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La pequeña ciudad de Italia en la que nació la medicina moderna

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23 de febrero de 2019 a las 08:52

Desde el siglo II d.C. hasta el final de la Edad Media se dio por sentado que el funcionamiento interno de los monos era igual al de los hombres.

Iglesia de San Antonio, en Padua.
Getty Images
Durante el siglo XVI, Padua, en el norte de Italia, estuvo a la vanguardia de la revolución científica europea.

Este fue el punto de partida anatómico que estableció el médico griego del siglo II Galeno de Pérgamo, que en ese momento era la máxima autoridad en medicina en Europa occidental y Bizancio.

Sin embargo, nunca había diseccionado cuerpos humanos sistemáticamente debido a los tabúes religiosos, legales y culturales. Ante eso, sus disecciones de monos guiaron el desarrollo y la práctica de la medicina durante aproximadamente 1.400 años.

Pero, entonces, sucedió algo que cambiaría las reglas del juego: estalló una revolución científica ante los límites autoimpuestos del conocimiento antiguo.

Tras cientos de años en los que las disecciones humanas estuvieron mal vistas, en el siglo XVI un cambio a favor de la investigación científica y la observación permitió que por primera vez se conociese la realidad de la anatomía humana.

Esta innovación fue lo que abrió el camino hacia la práctica de la medicina que conocemos hoy.

Y en la vanguardia de este movimiento había una ciudad italiana, Padua, y su universidad.

Los orígenes de la medicina moderna

Padua tiene un rico patrimonio artístico, religioso y literario. Y lo más notable de esta ciudad del norte de Italia es que es la cuna de la medicina moderna.

Hacía siglos que en Padua se estudiaba medicina. Y esta tradición se mantuvo cuando, en 1222, se fundó su renombrada universidad, que disfrutó de una autonomía y una tolerancia religiosa sin parangón.

Cuando la República de Venecia conquistó Padua, en 1405, los venecianos mantuvieron la universidad como el principal centro educativo y la gestionaron bajo el lema 'Libertas docendi et investigandi' (Libertad de enseñanza e investigación).

"Congregaron a los mejores profesores de toda Europa, cautivados por la garantía de la libertad de investigación. La fama de los mejores profesores atrajo, también, a los mejores estudiantes locales e internacionales", explica Fabio Zampieri, profesor asociado de Historia de la medicina de la Universidad de Padua.

Como resultado, esa academia se convirtió en el centro de lo que Zampieri describe como "el Renacimiento Científico".

Fue una época de grandes cambios. El período del Renacimiento trajo consigo un viraje hacia un método científico basado en la práctica y la experimentación.

Y dio resultados tangibles.

"Durante el Renacimiento, Galileo enseñó matemáticas en esta universidad y difundió su nuevo método cuantitativo, que influyó profundamente la medicina", afirma Zampieri.

Pero él no fue el único profesor de prestigio que pasó por esa academia.

"William Harvey, que describió por primera vez el sistema circulatorio de la sangre humana, estudió medicina en Padua. Santorio Santorio, profesor de la universidad, inventó el termómetro. Giovanni Battista Morgagni, profesor de anatomía, fundó la anatomía patológica moderna en el siglo XVIII. El primer trasplante de corazón humano en Italia se realizó en Padua en 1985", añade Zampieri.

Un paseo de 15 minutos me lleva desde la estación de tren de Padua hasta el Palazzo Bo, la sede histórica de la Universidad de Padua, el lugar donde la medicina finalmente recibió el enfoque sistemático que necesitaba para convertirse en una ciencia moderna.

Al entrar en el monumental patio, me detengo por un momento. Aquí es donde, en el siglo XVI, Andrés Vesalio realizó disecciones sistemáticas de cuerpos humanos en un anfiteatro anatómico (una sala diseñada para la enseñanza de la anatomía) frente a multitudes de 500 personas o más.

Nacido en Bruselas, Vesalio llegó a Padua en septiembre de 1537. Poco después se convirtió en presidente del Departamento de Anatomía y Cirugía de la universidad, un cargo que ocupó hasta principios de la década de 1540.

Durante su estancia en Italia, Vesalio escribió su revolucionaria obra 'De Humani Corporis Fabrica Libri Septem' ('De la estructura del cuerpo humano en siete libros'), que se publicó en 1543. Los siete libros explican el funcionamiento del cuerpo humano con un detalle sin precedentes.

La historia de las disecciones de cuerpos humanos

Los médicos griegos Herófilo y Erasístrato realizaron disecciones sistemáticas de cuerpos humanos en la primera mitad del siglo III a.C. en la Escuela Griega de Medicina de Alejandría, en Egipto.

Sin embargo, los escritos sobre sus hallazgos se perdieron en el gran incendio que devastó la biblioteca de Alejandría, el último centro científico y cultural del Mundo Antiguo.

Prato della Valle, en Padua
Getty Images
Aún hoy en día la Universidad de Padua es una de las más prestigiosas de Italia.

La disección humana cayó en desgracia en Grecia y en Roma. En el siglo II se había convertido en tal tabú cultural que Galeno no tuvo más remedio que diseccionar a animales en su intento de comprender el cuerpo humano.

Esto llevó a varios errores en sus hallazgos, y sus suposiciones persistieron como conocimiento médico durante más de 1.400 años.

No fue hasta el final de la Edad Media que llegaron aires de cambio.

En la década de 1300, las disecciones humanas se introdujeron como un valioso ejercicio de enseñanza para estudiantes de medicina. Sin embargo, no eran algo común.

No fue hasta que llegó Vesalio que se empezó a cuestionar realmente el conocimiento existente sobre el cuerpo humano.

"Vesalio revolucionó la enseñanza de la anatomía realizando disecciones. Iba analizando el cadáver que tenía delante, de manera que puso por primera vez el cuerpo humano como el libro de la naturaleza en el centro de la investigación anatómica", explica Zampieri.

'De la estructura del cuerpo humano en siete libros' causó un gran revuelo en el mundo de la medicina del siglo XVI, y provocó un fuerte rechazo de los más ilustres profesores de medicina y practicantes de la Europa occidental, que eran devotos de Galeno.

Vesalio se sintió excluido y abandonó su carrera académica, pero su marcha no detuvo el avance de la ciencia médica en la Universidad de Padua.

Anatomistas y médicos como Gabriele Fallopio (que describió por primera vez las trompas de Falopio) y Bartolomeo Eustachi (el primero en estudiar con precisión la anatomía de los dientes) le tomaron el relevo.

Entre 1594 y 1595, poco más de 50 años después de que Vesalius realizara disecciones en un anfiteatro anatómico temporal en el patio de la universidad, se erigió el primer edificio permanente del mundo pensado para disecciones anatómicas públicas dentro del Palazzo Bo.

Entramos en la "cocina", una sala con paredes de color oscuro donde se preparaba a los cadáveres para las disecciones.

En la penumbra, logro vislumbrar las seis estrechas gradas en las que se reunían hasta 250 estudiantes de medicina y otros espectadores. No había asientos ni espacio para tomar notas e, inicialmente, tampoco había ventanas.

Teatro anatómico
Getty Images
El primer teatro anatómico permanente del mundo se construyó en el Palazzo Bo a finales del siglo XVI.

Las gradas tenían una especie de barandillas bastante altas para garantizar que, en caso de desmayarse, los espectadores no se cayesen e interrumpiesen la disección.

Una orquesta de violín tocaba desde la grada más alta para hacer el ambiente menos nauseabundo.

Cada cuerpo se diseccionaba durante varios días en invierno, tradicionalmente durante la época de Carnaval, un período en el que las costumbres sociales eran más relajadas y se podían realizar disecciones a pesar de los tabúes que aún las rodeaban.

Después de recorrer el Palazzo Bo, regreso a la ciudad, y me dirijo al jardín botánico de la universidad.

Fundado en 1545 y ahora declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, el jardín botánico fue vital para los estudios de botánica de los estudiantes de medicina, particularmente por el poder terapéutico y curativo de las plantas.

Muchas nuevas especies botánicas se introdujeron en Italia a través de este hermoso lugar, como los girasoles, las papas y el sésamo, así como el jazmín y la lila.

Según Zampieri, los europeos incluso le deben el café a este jardín botánico. "En Europa la primera mención del café fue en [la obra del siglo XVI] 'De Medicina Aegyptiorum', de Prospero Alpini, que era el director del jardín".

Cuando salgo del jardín botánico, recuerdo lo que Herbert Butterfield, profesor de historia y vicerrector de la Universidad de Cambridge, escribió en su libro 'The Origins of Modern Science 1300-1800', publicado en 1959.

"Si un lugar puede reclamar el honor de ser el origen de la Revolución Científica, esta distinción debe pertenecer a Padua".


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