Soldados finlandeses con una ametralladora Maxim en enero de 1940
Miguel Arregui

Miguel Arregui

Milongas y Obsesiones > Guerra de Invierno

La “guerra de invierno” entre la URSS y Finlandia

A 80 años de un conflicto fronterizo que se extendió entre 1939 y 1944 (I)
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12 de febrero de 2020 a las 05:00

En febrero de 1940, hace 80 años, un ataque militar masivo de la Unión Soviética hizo ceder la resistencia de Finlandia, una nación mucho menor pero cuyas tropas combatían con gran eficacia y valentía desde el año anterior.

Las tropas soviéticas, muy superiores en número y equipo, habían atacado el 30 de noviembre de 1939, con el objetivo de retirar la frontera finlandesa, demasiado cercana a Leningrado (la antigua capital imperial San Petersburgo o Petrogrado), y reforzar su seguridad ante eventuales ataques desde el norte.

Pero entre fines de diciembre y principios de enero de 1940, en el más crudo invierno, los soviéticos recibieron una paliza que sorprendió al mundo. Luego, con superioridad numérica y material reforzada y nuevas tácticas, por fin pudieron vencer las defensas finlandesas en la región de Carelia, al norte de Leningrado.

“Zona de influencia” soviética

El líder soviético Iosif Stalin se había propuesto alejar la frontera con Finlandia de la ciudad de Leningrado, actual San Petersburgo, y ensanchar la salida marítima de la URSS hacia el golfo de Finlandia y el mar Báltico. También pretendía correr hacia occidente parte de la larga frontera soviético-finlandesa, de más de 1.500 kilómetros de extensión, que iba desde las inmediaciones de Leningrado, en el sur, hasta las inmediaciones del puerto de Murmansk, sobre el mar de Barents, en el helado norte del país, ya en la región ártica.

En setiembre de 1939, después del pacto Ribbentrop-Molotov, la Unión Soviética se había repartido con Alemania el territorio de Polonia, el pistoletazo de largada de la segunda guerra mundial. Además, por ese pacto, Alemania reconocía dentro de la “zona de influencia” soviética a Finlandia y los Estados del báltico: Estonia, Letonia y Besarabia.

Finlandia y los pequeños Estados bálticos, que habían pertenecido al Imperio Ruso, lograron su independencia en el tiempo caótico que se abrió en octubre de 1917, cuando el inicio de la revolución soviética. El partido comunista finlandés intentó en 1918 una revolución en su país, pero fue derrotado por los nacionalistas tras una guerra civil particularmente cruenta. Desde entonces el gobierno de Helsinki mantuvo la guardia alta ante los comunistas y la URSS.

La mayoría de la población de Finlandia, entonces de 3,8 millones de personas, se concentraba, como ahora, en el extremo sur del país, entre el área metropolitana de la capital Helsinki y el lago Ladoga, no lejos de Leningrado. El resto del gran territorio, el doble del de Uruguay, con su clima tan severo y poco poblado, está cubierto de enormes bosques de coníferas e infinidad de lagos.

El camino hacia la guerra

Soldado finlandés durante la guerra de invierno de 1939-1940

Después de ocupar el este de Polonia, en una “campaña de liberación”, los soviéticos convocar a los finlandeses a Moscú, para presionarles por cesiones territoriales y la eventual instalación de bases. Diversos testimonios indican que el Kremlin no descartaba instalar un régimen comunista títere en una “república socialista” finlandesa, como había hecho en la Polonia ocupada y haría muy pronto con los Estados bálticos.

Los finlandeses sólo aceptaron entregar algunas islas cercanas a la base naval soviética de Kronstadt, cercana a Leningrado, pero el rechazo de otras condiciones, como el corrimiento de la frontera y el establecimiento de bases en su territorio, derivó en una guerra abierta.

El aristocrático mariscal Carl Gustaf Mannerheim, jefe de las fuerzas finlandesas, combatió en filas del imperio ruso durante la primera guerra mundial, y luego defendió con éxito la independencia de su país ante las revueltas bolcheviques de 1918. En 1939 se mostró partidario de ceder a las pretensiones territoriales soviéticas para evitar la guerra, pero, a la vez, preparó a sus hombres para un enfrentamiento muy desigual.

El Ejército de Finlandia estaba formado inicialmente por unos 100.000 reclutas, cuyo número luego se amplió. Muchos eran productores rurales y aldeanos adaptados a la vida rústica y hábiles cazadores y esquiadores, que conocían la naturaleza del terreno: helado, boscoso y repleto de ríos, lagos y ensenadas. Pero estaban pavorosamente cortos de armas modernas, en especial artillería antitanque y antiaérea, radios, transportes y aviones.

David detiene a Goliat

Aldeanos finlandeses se retiran con su ganado y enseres ante el avance del ejército soviético en 1940

El Ejército Rojo, cuyo objetivo era ocupar toda Finlandia, mucho más numeroso y mejor abastecido, disponía de miles de tanques y aviones, además de una gran concentración de artillería. Pero el terreno muchas veces no era apto para esas armas, la infantería no estaba bien entrenada y los mandos se mostraron toscos y faltos de imaginación, en parte debido a la interferencia de los comisarios políticos.

Los finlandeses, que se rebelaron agresivos y con iniciativa individual, sometieron a los rusos a una guerra de desgaste, atacándolos en los estrechos pasos entre bosques y lagos, o a campo abierto, con rápidas unidades de esquiadores. Sólo montaron varias líneas defensivas fijas en el istmo de Carelia, al norte de Leningrado, donde el terreno era más apto para un ataque convencional, y donde los soviéticos concentraron sus esfuerzos.

La defensa principal, la “línea Mannerheim”, de unos 65 kilómetros de extensión, estaba hecha de trincheras y bunkers. Más al norte, en la larguísima frontera entre el lago Ladoga y el mar de Barents, los finlandeses se concentraron en las carreteras que ingresaban a su arisco territorio, y a los intersticios entre lagos y pantanos.

El Ejército Rojo atacó el 30 de noviembre de 1939, pero su avance fue más lento de lo planeado y pronto chocaron con las defensas enemigas. En varios sectores los finlandeses dejaron pasar a los tanques rusos, que avanzaban despegados de su infantería, y los destruían por las noches, con unidades especiales cazacarros y bombas artesanales de combustible y aceite (que llamaron, irónicamente y con gran repercusión histórica, “cócteles Molotov”, por Vlacheslav Molotov, el ministro de Asuntos Exteriores de la URSS que les había exigido la entrega de una parte crucial de su territorio).

Paralelamente, los soviéticos crearon un “gobierno del pueblo” títere en el exilio –la República Democrática de Finlandia, presidida por el comunista Otto Ville Kuusinen, un poeta y teórico detestado en su país– y se negaron a negociar con el de Helsinki, que a esa altura, bajo ataque, sí estaba dispuesto a acepar demandas.

Respaldo de Suecia y corned beef uruguayo

El 14 de diciembre de 1939 la Sociedad de Naciones expulsó a la Unión Soviética, un gesto moral de amplia repercusión en el mundo aunque poco útil en el plano militar. Finlandia estaba atenazada entre las dos mayores potencias continentales: Alemania y la URSS; era un país casi aislado en un continente en guerra, salvo el pasaje de auxilios a través de Noruega y Suecia.

La “guerra de invierno” despertó reacciones apasionadas en buena parte del mundo: un pequeño pueblo combatía resueltamente contra una potencia de 170 millones de pobladores. Era uno de los primeros enfrentamientos en el marco de la segunda guerra mundial, como lo fue por esos días la batalla del Río del Plata entre el “acorazado de bolsillo” alemán Graf Spee y tres cruceros británicos, también seguida con gran interés mundial.

Pero, al fin, los finlandeses sólo recibieron una ayuda cierta de parte de los suecos, que enviaron unos pocos aviones, artillería, decenas de miles de fusiles con municiones, abastecimientos médicos y 8.000 combatientes voluntarios. El respaldo de los demás países fue meramente formal o no llegó a tiempo.

Incluso el Parlamento uruguayo votó el 5 de marzo de 1940 una ley que otorgó a Finlandia 100.000 pesos de entonces, unos 750.000 dólares de hoy, con lo que compraron lana. Esa ayuda no llegó a Helsinki sino hasta el año siguiente. Según contó Andrés Alsina en La Diaria del 12 de mayo de 2018, también se formó una Comisión de Amigos de Finlandia que juntó una cantidad de dinero no especificada. Los periódicos La Mañana y El Diario hicieron por su cuenta una colecta que se tradujo en la compra y envío de 10.563 latas de 350 gramos de corned beef. Cada lata tenía una leyenda en finés: “Uruguayn kansa Suomen sankarilliselle armeijalle” (“Del pueblo uruguayo al heroico ejército de Finlandia”).

Próxima nota: Los finlandeses ceden más del 10% de su territorio en la paz de 1940; al año siguiente, aliados a los alemanes, recuperan el terreno perdido y se atrincheran hasta 1944, cuando son derrotados por los soviéticos. La Guerra de Laponia entre finlandeses y alemanes entre 1944 y 1945.

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