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La serie que imagina al fascismo gobernando en EEUU con Hitler como aliado

Este lunes, HBO estrena el final de "La conjura contra América", una serie basada en una novela de Pihilip Roth que imagina un EEUU pro nazismo en 1940

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18 de abril de 2020 a las 05:01

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La ficción está hecha de preguntas. Hay cientos de ellas y algunas son muy pequeñas, insignificantes, apenas sirven para darle pie a una novela intrascendente o un cuento perdido. Sin embargo, hay otras que terminan por generar, casi sin proponérselo, toda una corriente literaria que se aferra al paso del tiempo y que se mantiene en nuestro imaginario. La distopía, por ejemplo, es una de ellas. Nació de una pregunta puntual, a partir de la que tanto George Orwell como Ray Bradbury y el resto centraron las historias que los hicieron famosos. La pregunta fue “¿Qué pasaría si…?”. A pesar de que hoy su peso es notorio –el género distópico está en auge y no parece tener ganas de dejar de estarlo–, no fue la única duda que transformó mundos en la literatura. 

Philip K. Dick, por ejemplo, se preguntó otra cosa. Él prefirió imaginar “qué hubiese pasado si”. Pero no fue el primero y eso ya tenía nombre: se denominaba ucronía, una corriente que implicaba cambiar un hecho histórico para generar un efecto mariposa de proporciones inimaginables. A partir de esa “disciplina”, el autor de Sueñan los androides con ovejas eléctricas ideó El hombre en el castillo, una historia en la que las potencias del Eje derrotaban a los Aliados durante la segunda guerra mundial y se apoderaban del mundo. La novela, muchos años después, se convirtió en una serie de Amazon que se encuentra disponible en su plataforma desde el 2015. Y con esa misma pregunta dando vueltas, otro Philip ilustre, esta vez apellidado Roth, se imaginó algo similar: ¿qué hubiese pasado si un héroe de guerra, fanático de Adolf Hitler, antisemita y extremadamente popular, hubiese derrotado en las elecciones de 1940 a Franklin Delano Roosevelt? Ese fue el puntapié inicial para la novela La conjura contra América. Una historia que, claro, también se convirtió en serie.

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La producción es reciente. De hecho, se está emitiendo en este momento; su último capítulo está previsto para este lunes en HBO, cadena que la produce y la emite. El resto de los cinco episodios de la miniserie –cuyo título oficial es The Plot Against America– están disponibles en HBO GO y plataformas de operadores de cable que tengan el servicio del canal. Y si ser una producción de HBO ya es señal de buenas perspectivas, basta con echar un vistazo a los nombres que la integran para terminar de convencerse y darle una oportunidad.

Para empezar, es la última creación de David Simons y Ed Burns, la dupla detrás de The Wire, considerada como una de las mejores series de todas. Simons, por su parte, es el showrunner de otros éxitos de crítica en ese mismo canal, entre ellos The Deuce y Show Me A Hero. Pero delante de cámaras, los rostros conocidos se imponen. La serie está protagonizada por Winona Ryder, John Turturro y Zoe Kazan, entre otros. Y si nada de eso funciona para atraerlo a este drama sobre un EEUU alternativo, preste atención a lo que plantea su historia.

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La América dormida

Charles Lindbergh es el héroe en el que todos se ven reflejados. Aviador, ingeniero, rubio, alto, apuesto, elegante, todos quieren ser como él. Es 1940 y su hazaña de cruzar el océano Atlántico sigue resonando en los oídos de los niños y de los adultos. Su figura es tan poderosa que, cuando se candidatea para ser presidente de los EEUU e intenta arrebatarle a Roosevelt un nuevo período, nadie está muy convencido de que pueda ganar. Él no es un político. Es otra cosa; es una estrella. Y EEUU está a las puertas de una guerra, listo para entrar en combate en cuanto Hitler haga un mal movimiento. No es momento de que este tipo de hombres se hagan con el poder. Pero todo cambia. Lindbergh –que existió, pero que no tuvo el peso histórico y político que le da esta historia– tiene una estrategia sencilla y efectiva. Él propone: “La elección no es entre Lindbergh y Roosevelt; es entre Lindbergh y la guerra”. Y llega noviembre de 1941 y gana. Se convierte en el 33er presidente del país. Y poco importa que su discurso hieda a antisemitismo. Que simpatice con Hitler y asegure que lo que hace Alemania está mal, pero no tan mal. Que Europa necesitaba un cambio. Y que EEUU se mantendrá neutral. 

Y lo que poco importaba, empieza a importar. Porque de repente, los judíos de Estados Unidos ven como la segregación empieza a ser aplastante. Los miran mal y los insultan por la calle. Los despiden de sus trabajos. Buscan “ablandar” sus creencias enviando a sus niños a pasar un tiempo con familias sureñas, rurales, “bien americanas”. Y entonces aparecen los programas de reubicación y todo empieza a oler a podrido. Es una cacería solapada, intelectual, cultural. El FBI los sigue. La política empieza a minar las familias. El país, en uno o dos parpadeos, cambia radicalmente. El miedo se sienta a cenar en sus casas. Y la huida, encarnada en Canadá, un país enemigo de Alemania y en guerra contra el nazismo, empieza a ser la única opción.

Nosotros vemos el proceso desde la cotidianidad y los ojos de los Levin, una familia judía de clase media que vive en Nueva Jersey. Ellos son un padre idealista y de armas tomar, una madre que ve con miedo como Lindbergh estrecha la mano de Von Ribbentrop, el ministro de asuntos exteriores de Hitler, en la Casa Blanca, dos hermanos que de a poco se distancian por la ideología y un primo, sin padres, medio gánster y rebelde, que decide abandonar la neutralidad de su hogar y viajar a Europa a matar nazis. 

Así, La conjura de América se cuece a fuego lento. Quien llegue a esta serie buscando adicción, finales abiertos que lo impulsen a tragar capítulos sin parar y un ritmo frenético, mejor vaya pensando un plan B. Esta historia es un drama familiar, que se mete en aguas oscuras y políticas e imagina un mundo bajo nuevas reglas, pero lo hace desde un foco realista, sin tramas inverosímiles ni personajes caóticos. Ese orden, y que sea un drama tan real y seco, es quizás lo más aterrador de todo. Da la pauta de que el fascismo, que es a fin de cuenta lo que surge en esta historia alternativa, puede aparecer y tomar el poder en cualquier lugar y momento. Solo es necesario un contexto propicio y la frase indicada. 

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El vínculo y los paralelismos con Donald Trump se vislumbran sin muchos esfuerzos, pero ni son evidentes, ni están marcados a propósito y ni tienen una intencionalidad. Los autores, por suerte, están más preocupados en contarnos una historia sólida y filmada de manera magnífica, que en colocar un panfleto político en primetime. 

Y si de cualidades se trata, hablar de esta serie sin reparar en su dirección de arte, en su vestuario y en su ambientación, es pecar de miopes. Este apartado es, quizás, el más impresionante de todos, el más sugerente, y va en sintonía con un elenco en forma y que incluso tiene varios destellos de genialidad. Zoe Kazan, como la jefa de la casa de los Levin, está impresionante. Turturro, como un rabino que opera bajo las órdenes de Lindbergh, es por momentos inocente, pero también avasallador. Y, los niños, en especial el pequeño Philip, merecen un destaque extra. Son la reacción más pura ante un odio que no terminan de entender del todo. Pero que saben que les cambiará la vida.

Quizás la mejor manera de consumir esta serie haya sido semana a semana. Si alguien lo hizo, que hable ahora. De todos modos, allí está, disponible para todos quienes se sientan atraídos por los dramas costumbristas o tramas familiares, densos y realistas, cargados de diálogos punzantes y esclarecedores y una ambientación histórica admirable. Y para aquellos que se animen a preguntarse, de vez en cuando, “qué hubiese pasado si”.
 

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