Gabriel Pereyra

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La cárcel es más peligrosa de los muros hacia afuera

Cada día unos 20 delincuentes recuperan su libertad
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19 de abril de 2019 a las 11:18

La cárcel no existe. Si el odio de mucha gente para con los presos se manifestara de alguna forma de manera persistente, al menos eso generaría un debate que lograría nada menos que poner sobre la mesa el que parece ser el principal nudo de la inseguridad y, sobre todo, de la violencia delictual que hay en el país.

Pero no. La cárcel no existe, incluso en el relato de los hechos de violencia, donde debería tener un papel central.

¿Qué cuenta el periodismo policial? Un bandido rapiñó, mató a alguien y, con suerte, la Policía lo atrapó. Punto y a otra noticia.

Como si la historia de ese delincuente hubiese comenzado en esa rapiña. En general, por lo menos en el 60% de los casos, no es así. El relato debió ser otro: el preso recuperó su libertad después de 7 años de reclusión, fue al comercio, rapiñó, mató y por quinta vez fue a la cárcel. Ahí el relato comienza y termina en la cárcel. Un poco distinto ¿no?

Su presencia en el relato alienta alguna reflexión más: lo tuvimos encerrado, pagándole encierro y comida, torturándolo con 24 horas de encierro y, sí, salió peor o igual. Y afuera de la cárcel no adentro, provocó un mar de lágrimas ¿Y a dónde fue ese delincuente? Al mismo lugar, a que le sigamos pagando encierro y comida, torturándolo un poco más, para que luego salga y ¿haga qué? La demencia, dicen, es hacer lo mismo todo el tiempo buscando obtener un resultado distinto.

Quizás una forma de enfocar el tema de las cárceles no sea el de pensar lo que ocurre de los muros hacia adentro, sino de los muros hacia afuera. Aunque nos negamos a verlo, la cárcel es tan intensa adentro como afuera. Cada día unos 20 delincuentes recuperan su libertad. Si usted se enterara que 20 delincuentes peligrosos se fugaron, aumentaría su sensación de inseguridad. De haberse fugado la única diferencia es que hubiesen acortado su condena. Pero en vez de fugarse cumplieron la pena y salieron. Igual de peligrosos que si se hubiesen fugado.

Pero usted no se entera, porque no es noticia, aunque en realidad es más peligroso el momento en que esos delincuentes salen que el momento en que entran a la cárcel.

El afuera de la cárcel es a veces más peligroso, en algún sentido, que el adentro.

Ese hombre que está a su lado en el bus acaba de salir de la prisión; tiene una infección intracarcelaria que, como las intrahospitalarias, son durísimas. Pero usted ni se entera. Ni le importa. Faltando dinero para la educación y la salud, no quiere oír hablar de que se destinen recursos a los presos. Luego, la cárcel, afuera de sus muros, no adentro, provocará lágrimas de dolor. Pero usted no se enterará que fue ella, la cárcel, porque no la quiere oír mencionar. Quizás por eso casi nunca aparece, ni siquiera en el relato cotidiano de los que, justamente, informan sobre las cárceles y su vómito constante hacia afuera de sus muros. 

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