda su dimensión. Eso está muy bien y es interesantísimo, pero a mí me interesa lo otro, esas cosas que apelan a muchísimas personas, eso que pasa cuando ponés una canción de Soda o de folclore, incluso, y todos la saben. Evidentemente no me gusta todo, pero, joder, no me tira para atrás. Por eso siempre intento hacer esa reivindicación, porque además no puedo evitarlo. Siempre vuelvo a mis referentes infantiles”, dice Rodríguez.

Sobrevivir a la era de la ansiedad, además, implica entender que el trastorno estuvo siempre allí y que no, no es cierto que ahora todo el mundo lo padezca. Se trata de darse cuenta de que la información disponible al alcance de (casi) todos es abrumadora y que la definición y la identificación es mucho más recurrente.

Así lo ve Rodríguez: “La ansiedad es miedo. Es un acto de supervivencia. El miedo es una respuesta física a una amenaza. En ese sentido, todos tenemos un poco de ansiedad. Lo que sucede es que hay personas a las que se nos ha hecho patológico y a veces no podemos controlarla, surgen los ataques de pánico, los momentos en los que creés que te vas a morir o que te estás volviendo loco. Cuando se vuelve un trastorno de ansiedad generalizado, como en mi caso, es una alerta constante. Y eso es jodido. Ahora mucha gente se burla de los adolescentes porque todos dicen que tienen ansiedad, y les llaman la generación de cristal y dicen que no pueden aguantar nada, pero es que ellos están sometidos a otras presiones que a lo mejor también nos volvían locos a nosotros a su edad. Tal vez no tener tanta información nos salvó de algunas cosas. Quiero decir: no es culpa de las generaciones actuales. No son más débiles de lo que fuimos nosotros; tienen demasiada información y exposición, y eso genera vulnerabilidades. Hay muchas cosas que los adolescentes experimentan y que ellos son capaces de comprender porque viven en un nivel de conocimiento difundido enorme. Saben que tienen ansiedad, depresión, y además están potenciados por series como Euphoria, Por 13 razones, y más. Ellos saben y se conocen. Cuando yo era chico, nada existía. ¿Qué hacíamos los adolescentes? Sufríamos. Y ya está. Ni siquiera te parabas a pensar si necesitabas ayuda”.

Para recordar: el Valium fue sintetizado en la década de 1950 y ahí comenzó a recetarse. La ansiedad, con otros nombres, se medica desde los años 40. El estado melancólico de los griegos antiguos, los humores humanos, las bilis, la depresión romántica, todo está allí desde siempre. No vivimos en la era de la ansiedad. En algún sentido, recién nos dimos cuenta de que somos seres ansiosos. 

“La ansiedad y el miedo crecen con nosotros como un hermano gemelo y van cambiando de forma. Y va cambiando nuestra manera de enfrentarlos”, dice Rodríguez.

Jaime Rodríguez Z.

Charla de hombres

Hay una realidad: hoy estamos hablando mucho más de salud mental que hace algunas décadas. De a poco, la corteza impenetrable que hacía de estos temas algo tabú se está resquebrajando y el lugar que ocupan en la vida empieza a tener una correlación con el lugar que tienen en la conversación humana. De todas formas, hay barreras que todavía cuesta levantar. Y el estado patriarcal de las cosas tiene mucho que ver.

“En el pódcast se revela que el gran miedo que siento, y que me produce ansiedad, es hacerle daño a mi familia. Creo que tiene que ver con la violencia que ejercemos los hombres sobre nuestro entorno, con las heridas reprimidas, con estar tan cerrados, con no hablar entre nosotros. Yo hablo muchísimo estas cosas con amigas y muy poco con amigos, pero ya hemos empezado a hacerlo. Hay que empezar a llevar la ansiedad a nuestros círculos más íntimos, a los grupos de WhatsApp. Es necesario empezar a cambiar nuestro sentido del humor, las cosas que hablamos entre varones. Y tenemos que hablar más de salud mental y lo estamos haciendo, pero sigue habiendo muchos tabúes. La sexualidad en relación con la ansiedad es un ejemplo claro. Los hombres nos hemos formado y hemos crecido con la idea aspiracional del sexo como poder, de potencia. La ansiedad, en ese sentido, te jode la vida. Afecta tu libido, tu performatividad sexual de muchas maneras, y eso no se habla. Hay mucho camino que recorrer, es un proceso largo, doloroso y nada sencillo, pero hay que enfrentarlo ya”, asegura Rodríguez.

Justamente él, que hace 15 años que convive con el trastorno, parece ser el indicado para reivindicar y sostener la idea de que la lucha contra la ansiedad y sus derivados es compleja, y que hace falta más que un pódcast para sanarla. Lo deja claro: por fuera de una catarsis evidente, crear Informe de los bosques no lo ha ayudado a combatir sus problemas, aunque el sentido de comunión que experimentó a partir de mensajes que le han llegado luego de la publicación de los episodios lo reconforta y le da algo que se acerca a la esperanza. 

“Decir que a partir de este pódcast estoy mejor y controlo mi ansiedad sería falso y peligroso: algo como esto no te ayuda a curarte. Lo que realmente ayuda es ir a terapia, comenzar un tratamiento con especialistas y sobre todo solucionar problemas profundos que probablemente todos tenemos guardados. A los receptores, en cambio, les puede servir por el sentido de acompañamiento, de identificarse con ciertas cosas, incluso quienes no tienen un trastorno patologizado. Esa sensación probablemente no sea sanadora, pero sí hay una comunión que puede ser vitalizante y esperanzadora. El pódcast acaba con una reflexión sobre los bosques: la metáfora del árbol que cae y nadie lo escucha se ata con una reflexión de que los bosques son sistemas vivos que se comunican entre sí, que los árboles están comunicados y de hecho aprenden a ayudarse, a cubrirse del sol, a pasarse nutrientes. Intento acabar con la idea de que estamos solos, porque lo estamos menos de lo que creemos. Somos individuos, cada uno es un árbol que vive a su manera y va a caer, pero también podemos formar parte de algo más grande. Y eso me parece una idea esperanzadora”.

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