Miguel y Nancy en el puesto propio, un sueño hecho realidad.

Agro > LA HISTORIA DE MIGUEL

Juntó cartones en un carro, fue changador y ahora es mayorista en la UAM

Miguel destacó dos golpes de fortuna que tuvo en la vida: vivir cerca del viejo Mercado Modelo y la oportunidad que le dieron cuando llegó la mudanza a la UAM
Tiempo de lectura: -'
29 de octubre de 2022 a las 05:03

Cuando era adolescente, Miguel Rivas trabajaba con su familia en la recolección de cartones, fierros y botellas, cargando todo en un carro tirado por un caballo. Luego fue empleado de carga y descarga en el viejo Mercado Modelo y empleado de empresas mayoristas. Treinta años después, tiene su propio puesto en la Unidad Agroalimentaria Metropolitana (UAM), constituyendo un buen ejemplo de superación.

El puesto de Miguel –que se llama M.Rivas– está en la cabecera de la nave E y tiene 20 m2, con la expectativa de crecer, pero si sucede será como hasta ahora: dando pasos cortos y firmes, “nada de hacer locuras, hoy ese tamaño es el adecuado, pero siempre se apunta a crecer”, dijo.

Miguel dijo que en estos momentos hay una oferta abundante en casi todos los rubros.

Cada día, de madrugada

Allí trabaja solo con su señora, Nancy Rodríguez. Llegan a la UAM de madrugada, entre las 3 y las 3 y media y se quedan hasta cerca del mediodía, siempre de lunes a sábado.

Los rubros que trabaja son muchos. Comercializa como intermediario frutas y verduras.

Se abastece de productores granjeros que llegan desde Salto, San José, Canelones y desde el área rural de Montevideo. Por citar un par de ejemplos, desde el Montevideo rural le llega la espinaca directamente en sus plásticos, pero la naranja o los limones le llegan desde Salto en bins y el clasifica esas frutas en sus cajones. El resto de la mercadería ya le llega en cajones.

Todo lo vende a almaceneros, puesteros, feriantes, también a distribuidores que luego venden la mercadería a supermercados y hasta a los barcos que se abastecen en el puerto de Montevideo, también hay venta que llega a organismos y entidades del Estado, por ejemplo para uso en comedores y cárceles.

Según una rápida estimación, en promedio comercializa de 100 a 200 cajones por día, lo que varía bastante, depende de cómo esté la oferta y la demanda, del momento del año, también de las ofertas de producción de estación.

Miguel y Nancy, en su puesto de la nave E, en la UAM.

Vivir de la recolección

La historia de superación de Miguel comenzó cuando era adolescente y empezó a colaborar con el trabajo familiar, la recolección “a carro tirado de caballo” de cosas que la gente tiraba en los contendedores, para, una vez clasificadas, venderlas a depósitos.

Comentó que al inicio le daba vergüenza, pero ese sentimiento con el paso de las semanas cedió y dio paso a otro, la indignación, porque había gente que los miraba menospreciando un trabajo que no le hacía mal a nadie, todo lo contrario, y que era más sacrificado que muchos. “Es difícil, hay que estar muy centrado, si no de la indignación a hacer algo malo hay un paso muy corto”, reflexionó.

Luego, más o menos desde los 16 años hasta los 45, trabajó en el viejo Mercado Modelo, previo a la mudanza del centro de comercialización mayorista frutihortícola.

Tuve la suerte de vivir cerca del viejo Mercado Modelo, eso fue fundamental. Primero apareció la oportunidad de hacer una changa de carga y descarga para un hermano y al otro día apareció otra changa y me enganché”, dijo.

Trabajó en tareas de carga y descarga o con diversas responsabilidades como empleado de firmas mayoristas, “pero siempre como empleado”.

Cuando se produjo la mudanza a la UAM (en febrero de 2021), la dirección del nuevo mercado y las autoridades de la Intendencia de Montevideo generaron una política de inclusión, dándole la oportunidad –de manera sencilla en lo económico– a interesados en disponer de pequeños espacios y ser nuevos empresarios, promoviendo el crecimiento de personas emprendedoras. “Así fue que pasé de empleado a empresario mayorista”, contó, aludiendo a una posibilidad que, destacó, “sigue estando para cualquier persona que quiera tomar esa decisión, porque lugar hay”.

Admitió que no solo se trata de que esté la oportunidad para los emprendedores, “algo muy importante, que se reconoce”, también hay que tener el coraje necesario “para largarse”. Existe en ese momento “una gran incertidumbre, de empleado uno tiene un ingreso fijo y beneficios sociales y cuando uno se tira por las suyas esas seguridades no están, es una gran apuesta”.

De todos modos, “en la UAM es muy difícil que te vaya mal, siempre y cuando hagas las cosas bien, porque acá se aprenden las dos escuelas, hacer las cosas bien o mal y uno es el que define”.

 

Miguel recibe mercadería de productores y las vende a comerciantes.

Del derrumbe al shopping

Miguel opinó del cambio del viejo Mercado Modelo a la UAM. “En el viejo mercado trabajábamos en un lugar con peligro de derrumbe, 4.000 personas en un lugar muy chico, incómodos. Venir a la UAM es como haber pasado a un shopping”, opinó. Un valor del mercado, pasaba en el viejo y sucede en el actual, y es algo que no pasa en ninguna parte del mundo según su parecer, “es que los negocios tienen como base la confianza, los hacemos mirándonos a los ojos, si me gusta una mercadería para revender me dan el cajón, acuerdo un precio, lo vendo a mí cliente, luego pago lo acordado a quien me dio el cajón y tengo mi margen, pero eso lo puedo seguir haciendo si tengo una conducta, el respeto de la palabra es lo que te da la espalda para trabajar con todos, el buen nombre de uno tiene un valor tremendo, pero hay que crearlo y cuidarlo día a día”.

“Me dan su mercadería para que yo trabaje, bajan el costo para que yo pueda tener mi ganancia, solo tengo que ser prolijo, respetar lo hablado y tener claro que la mercadería no es mía, solo pasa por mis manos… la verdad es que si me va mal es porque soy un tonto”, reflexionó.

Miguel recurrió a una figura futbolística para definir lo que para su familia significó pasar de empleado a dueño de su negocio: “Fue un gol de arco a arco”. Miguel y Nancy tienen dos hijos. La mayor, Nadia, trabaja en el área de la salud, pero sabe que si un día lo necesita o quiere está el puesto para que se desarrolle laboralmente. El pequeño, Martín, todavía está en la escuela.

En un momento de la charla, Miguel pidió a El Observador para agradecer: “Hay mucha gente que en todos los años en el mercado me enseñó muchas cosas, no solo de trabajo. Acá, en la UAM, muchos productores me han ayudado dándome mercadería, algo fundamental porque yo no tengo en el fondo de mi casa una plantación de papas o manzanas. La lista de agradecimientos es enorme, tengo miedo de olvidarme de alguno, me ayudaron muchos y mucho y siento la obligación de honrar eso siendo muy trabajador, respetuoso y cumplidor”.

Miguel concluyó: “Con lo que me pasó, quedó claro que muchas veces lo que hace falta para que un trabajador pase de empleado a comerciante es que te den la oportunidad, y claro, hace falta que vos respondas aprovechándola”.

Miguel y Nancy.

El empuje inicial

Una anécdota que Miguel contó tiene relación con sus últimos patrones en el viejo Mercado Modelo, tres hermanos propietarios de la empresa La Madeja, un puesto mayorista muy importante. “Era el comprador de ellos, tenía una responsabilidad grande y mucho tiempo estuve dudando sobre si jugarme a tirarme por mi cuenta, si dar o no el salto y un poco lo que me frenaba era lo que imaginaba que ellos podían pensar, capaz les caía mal y confieso que eso me daba un poco de miedo. Cuando me decidí y les hablé me llevé una grata sorpresa, porque les pareció muy bien, se pusieron muy felices y me ayudaron dándome apoyo moral, mercadería y contactos, ellos me dieron el empuje inicial y después llegaron otros empujes de otros colegas, que son varios por suerte”, contó.

 

El abanico de rubros con los que trabaja es muy variado.

Para saber

Sobre el momento del mercado de frutas y hortalizas, Miguel dijo que “ahora hay abundancia y de casi todo, prácticamente no hay faltantes y los precios han tendido a la baja, con algunas excepciones que siempre se pueden dar”.

De todos modos, “la falta de lluvias que hubo últimamente, porque llovió y no ha sido lo suficiente, puede incidir en la oferta”, señaló.

Admitió que se convive con una realidad que depende exclusivamente de la oferta y la demanda: cuando la mercadería sobra, el precio baja y eso le sirve al consumidor, pero no al productor, y por el contrario, cuando merma la oferta, por ejemplo por un tema climático, el precio sube y ahí el consumidor lo siente. Eso “toda la vida fue así, es oferta y demanda, es parte del negocio”, indicó.

Un matrimonio emprendedor que recibió una oportunidad y la aprovechó.

Comentarios

Registrate gratis y seguí navegando.

¿Ya estás registrado? iniciá sesión aquí.

Pasá de informarte a formar tu opinión.

Suscribite desde US$ 345 / mes

Elegí tu plan

Estás por alcanzar el límite de notas.

Suscribite ahora a

Te quedan 3 notas gratuitas.

Accedé ilimitado desde US$ 345 / mes

Esta es tu última nota gratuita.

Se parte de desde US$ 345 / mes

Alcanzaste el límite de notas gratuitas.

Elegí tu plan y accedé sin límites.

Ver planes

Contenido exclusivo de

Sé parte, pasá de informarte a formar tu opinión.

Si ya sos suscriptor Member, iniciá sesión acá

Cargando...