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La "red de salvación" de la galardonada María Noel Riccetto

La bailarina del Sodre ha empezado a transitar un camino emprendedor con su estudio
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14 de junio de 2017 a las 05:00
Por Genoveva Malcuori

Es la primera bailarina del Ballet Nacional del Sodre y recientemente acaparó titulares al haber sido premiada con el Benois de la Danse en Rusia, considerado el premio "Oscar" de la danza. Sabe que una bailarina está en ejercicio hasta los 40 y pocos años, y ella tiene 37. Es por ello que se está preparando para cerrar esa etapa, y considera al estudio de ballet que lleva adelante –dentro de la escuela de Música, Actuación y Danza MAD– como el principio de ese camino para "tener un negocio que funcione bien", que le cierre económicamente "para seguir viviendo" y que le aporte satisfacciones. Supo emprender con una línea de ropa propia y hoy en día representa a dos marcas internacionales en Uruguay.

¿Cómo nació la idea del Studio de Ballet María Noel Ricceto?
Surgió porque sé que la carrera es corta, que no voy a bailar para siempre, y para tener algo mío; como una especie de red de salvación después del retiro. Son dos socios los que están arriba del proyecto, que decidieron armar un centro de arte con tres escuelas: comedia musical, música y ballet. Todos tenemos independencia y compartimos el espacio; nos regimos bajo las mismas reglas. Yo tengo total libertad de armar y coordinar la parte de ballet.
Cuando comencé dije 'me involucro de lleno y empiezo dando clases'. Pero me di cuenta de que si me comprometía con un grupo tenía que hacerlo con todos, y eso implicaba dejar de lado mi prioridad que era seguir bailando. Lo hablé con mucha gente y la mayoría me sugería que formara un buen equipo. Eso fue esencial. Doy las gracias de haber dado con gente en la cual confío plenamente, que trabaja con muchísima responsabilidad y de cierta manera, es como si yo estuviera en el estudio todos los días.

¿Cómo es la gestión?

Estoy en la dirección y soy la que coordino, y la que armo y desarmo. A clase entro dos por tres a mirar, doy algún tip, pero lo dejo en manos del profesor.

¿Cómo se lleva con la sociabilidad que trae consigo la gestión?
Me gusta. A veces me cansa. Aunque considero que es parte del venir cansada de otro lugar. Pero es importante que la gente que trae a su hija o hijo, me vea y se pueda relacionar conmigo. Siempre me consideré una persona de perfil bajo, muy accesible y tangible, y me gusta mantener eso.
Por otra parte, he aprendido a entender que no todo el mundo ve las cosas de la misma manera. Que mi visión de este lugar al principio era una especie de réplica de la Escuela Nacional de Danza y después me di cuenta de que viene gente a la que le gusta el ballet, que a su mamá le gusta, gente con compromiso o que se lo toma como una actividad más. Fue un viaje cambiar ese chip y decir 'este es un lugar que está abierto para todos'.
Después de la experiencia del año pasado sé que no voy a sacar un gran porcentaje para mandar a la Escuela Nacional de Danza. Pero quiero que tomen la experiencia y que aprendan valores, que hagan amigos, que tengan el recuerdo de su primer profesor de ballet. Cosas más relacionadas a lo humano, al alma y el corazón y no a la técnica, a las piernas o el giro. Es una escuela paga. Viene el que quiere y el que puede.

En 2011 lanzó la marca de ropa Primma by María Riccetto. ¿En qué está el negocio?
En una pausa. Llegó un momento en el que era darle un vuelco: o continuaba invirtiendo en producción nacional y seguía lidiando con talleres o traía cosas de afuera. Pero mis socios –mi hermana Magdalena y Julio Minetti– habían llegado a un punto en el que tenía que ser yo la que tomara esa decisión. Estaba recién volviendo al país con mi cabeza puesta en bailar y no quería ni me daba para seguir invirtiendo. Acá es caro. Es muy caro producir cosas de buena calidad, es muy difícil lidiar con talleres pequeños que a veces no tienen la formalidad que se necesita.

¿Cómo vivió el convertir su nombre en una marca?

Me encantó, pero era una mochila. Desde un principio teníamos claro que íbamos a hacer cosas que me identificaran a mí. La calidad de las telas y la confección era excelente. Pero con eso venían más responsabilidades. El producto tenía que ser cada vez mejor, llegar cada vez más en fecha a las entregas, pero cada vez se tenían que pagar más impuestos. Invertimos mucha plata. Nunca dimos pérdida. Y todo siempre fue extremadamente legal porque mientras mi nombre esté en el medio todo se hace en regla.

Igualmente, su nombre sigue siendo una marca...

Sí y me encantaría seguir usándolo más.

¿En otros emprendimientos?

La ropa es algo que me sigue picando. En algún momento volveré a eso.

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