Eduardo Espina

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La mano de Mele

Nunca antes había visto rebobinado un doloroso gol en contra tantas veces
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14 de junio de 2017 a las 04:30
Creo que nunca antes había visto rebobinado un doloroso gol en contra tantas veces. Todavía no encuentro explicación a las lecciones del destino, las cuales, aunque en apariencia visibles, parecen decirnos que debajo de la superficie, en lo que no podemos ver, está la respuesta a lo que queremos saber.

Pocas veces -hay otros ejemplos, pero la condición reciente de este le otorga mayor intensidad- un gol en la agonía de un partido me generó tanta desolación. Aún sigo sin entender cómo el pie de Samuel Sosa, en el minuto 91 del partido entre Uruguay y Venezuela por el Mundial Sub 20, hizo que la pelota entrara por el lugar más difícil para entrar.

A decir verdad, era más difícil que pasara por donde pasó, que un camello pase por el ojo de una aguja. El gol fue el equivalente a que dos camellos pasaran al mismo tiempo por el ojo de una aguja. La parábola, por lo tanto, resulta para el caso equivocada.

He visto el gol en replay desde todos los ángulos posibles, al menos aquellos que captaron las cámaras de televisión, y sigo sin encontrar respuesta, ni una sola, por más irracional que pudiera ser esta. La suerte ese día trabajó para la selección venezolana, pero también para algunas leyes de físicas creadas por el azar especialmente para esa jugada.

Santiago Mele estaba en el lugar correcto, intuyó que el balón vendría en su dirección y que Sosa no intentaría cambiársela de palo. Sin embargo, tal cual sucede en crímenes que carecen de resolución lógica, esta, la lógica, deja paso a la probabilidad, como diciendo, que ella lo explique porque yo realmente no sé.

¿Qué tan altas eran las probabilidades de que pasara por ahí? Con seguridad, muy bajas. Pero el balón entró. Quedará en la memoria por la sincronizada precisión que existió entre el desplazamiento de la pelota y el movimiento del golero, quien perdió simultaneidad al momento de intentar desviarla.

Ese día triunfo la pelota. Pero, ¿qué hubiera pasado de haber estado Santiago Mele parado dos centímetros más atrás? Uruguay hubiese jugado la final contra Inglaterra y este comentario no habría existido.

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