Ciencia > Paleontología

La hipótesis que persiguen en Sauce que cambiaría la historia científica del continente tal como se la conoce

En Sauce se abrió un espacio que exhibe muestras de un yacimiento fósil del que no han parado de surgir muestras de megafauna; el objetivo es demostrar que allí hubo humanos antes de lo que la ciencia cree
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28 de enero de 2020 a las 05:00

Por lo menos 30 mil años de historia local son almacenados y exhibidos desde diciembre dentro de un pequeño liceo en Sauce, Canelones. Es un espacio creado después de 8 años de trabajos de un equipo de paleontólogos que investiga cerca de allí y que sostiene una hipótesis que cambiaría la historia del continente: el hombre habría llegado a estas latitudes unos 15 mil años antes de lo que indica la versión aceptada hasta hoy. De modo que en una localidad insospechada se pueden ver muestras de un trabajo que podría cuestionar parte de la historia de América.

En este centro, llamado SAUCEP, se conservan unas 2000 piezas fósiles de megafauna, los mamíferos gigantes que pesaban más de una tonelada y que vivieron hace unos 30 siglos en estos territorios. Todas han sido extraídas paulatinamente del lecho del cercano Arroyo del Vizcaíno, donde se las vio por primera vez tras una sequía en 1997. Varias de esas piezas tienen muescas y raspones hechos por herramientas líticas, o sea de piedra, que indicarían que convivieron con antepasados humanos. Si bien los investigadores han encontrado allí algunas de esas herramientas, el principal problema que tienen para demostrar su hipótesis es que hasta ahora no han aparecido restos humanos en el sitio.

Muchos mega animales

“La megafauna de América del Sur es la más espectacular de todo el mundo”, explica Richard Fariña, paleontólogo al frente de los 6 científicos dedicados a esto. “Tenés que pensar que hoy en día en África hay 5 especies de más de una tonelada. Acá, en el pleistoceno teníamos 12 especies de más de una tonelada”.

El yacimiento del Vizcaíno es particularmente rico. Allí se han encontrado piezas de unas 12 especies que incluyen un tigre dientes de sable, tres tipos de gliptodontes (similares a la mulita), unos seis de lestodontes (parientes de los perezosos), mastodontes, dos tipos de ciervos y dos variedades de caballos similares a los de la actualidad.

En diciembre se cumplió la etapa más reciente de las excavaciones que anualmente realizan en el Vizcaíno. Algunas de las piezas que extrajeron ahí fueron enviadas para analizar a la universidad de Stanford, donde hay un sincrotrón, un acelerador de partículas que pertenece al Departamento de Energía del gobierno. En el sincrotrón se analizan las muestras en busca de elementos químicos de los huesos con los que se podrían identificar pigmentos del color de la piel de estos grandes animales.

Luciano Varela, uno de los integrantes del equipo en Uruguay, explica que a través de un colmillo de lestodón pueden indagar en la dieta que tuvo el animal. La clave para esto yace en el hecho de que esos colmillos crecían durante toda la vida del animal y acumulaban capas, de modo similar al de los aros de los árboles, y solo se desgastaban por fricción con los dientes opuestos. El lestodón, por otro lado, es el animal más presente en el yacimiento porque el 90 por ciento de las piezas encontradas en el lecho del arroyo son de su especie, de modo que los investigadores cuentan con ejemplares de distintas edades y condiciones para comparar entre sí.

Para tener referencia sobre las dimensiones y el poderío de esta clase de animales, basta un ejemplo. Se calcula que la energía del coletazo de un gliptodón equivaldría al impacto de un objeto de 20 kilos arrojado desde 10 metros de altura. El mismo animal, además, poseía un gigantesco caparazón a modo de defensa.

La llegada del homo sapiens

“El hallazgo (del yacimiento de fósiles) y la conservación tuvieron ribetes azarosos”, cuenta Fariña. “Pero la gente de Sauce quiso desde siempre conservar estos hallazgos ahí”. Por eso, no es casual que la sigla de este centro, fruto de la colaboración entre la Udelar y Anep, sea SAUCEP, Servicio Académico Universitario y Centro de Estudios Paleontológicos.

Esos ribetes azarosos a los que alude Fariña empezaron en 1997, cuando muchos fósiles del lecho del Vizcaíno salieron a la luz por una gran sequía de verano. Estudiantes del liceo, profesores y vecinos se dedicaron rápidamente a extraer las piezas y almacenaron unas 300 antes de que las lluvias volvieran a cubrir el lugar. Recién en 2001 un paleontólogo español envió a su país una clavícula de lestodón para estudiar las muescas y raspones que tenía. Y de ese estudio surgió la confirmación de que esas marcas habían sido causadas por herramientas primitivas en ángulos que indicaban el intento por cortar carne en zonas de inserción del músculo en el hueso. Con eso se realizó la primera publicación en una revista arbitrada, hecho que le dio legitimidad al hallazgo.

En 2007 se hicieron las primeras pruebas de carbono 14 con las que se demostró que los fósiles marcados por humanos tenían unos 30 mil años. Hasta ese entonces la única versión oficialmente aceptada decía que el hombre apareció en América mucho después.

“Tuvimos que demostrar que las marcas (en los huesos) eran evidencia de la acción humana y no rastros muy posteriores a la muerte del animal”, cuenta Fariña. “Nos falta todavía una mayor proporción de piezas líticas, o herramientas, porque tenemos algunas pero pocas. Y lo ideal sería encontrar huesos humanos en la zona. Porque no descartamos la posibilidad de que el agente que creó ese yacimiento haya sido el humano. Es la hipótesis más fuerte que tenemos sobre porqué está ahí”. De modo que este yacimiento, que es único en el país, reforzó otros sitios extranjeros que tenían evidencias sobre lo mismo, que el homo sapiens convivió con la megafauna, y que por lo tanto estuvo en el continente, mucho antes de lo que se cree.

“La historia oficial dice que hace 12 o 14 mil años, la gente que estaba en Beringia, una suerte de puente de tierra que unía Alaska con la parte nordeste de Siberia, pasó al continente americano. Era la edad del hielo. En ese momento La Paloma y el Cabo Polonio estaban tan lejos de la costa como lo está Minas en la actualidad”, explica Fariña. Pero añade una precisión: “Lo que sabemos hoy, dentro de un siglo va a ser burlado. La ciencia se basa en ir aportando evidencias y darle la mejor interpretación que podés, aunque sabés que mañana, o la semana que viene, ten van a enmendar la plana”.

Claves para la extinción

La megafauna se extinguió hace aproximadamente unos diez mil años, que es también (aunque sin vínculo directo) la fecha aproximada que marca el inicio del período que estudian los paleontólogos. Los hallazgos del Vizcaíno y sus huellas humanas abren una nueva posibilidad en cuanto a las causas de esa extinción.

Las dos hipótesis sobre el fin de estos animales están en la acción humana, que es la más aceptada, y en el cambio climático. “Ambas hipótesis pueden potenciarse entre sí”, comenta Fariña.

El factor del cambio climático habría afectado porque al dejar atrás los fríos extremos, la población humana se fue expandiendo y necesitó de más alimento. “Además”, acota Fariña, “el animal grande es muy vulnerable a perturbaciones de su ambiente porque tienen pocas crías, las preñeces son muy largas y tienen poca renovación. Entonces, el efecto acumulado de unos siglos es suficiente para ponerlos en aprietos. La conclusión es que en tiempos difíciles como esos lo que convenía era ser chico. Por otro lado hay que tener en cuenta que no había heladera, es decir que matabas a un animal y comías lo que se podía hasta que se pudría y después ibas por otro”. Ese argumento sobre el tamaño tiene relación con lo que le ocurrió a los parientes de algunos de estos mega animales. Porque si 30 mil años atrás convivían mulitas y gliptodontes gigantes con sus primos lestodontes y perezosos más chicos, con el tiempo solo sobrevivieron estos últimos.

De todos modos, gracias a los antecedentes de los primeros estudios en 2011 se pudo hacer la primera extracción formal y profesional. Para ello el equipo de Facultad de Ciencias con otros asistentes armó una represa, salvaguardó los peces y la fauna atrapados y bombeó el agua para dejar la parte más superficial del yacimiento al descubierto. Tras extraer unos 200 fósiles más, cubrieron el fondo con un material especial que protegía los sedimentos y otros fósiles y dejaron que el agua volviera a su nivel. Esa es la operación que realizan una vez al año hasta ahora para extraer más y más piezas.

Como para los pobladores de Sauce el tema se había convertido en una cuestión de orgullo local, en 2011 generaron el proyecto de un museo de megafauna que se instalaría en un viejo local de Afe. Esto, que no se concretó, derivó a la larga en el Saucep.

Lo que hay desde diciembre son dos aulas prefabricadas que donó Anep y que están en el predio del liceo 2; una de ella contiene más de 2000 piezas extraídas del yacimiento y la otra tiene el laboratorio más una pequeña exhibición. El espacio está abierto a visitas agendadas por los contactos de la web www.arroyodelvizcaino.org y además se abre también durante el fin de semana del patrimonio y en la Noche de los Museos. El motivo está en que los investigadores trabajan allí un par de veces a la semana y los demás días en la misma Facultad de Ciencias.

“A partir de que se abrió esta colección se aumenta la presencia universitaria en una localidad que está cerca pero no lo suficiente de Montevideo, y que para lo que entendemos por lejanía, está cerca. No participa de la vida montevideana, pero no está lo suficientemente lejos como para crear un centro regional. Y así con este centro de estudios, la Universidad está presente en Sauce”, concluyó el científico.

 ¿Qué hace un paleontólogo?
La paleontología se dedica al estudio de los fósiles, los restos del organismos más antiguos de 10 mil años ya que desde ese período al presente se encuentra una mayor impronta de la actividad humana y pasa a ser terreno de estudio de los arqueólogos. Si bien se asocia al paleontólogo con el estudio de los huesos, lo cierto es que estudian cualquier parte de un organismo vivo que haya sido fosilizado (incluso el polen) y también rastros de su actividad, como las huellas. 
 

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