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03 de enero de 2020 a las 05:03

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La tensión en Medio Oriente, que se avivó en las últimas luces del año pasado por un renovado enfrentamiento entre Estados Unidos e Irán, es un triste acontecimiento mundial que convirtió un llamado del papa Francisco a la paz en un mensaje tan oportuno como necesario en el primer día de este nuevo 2020.

El texto, difundido en el marco de la 53ª Jornada Mundial de la Paz, se suma a otros seis del papa sobre el tema. Esta vez el foco apunta a las guerras como fratricidio.

El papa hace un llamado a no desfallecer en la lucha por la paz como objeto de esperanza que es lo que da “alas para avanzar” a la humanidad.

El hombre siempre ha estado preso de las guerras y de los conflictos, recuerda el sumo pontífice, pero hoy el daño potencial es mucho mayor  por la “capacidad destructiva creciente” que, como ocurre siempre, afecta especialmente a los más pobres y a los más débiles.

Y no solo la guerra es el problema, sino también “las cadenas de la explotación y de la corrupción, que alimentan el odio y la violencia”, dice el mensaje de Francisco.

El concepto de paz expuesto por el papa trasciende al de la propia esfera del cristianismo por ser una reflexión en el sentido más general de la palabra, como es la ausencia de la guerra o la relación de armonía entre personas y pueblos.

Su amplitud tiene una explicación: el sufrimiento de millones de personas en el mundo a quienes “se les niega la dignidad, la integridad física, la libertad, incluida la libertad religiosa, la solidaridad comunitaria, la esperanza en el futuro”.

Es una alocución más que apropiada para un mundo donde las guerras y los conflictos y la humillación y la exclusión se desenvuelven a sus anchas como si la humanidad nada hubiera aprendido de las experiencias traumáticas por las ideologías totalitarias de derecha y de izquierda o los conflictos de escala internacional como la segunda guerra mundial.

En ese sentido, Medio Oriente, países del norte de África, Afganistán, Nicaragua y Venezuela han empeorado su situación en 2019. A lo que podríamos sumar Brasil y México que registran altas tasas de violencia –por la acción de fuertes bandas criminales– que minan la paz así, o los ataques a los derechos humanos del régimen comunista de China.

Francisco advierte que muchas veces la guerra es la respuesta violenta contra la “intolerancia a la diversidad del otro” lo que lleva a una “voluntad de dominio”.

El hombre, preso del egoísmo y la soberbia, reacciona con odio hacia el otro, un sentimiento que se alimenta del miedo. La diferencia vista como un obstáculo es lo que conduce a acciones de violencia.

Todo ello es lo que socava la paz  y la estabilidad del mundo que requieren de una “ética global de solidaridad” y de cooperación, para lo cual es esencial la memoria, la verdad y la justicia –que no es lo mismo que la venganza– con el horizonte puesto en la reconciliación.

La década de 2010 dejará como legado un mayor progreso global respecto al pasado. Menos pobreza extrema. Menos analfabetismo. Menos muertes de niños. Un enorme avance de la ciencia médica que permitió combatir enfermedades endémicas, particularmente en regiones de pobreza.

Pero la batalla por la paz no ha sido ganada y sigue siendo una asignatura pendiente. Un gran reto para este 2020.

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