<i>Apocalypse Now</i>, un clásico del cine bélico, dirigida por Francis Ford Coppola en 1979
Miguel Arregui

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La "tablita" del dólar y el crack de 1982

Una historia del dinero en Uruguay (XXXIX)
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04 de julio de 2018 a las 05:00
Las microdevaluaciones del peso uruguayo ante el dólar, anunciadas con varios meses de anticipación mediante una "tablita" de conversión, comenzaron a aplicarse en octubre de 1978. Uruguay siguió el ejemplo de Chile, que inauguró su "tablita" del dólar en 1976 y logró un gran éxito inicial. Por su parte Argentina introdujo la suya dos meses después que Uruguay.

Las devaluaciones graduales y preanunciadas eran una forma de hacer previsible el mercado de cambios, que durante décadas se había transformado en factor de incertidumbre y sobrecostos, y de contribuir a reducir la inflación. Una menor devaluación del peso bajaría el ritmo del aumento de los bienes importados, siempre muy significativos en una economía pequeña como la de Uruguay.

La "tablita" implicaba un regreso parcial al control de cambios, a contramano del mercado libre que había reinstaurado Alejandro Végh Villegas en setiembre de 1974, después de más de 42 años de cuotificación y precios artificiales.

Una devaluación restringida también obligaba a mantener una estricta disciplina fiscal. Si se emitía mucho para cubrir los déficits, como era tradicional, la inflación sería alta, el tipo de cambio luciría falso y los agentes económicos huirían hacia el dólar. Y ya se sabe lo que ocurre con el precio de un bien que es muy demandado.

Los buenos tiempos del "deme dos"

En 1978 también se inició una tímida apertura comercial, que significó el principio del fin del Uruguay de economía cerrada que comenzó a levantarse en los años '30. Las exportaciones y el turismo fueron estimulados por una creciente demanda argentina, que incluyó uno de los primeros "boom" de la construcción en Punta del Este. Pero esa demanda se enfrió en 1980 y acabó por completo al año siguiente, cuando José Alfredo Martínez de Hoz, el ministro de Economía del régimen militar argentino, debió abandonar la "tablita" y provocar una aguda devaluación. Algo similar ocurrió en Chile en 1982.

La "tablita" argentina significó una fuerte represión del valor del dólar. Entre marzo de 1976, cuando el golpe militar argentino, y marzo de 1981, cuando reventó la "tablita" y se marchó Martínez de Hoz, la inflación interna medida en dólares fue superior a 1.100%. Semejante "atraso cambiario" se pagó con una devaluación explosiva y una inestabilidad temible.

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Los uruguayos vivieron una temporada de gloria, con paseos y compras en Buenos Aires: los tiempos del "deme dos". Argentina estaba ridículamente barata. Fue uno de esos espejismos que se registran cada tanto por diferencias cambiarias abruptas entre ambas orillas del Río de la Plata.

Pero el "atraso cambiario" uruguayo castigó severamente al sector productivo, que obtenía menos pesos por sus exportaciones, y subsidió las importaciones y los viajes al exterior. La balanza comercial uruguaya también fue muy castigada por un nuevo "shock" petrolero provocado por las turbulencias políticas en Irán y la posterior guerra con Irak. Entre 1979 y 1980 el precio del crudo se duplicó, en tanto las materias primas se desvalorizaron.

"El marciano que inventó la noticia"

Entre fines de 1981 y principios de 1982, con una recesión creciente y pérdida de reservas, se extendió la convicción de que tarde o temprano Uruguay devaluaría su moneda, como había ocurrido en Argentina. "Las reservas son inexpugnables", sostuvo José Gil Díaz, presidente del Banco Central, tratando de parar la corrida hacia el dólar. Ya no estaría allí para el final de la historia, pues se marchó el 5 de julio de 1982, después de una seria discusión con un jerarca militar, y dejó el cargo a José María Puppo.

El teniente general (r) Gregorio Álvarez, uno de los ideólogos fundamentales de la dictadura, fue interrogado en marzo de 1982 por un periodista sobre los rumores de abandono de la "tablita" y abrupta devaluación del peso.

–Eso habría que preguntárselo al marciano que inventó la noticia –respondió Álvarez, quien había asumido la Presidencia de la República el 1º de setiembre de 1981, en sustitución de Aparicio Méndez. La frase se haría célebre, pues por entonces las cuentas no cerraban de manera alguna: tipo de cambio irreal, parálisis económica, déficit fiscal, huida hacia el dólar, pérdida de reservas.

El camino a la ruina

A continuación se reproduce un artículo escrito por el autor de esta serie para La Enciclopedia de El País, publicada en 2011:

La "tablita" que anticipaba por varios meses la cotización del dólar comenzó a regir el 17 de octubre de 1978. El principal impulsor de la iniciativa fue Valentín Arismendi, ministro de Economía y Finanzas desde 1976, junto al presidente del Banco Central del Uruguay, José Gil Díaz. El criterio era disminuir gradualmente el ritmo de devaluación mientras se ofrecía un horizonte previsible a los agentes económicos, habituados a un tipo de cambio volátil y a elevados índices de inflación.

En los primeros años del plan se obtuvieron déficits ligeros e incluso un pequeño superávit. La inflación disminuyó de 83% en 1979 a 42,8% en 1980, 29,4% en 1981 y 11% entre enero y noviembre de 1982, mientras la economía crecía a gran ritmo: el PIB aumentó 6,2% en 1979 y 5,8% en 1980.

Había mucho dinero en el mundo, especialmente "petrodólares" acumulados por los exportadores de crudo, increíblemente enriquecidos, y los bancos locales, que operaban con muy baja regulación, comenzaron a dar créditos a raudales, sin mayor rigor. Prestaban en dólares a personas que trabajaban en pesos.

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Pero desde 1981 la situación cambió. Argentina abandonó en marzo el sistema tabular y las exportaciones uruguayas, afectadas por un tipo de cambio muy alto ("atraso cambiario"), perdieron competitividad y se desplomaron. El sector agroexportador entró en una aguda depresión.

La caída de la recaudación de impuestos hizo crecer el déficit fiscal y amenazó el tipo de cambio. Para sostener el precio del dólar, el gobierno comenzó a utilizar las reservas internacionales a un ritmo cada vez mayor, mientras aumentaba el endeudamiento, en espera de un milagro salvador.

En 1982 el déficit fiscal llegó a casi 18%, tal vez el agujero más grande de la historia nacional, al menos desde que hay registros confiables. El desbalance en las cuentas públicas fue agravado por el desastre financiero del Banco Hipotecario (que estaba otra vez en quiebra, como en 1958, 1964 y 1968), y por la compra de carteras de créditos incobrables a la banca privada, a cambio de préstamos para sostener las reservas del Banco Central.

La compra de carteras problemáticos a cambio de dinero fresco favoreció a los bancos más fuertes, que tenían capacidad de prestarle al gobierno trayendo partidas del exterior, a la vez que se libraban de los malos créditos que habían concedido alegremente.

Descenso a los infiernos

La situación se hizo insostenible en el transcurso de un año marcado además por la recesión y el aumento del desempleo. Los ahorristas se pasaban a dólares y los bancos trataban de mudar sus créditos en moneda nacional a la moneda estadounidense, poniéndoles un revólver en el pecho a los deudores que corrían a refinanciar sus deudas.

En pleno proceso de apertura democrática, desbocado tras la derrota del régimen en el plebiscito constitucional de 1980, los hechos económico-financieros tenían una fuerte implicancia política.

"La política es inconsistente", fue el título del editorial de Búsqueda del 17 de noviembre de 1982, escrito por Ramón Díaz, quien durante largo tiempo había pronosticado que el déficit arrasaría con las reservas y llevaría a la catástrofe.

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A la medianoche del jueves 25 de noviembre, pocas horas antes de las elecciones internas de los partidos políticos autorizados previstas para el domingo 28, el gobierno anunció un feriado bancario y el retiro del Banco Central del mercado cambiario. Fue el adiós a la "tablita". El valor del dólar quedó librado a la oferta y la demanda. Ese día el dólar se había cotizado a 13,8 nuevos pesos. El lunes 29, luego de un amplio triunfo en los comicios de los sectores opositores a la dictadura, el dólar pasó a costar entre 18 y 20 nuevos pesos y siguió escalando hasta cerrar el año en 33,75 nuevos pesos (interbancario). Luego de una leve baja en el verano, durante 1983 la moneda estadounidense osciló entre los 31 y los 33 nuevos pesos.

La quiebra de la "tablita" representó un golpe devastador para particulares y empresas que se habían endeudado en dólares, siguiendo la política oficial, y también afectó al conjunto de la economía: el salario real cayó abruptamente, la inflación pegó un salto, muchas empresas cerraron sus puertas y varios bancos quebraron por las dificultades en recuperar sus créditos o por el retiro de depósitos.

En 1982 y 1983, sumados, el producto bruto (PIB) cayó 21%, un pozo enorme.

Las crisis cambiaria, bancaria y de deuda pública se alimentaron entre sí. Los efectos del fin de la tablita se prolongaron durante años. Valentín Arismendi fue sustituido en diciembre de 1982 al frente del Ministerio de Economía y Finanzas por Walter Lusiardo Aznárez.

Próxima nota: Moneda y economía durante la transición hacia la democracia. Brasil y Argentina: unos vecinos locos

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