¿Qué historias pueden guardar las obras de un artista?
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Espectáculos y Cultura > MUSEO GURVICH

José Gurvich: un recorrido por la memoria y el legado de un "obrero del arte"

Una mirada familiar a uno de los artistas destacados de nuestras artes visuales y dos exposiciones que rinden homenaje a los cien años de Manuel Otero y Dumas Oroño
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15 de enero de 2022 a las 05:01

Un museo puede ser, entre otras cosas, un hogar. Una casa que guarda historias y recuerdos que se exhiben en sus paredes. Allí están las claves para encontrarse con la persona detrás de la obra, el artista, el amigo, el esposo, el padre: sólo hay que saber mirar. Un museo mantiene la memoria artística y personal de un maestro como José Gurvich.

Martín Gurvich recorre el museo como su hogar, a pesar de que vive la mayoría del año a 11 mil kilómetros de distancia, en Bélgica. “A mi padre le gustaba transformar todo en algo plástico y bello”, explica parado en medio de una pequeña sala en donde se exhiben obras que el artista le dedicó cuando era un niño, piezas didácticas y personales que demuestran que todo puede ser un motivo de inspiración. "Esto es de cuando yo iba a nacer", señala Martín un pequeño cuadro en la pared que muestra a su madre embarazada y lee con cariño la inscripción que agregó su padre: "mirad, ya viene el niño".

Martín Gurvich en el Museo Gurvich

¿Qué recuerdos tiene de su padre? “Era una persona muy afectuosa. Cuando estaba con la familia o con amigos era muy simpático, muy sociable, con mucho humor; pero también recuerdo que era muy serio con su trabajo. Cuando estaba trabajando estaba trabajando. Como en una oficina o una fábrica, él tenía su horario del taller. Si alguna cosa se le bloqueaba o no tenía inspiración para terminar cierta obra tenía como cinco proyectos en simultáneo, entonces siempre alguna cosa iba a poder ir avanzando. Por eso produjo tanto.  En una vida corta produjo mucho”, dice su hijo sobre el hombre considerado un “obrero del arte”.

Recuerda que en ocasiones lo invitaba al taller de cerámicas en el sótano de la casa de Polonia 3286, en el Cerro de Montevideo, donde le daba algo de arcilla para que explorara su propio camino creativo. En cambio, sabía que no tenía permitido entrar al taller de pintura cuando su padre trabajaba. “Cerró la pared que unía su taller de pintura con la casa, entonces para llegar había que dar la vuelta a la casa e ir a una puerta por el jardín de atrás. Había que ir especialmente y golpear la puerta. No podía entrar ni mi madre ni yo así no más, como quien entra en un cuarto de la casa. Tenía definido su espacio de trabajo y había que respetarlo”, recuerda. 

José Gurvich nació el 5 de enero de 1927 en medio de una tormenta de nieve en la aldea de Jieznas, en una Lituania que atravesaba una crisis económica, social y política en el preludio de la Segunda Guerra Mundial. Cinco años después viajó con su madre y su hermana a Uruguay, donde se reunieron con su padre. La historia del Gurvich es también la de tantos inmigrantes. La vida de un hombre que nunca se apartó de su origen, su cultura y sus raíces, que pasaron a formar parte de su obra.

En una de las salas del museo se exponen obras de su infancia en Lituania, hechas en Uruguay basadas en fotografías, junto a sus primeras obras como alumno del Taller Torres García; del que llegó a ser maestro y exponente. “A pesar de haber nacido en Europa del noreste, en Lituania, que es un lugar muy alejado del Uruguay y la cultura uruguaya, cuando mi padre vino a vivir acá se hizo muy uruguayo. Se adaptó muy bien al país y adoptó todas las idiosincrasias de la cultura manteniendo sus orígenes judíos lituanos”, comenta su hijo. 

Dos cuadros que pintó en base a fotos de su infancia en Lituania

El Museo Gurvich y su colección fueron compradas por el Estado uruguayo en febrero de 2019. Una adquisición que desató una polémica que cosechó críticas y elogios de uno y otro lado del espectro político y cultural. Desde entonces se instauró un modelo mixto, donde la propiedad del museo es estatal pero la gestión permanece en manos de la Fundación José Gurvich. Casi tres años después Martín explica que una "parte importante" de los ingresos que obtuvo por la venta del museo y el acervo que contenía lo volvió a invertir en obras de arte de su padre: "He comprado obras de arte que están ahora en el museo en préstamo, espero que algún día puedan pasar a dominio público, que eran obras muy importantes para dialogar ciertas zonas del museo”, dice mientras camina hacia la sala en donde se exponen las obras de finales de 1950 y comienzos de 1960, época en la que Gurvich ya había desarrollado una impronta muy personal dentro del constructivismo.

Se para al lado de dos piezas familiares y cuenta una anécdota tan afortunada como azarosa. Un día llegó a la casa de remates Gomensoro una obra de su padre. Cuando la fue a ver la encontró familiar y después de observarla con detenimiento y compararla con otra de las obras de la colección del museo, Óleo s/cartón superpuesto, lo descubrió: juntos formaban el positivo y negativo, una técnica de relieve en cartón que Gurvich puso en práctica a lo largo de toda su obra. Ese cuadro, Constructivo Montevideo, vida, tradición y fe, era la contracara del que tenía. “Esto lo tengo que comprar para ponerlo al lado de su hermano gemelo", pensó Gurvich. Y lo compró. "Esperemos que nunca más se separen, estuvieron separados como 30 o 40 años”, agrega. 

Las obras guardan historias y Martín apela a su memoria de niño constantemente. Hace dos meses un cuadro de su padre rompió un récord en una subasta nacional, cuando el óleo sobre tela de 127 x 91 centímetros Pesaj  se subastó en US$ 460.000 y estableció una nueva marca en los remates on line de América Latina, en el que participaron más de 250 personas de América y Europa . “De todas las fiestas judías que él hizo el Pesaj para mi es el mejor: por el color, el tono, la composición, la armonía, la estructura. Mi padre lo vendió por US$ 2.000 en Nueva York”, acota el hijo del artista. Recuerda cuando lo pintó, porque él lo acompañaba a la biblioteca de Nueva York para sacar libros que usaba para estudiar la temática de las festividades judías, especialmente los elementos, los símbolos, las imágenes.

Gurvich no era afín a hacer obras por encargo. Sin embargo, aceptó el trabajo que le pidió un marchand, un coleccionista de los Estados Unidos, que le encargó una serie con las seis festividades judías: Januca, Sucot, Shabat, Shavuot, Purim y Pesaj. “Mi padre lo hizo. Pero el coleccionista se metía, venía a ver lo que estaba pintando y le pedía más color; por lo tanto no era la paleta que él hubiera deseado. Pero en el Pesaj creo que fue el único que no escuchó al coleccionista y lo hizo con una paleta mucho más armoniosa donde se nota la influencia del taller, de la armonía, del equilibrio, del tono. Los otros son un poco más coloridos, pero preciosos", explica y cuenta que aún tienen el boceto original.

Continua a una sala con una exposición de obras referentes al Cerro, barrio donde se la familia vivió luego de llegar de Lituania a Barrio Sur, hay una pequeña sala en homenaje a su esposa: Julia “Totó” Añorga. “Era medio romántico mi padre", comenta Martín con una sonrisa. La selección exhibe obras que Gurvich le regaló a su compañera, cada una con una dedicación especial. "Mi madre era profesora de historia y de francés en Las Piedras, a veces volvía muy cansada al Cerro, molida del trabajo, y mi padre una vez para levantarle el ánimo le hizo esta obra. Cuando llegó le dijo 'esto es para ti'". El pequeño óleo sobre cartón pintado en 1960 muestra un paisaje colorido y cotidiano, pero tiene debajo un mensaje para su esposa: "¡Alegría Totó! La primavera comienza".

¡Alegría Totó! La primavera comienza, 1960

Ya hacia la década de 1960 Gurvich llega a su madurez plástica, se aleja del constructivismo puro del Taller Torres García y a partir de allí encuentra su propia voz en mundos cósmicos y abstractos. "Nunca renegó ni rechazó su pasaje por el Taller, simplemente fueron etapas muy orgánicas y naturales. Encontró su propia voz cuando ya el lenguaje cambia y es su expresión plástica pura, lo que el realmente sentía, que es resultado de muchas influencias que recibió tanto de Torres como de otros maestros del mundo y plasmó eso en obras espectaculares", considera su hijo y agrega: "Es lo que mas gusta de la obra de Gurvich, a pesar de que hay obras del Taller que son espectaculares, pero esta es la obra que más lo representa". 

En este sector del museo hay una serie que representa esa versatilidad y búsqueda personal del artista. Curiosamente nace de la segunda obra que hizo por encargo. David Cuenca, ávido coleccionista de Gurvich, le pidió que hiciera un retrato de su hijo Roberto y su esposa Susana Pelenur. Gurvich, que no era retratista y valoraba su proceso creativo, se negó. Sin embargo la insistencia de Cuenca logró que cediera, y para su sorpresa le pidió a la pareja que fuera semanalmente a la casa del artista para pintarlos. Una vez allí Gurvich preparaba la mesa del comedor para que se ubicaran e incluyó en el cuadro a su hijo Martín, que llegaba de la escuela con túnica y moña, así como a su esposa en un segundo plano. Un retrato al natural, clásico y, al parecer, alejado de la voz del artista. Sin embargo, a partir de ese retrato Gurvich empezó una serie, con los mismos personajes, cada vez más abstracta. "Aprovechó algo que tal vez no era lo que mas quería hacer pero hizo una serie de temática de la pareja", señala. 

 

Gurvich hizo tres viajes a Israel entre 1954 y 1970, donde pintaba lo que veía y sentía en el Kibutz Ramot Menasche. Además de la vida cotidiana, pintó también la muerte de su padre. "Fuimos a Israel porque la madre estaba enferma pero el que falleció de un ataque al corazón fue el padre. Falleció en los brazos de él yendo al hospital. Cuando volvió se encerró en su taller y pintó este cuadro que es un homenaje a su padre", explica Martín frente a un cuadro en el que está representado Gurvich llorando, su hermana y todos los miembros del kibutz. También pintó en Israel una serie de temáticas bíblicas en homenaje a su madre que incluye El sueño de Jacob y La anunciación de Sara.

Gurvich falleció en Nueva York, en 1974, con apenas 47 años y varios cuadros sin terminar. Como dice Martín, trabajaba en varias obras y diferentes técnicas al mismo tiempo. Una de ellas era una versión de la celebración del Sucot, la fiesta de la cosecha, que su esposa le pidió que pintara para ellos luego de hacer la serie para el coleccionista norteamericano. La obra sin terminar se encuentra en el museo. Desde entonces Totó se convirtió en la principal promotora de su obra.

Recorrer la obra de Gurvich es un viaje en el camino artístico de un maestro, por diferentes técnicas, bocetos, grabados, óleos, murales y esculturas; pero también es una ventana para adentrarse en un mundo poético y plástico, el interior de la esencia humana que navega entre el amor, la alegría, la nostalgia, el ensueño, pero también el dolor y la crudeza de lo que veía a su alrededor.

“Nuestra idea siempre fue hacer un museo dinámico que contribuya al desarrollo cultural del país, sobre todo en las artes visuales pero también nos gusta que sea un lugar con otras actividades como conferencias, charlas, conciertos, lanzamientos, homenajes. Obviamente con la pandemia hubo mucha limitación, pero antes de la pandemia habíamos logrado una agenda de actividades bastante fuerte", responde Martín Gurvich cuando se le pregunta qué lugar ocupa el museo en la sociedad actual. El presidente de la fundación sostiene que si bien el centro es la colección permanente de José Gurvich también trabajan en muestras investigadas, donde contribuyen a "redescubrir o descubrir algunos artistas importantes de la cultura uruguaya". 

Actualmente la fundación cuenta con 22 colecciones de artistas: ocho de Gurvich y 14 de otros artistas, que investigan, preservan y exponen. "La gran mayoría son artistas del taller o alumnos: el taller y su legado. Desde hace 3 o 4 años empezamos a armar una colección muy grande de compañeros y alumnos de Gurvich, así como otros maestros del taller. Vimos que nuestras actividades y nuestras metas se ampliaron. No es solamente difundir a Gurvich sino difundirlo a él y a muchos de los artistas del taller".

La esencia poética de Manuel Otero

El cuarto y quinto piso del museo alberga una exposición en homenaje al centenario Manuel Otero, un referente del Taller Torres García, que incluye más de 60 obras pictóricas, relieves, dibujos, esculturas y diseño textil. "La obra artística no es un mero testimonio cultural, material y técnico de la época, sino que puede dar cuenta de un modo de decir del artista que, en su singularidad, presenta el enigma de lo humano, tan difícil de apresar por el cientificismo", señala la curadora, Magalí Pastorino. La exposición aborda la obra del artista, el sentido del arte en su vida y traslada la esencia poética al campo de las artes visuales.

La esencia poética de Manuel Otero

Dumas Oroño: el compromiso de una experiencia estética 

En el primer piso, en una sala en la que habitualmente hacen talleres para niños se convirtió en un espacio de exposiciones temporales a causa de la pandemia, está disponible un homenaje a Dumas Oroño. Se trata de la cuarta muestra que se hace en el marco de los 100 años del artista nacido en Tacuarembó, con piezas que seleccionó la curadora Cristina Bausero que representan diferentes temáticas y momentos de su obra.

Ambas exposiciones estarán abiertas al público hasta el 25 de febrero y se pueden visitar, así como la colección permanente de José Gurvich, de lunes a viernes de 12:00 a 18:00 y los sábados de 11:00 a 15:00 en el Museo Gurvich (Sarandi 524).

Un debe artístico y un proyecto de museo

Gurvich sostiene que una de las metas de la Fundación es lograr, con el apoyo del Ministerio de Educación y Cultura, un museo del Taller Torres García y su legado. "Es un debe que tenemos hacia la historia del país. Poder presentar una escuela de arte que tuvo un impacto importantísimo en Uruguay y en el mundo. Nunca es tarde para hacer algo bien". 

En noviembre planean presentar la muestra El maestro y los compañeros de Gurvich en el Taller Torres García en tres salas de Montevideo: el Museo Gurvich, el Cabildo de Montevideo y el Museo Torres García. Una exposición compuesta por más de 52 artistas, cientos de obras y más de 150 óleos.

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