Gabriel Pereyra

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La ley de partidos y el raviol de “Esta boca es mía”

Los dirigentes políticos tienen el tupé de no ser capaces de ponerse de acuerdo acerca de qué es lo mínimamente honesto para que sepamos cómo financian sus campañas
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02 de enero de 2019 a las 05:02

Los partidos políticos, que según algunos sondeos gozan de un creciente descrédito entre la ciudadanía, no pueden ponerse de acuerdo en una ley que regule su financiación. Una ley que impida que la gente sospeche que están financiados por rapiñeros, por corruptos, por el narcotráfico. Hoy puede ocurrir y no nos vamos a enterar. Cuando sí se pusieron de acuerdo y votaron la actual ley vigente, la 18.485, los partidos Frente Amplio, Nacional y Colorado, la violaron 85 veces en lo que refiere a los límites máximos que pueden recibir de manera anónima.

Según el sitio Sudestada, cinco partidos políticos uruguayos aceptaron $ 40.812.274 sin declarar quiénes fueron sus donantes, lo cual equivale a un 7,17% de los 461.247.360 pesos que recibieron todos sumados. A fines de octubre de 2009, estos montos equivalían a US$ 1.957.423 y US$ 22.122.175. ¿Fueron grupos narcos? ¿Fueron empresarios corruptos buscando futuras prebendas? No lo sabemos.

Así fue cuando se pusieron de acuerdo. Entonces la Corte Electoral hizo saber que la burla era mayor a lo que se veía, porque ni para ese artículo ni para ningún otro le habían votado recursos que le permitiesen controlar a los políticos. Cuando los ministros de la Corte vieron el borrador del proyecto actual que no logra consenso, volvieron a advertir que la dejaban de lado, sin posibilidades de controlar a nadie.

¿Cómo no tienen vergüenza?

Personalmente creo que en Uruguay la corrupción no es menos endémica que la de nuestros vecinos, sólo que es una corrupción a la uruguaya. Son montos más pequeños, de tanto nombrarla se naturaliza y muchas veces no es ilegal, es antiética, pero ese es el germen para la otra corrupción, la delictiva.

Puede que sea injusto con el caso que voy a mencionar pero es el más notorio y el que refleja cómo permitimos que nuestro dinero se vaya al tacho con una sonrisa en los labios y ante nuestros ojos, incluso con aval de sectores del establishment político y de los medios de comunicación. Y se hace más sonoro ahora que arranca la campaña electoral y desde las redes nos venden gato por liebre y compramos, aún sabiendo que es gato.

Graziano Pascale es un conocido militante o simpatizante del Partido Nacional. En los 80 tuvo programas radiales afines al nacionalismo. Entró a ANTEL, aparentemente por concurso, en 1992, durante el gobierno blanco. Y con su sueldo de gerente a cuestas, superior a cien mil pesos, pasó en comisión a trabajar con el intendente blanco de Flores primero y ahora es asesor en comunicaciones del intendente blanco de Maldonado, Enrique Antía.

Todos saben que es un operador político blanco cuyo sueldo sale de nuestros bolsillos para que algún día vaya a reunirse con el intendente y otros los dedique a participar en programas televisivos como “Esta boca es mía”, donde impunemente es presentado como periodista, algo que no es. Si lo fuera sería una afrenta al periodismo, trabajando para un político mientras, presuntamente, ejerce.

Desde allí no solo es una máquina de atacar al gobierno sino que tiene la desvergüenza de pedir bajar el costo del Estado cuando todos le pagamos a él por un cargo que evidentemente el Estado no necesita, sino tendría que estar en Antel, donde ingresó a la planilla estatal.

Hay ciento y cientos de casos como este. En el Parlamento superan los 500. Gente contratada para una cosa y que terminó haciendo otra. ¿Para qué se la contrató entonces si no era necesario?

El caso de Pascale tiene la particularidad de que es público y de que todos vemos por TV cómo un operador político reclama bajar el gasto cuando su sueldo superior a cien mil pesos lo recibe porque el Estado lo incorporó a Antel, aunque evidentemente Antel no lo necesita y Antía lo necesita a veces. 

Todo ese tiempo que ustedes lo ven en TV, al margen de lo que la TV le pague, también le paga usted. Nos gusta que nos abusen en la cara. 

Y por eso creo que esa es un ejemplo, uno más, de por qué los dirigentes políticos tienen el tupé, después de haber votado una ley de partidos que promovía la corrupción, de no ser capaces de ponerse de acuerdo acerca de qué es lo mínimamente honesto para que sepamos que al candidato de nuestra preferencia no está lavando dinero con cada aviso que paga. 

Pero si todos le pagamos a un raviol, porque ñoqui no es, para que salga en TV y no nos hacemos problemas, por qué nos vamos a hacer cuando se trata de un asunto en el que el dinero lo pone otro, sin importar que ese otro sea un bandido de alto vuelo.

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