KARIM JAAFAR / AFP

La vida desde los once pasos

El mundial a la vista reactiva la posibilidad de finales interminables y agónicos decididos por tiros penales

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19 de junio de 2022 a las 05:00

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Después de un partido para el olvido, aburridísimo incluso en los pocos momentos de emoción que tuvo, que duró 120 minutos, pero que podría haberse prolongado tres veces más tiempo y terminado igual cero a cero, tal como terminó, Australia clasificó al mundial de fútbol de Catar tras derrotar en tanda de penales a Perú, selección que en la copa América de 2019 nos había eliminado por la misma vía, desde los once pasos. ¿Es justo que un partido se decida mediante penales? No, pero como el fútbol es una metáfora de la vida y esta no se caracteriza por ser justa, pasó lo que debía pasar. El azar y el cansancio influyeron en el resultado. El futbolista peruano Alex Valera, que perdió su oportunidad de alcanzar la gloria nacional, se acordará el resto de su vida del pequeño gran fracaso tenido y que aconteció en cuestión de segundos, instantes breves de los que ni el implicado tuvo noción exacta. 

Perú no va a Catar. Los peruanos se lamentan de la mala fortuna, de haber quedado fuera una vez terminada la interminable eliminatoria sudamericana que les inyectó esperanza en la última fecha. Por meses se ilusionaron con ir al mundial del desierto, pero en su caso el premio quedó desierto. Los uruguayos, que quedamos fuera en una situación similar contra los australianos en 2005, aun recordamos los penales marrados por Estoyanoff y Zalayeta. La injusticia del fútbol a la hora de los once pasos afecta tanto al grupo como a las figuras individuales, las cuales terminan siendo las más perjudicadas a la hora de recordar lo sucedido. Hay futbolistas a los cuales no les ha alcanzado una sola vida para olvidar el suplicio de haberle pegado mal a la pelota cuando de lo único que se trataba era de que entrara al arco y no terminara en las manos del arquero o en los de algún espectador en la tribuna. 

En 1990, en el mundial de Italia, Uruguay estaba jugando un partido excepcional contra España, hasta que Rubén Sosa erró un penal. Casi pincha la pelota de tan fuerte que le pegó, pero no logró meterla entre de los tres palos. El balón compitió con las nubes. Ni el futbolista ni sus compañeros se recuperaron del palazo en contra y pasaron sin pena ni gloria por canchas italianas, por más que consiguieron derrotar en forma agónica a los surcoreanos, los cuales volverán a ser nuestros contrincantes en Catar. Por cierto, el resultado de la final de ese mundial, entre Alemania y Argentina, la decidió un penal cobrado por un árbitro llamado Codesal, nacido en Uruguay y nacionalizado mexicano. La de Italia 1990, entre Argentina y Alemania, fue posiblemente la peor final mundialista de todos los tiempos, aunque fue casi tan peor como la de cuatro años después, en territorio estadounidense, cuando Brasil le ganó a Italia tras paupérrimo partido en el cual ambos equipos jugaron para la tanda de penales.

Los futbolistas erran penales por diferentes razones, pero en la mayoría de los casos, tras 120 minutos corriendo varios kilómetros en la cancha la razón suele ser por cansancio físico y mental. Grandes jugadores erraron penales en instancias decisivas. Muchos extraordinarios han debido cargar el estigma de haber errado un penal que en determinado partido representaba la vida mancomunada de una institución o de un país. El caso más determinante es el de Roberto Baggio. 

El notable futbolista nacido en Vicenza ganó en 1993 el Balón de Oro de Europa y el premio FIFA World Player. Al año siguiente tuvo una actuación memorable en el mundial disputado en Estados Unidos, razón principal, sin dudas, para que la selección italiana llegara a la final. Sin embargo, después de un muy malo y extenuante partido, con alargue incluido, Baggio erró el último y definitivo penal, lo que le permitió a Brasil coronarse campeón. Esos segundos fatídicos, que incluyeron acomodar la pelota y luego tirarla por encima del arco, marcaron la imagen de su legado, de manera injusta.

Los uruguayos entramos en pánico cada vez que nuestra selección debe decidir un partido mediante tiros penales. ¿Por qué siempre o más que muy a menudo terminamos perdiendo por penales? Es una historia archiconocida, tanto a nivel de clubes como de selecciones. Sin embargo, hay dos ejemplos memorables favorables, los triunfos ante Ghana y Argentina, por el mundial de Sudáfrica 2010 y por la Copa América 2011, respectivamente. Pero son infinidad las frustraciones vividas porque uno o varios futbolistas erraron el tiro desde los once pasos cuando la buena puntería era la única opción. La derrota ante Italia en las semifinales de la Copa Confederaciones en 2013 es uno de los ejemplos adversos que me vienen a la memoria.

Para miles de millones de personas, el fútbol resulta un deporte aburrido, sumamente aburrido, en el cual 22 futbolistas pueden jugar por 120 minutos sin hacer un gol y, para peor, luego erran los penales. Con los ratings televisivos no se puede hacer ficción. El público decide, y si el espectáculo, supuestamente espectacular, naufraga en la inercia disfrazada de emoción, entonces el control remoto llega más bien como grata salvación. Viendo matches mediocres por una instancia pre-mundialista, como los dos vistos esta semana, cualquier espectador exigente o recién llegado al fútbol se preguntará en forma racionalmente crítica: ¿serán así de tediosos los partidos a disputarse en suelo catarí? 

El fútbol no siempre es el mejor antídoto contra el tedio. Todo lo contrario. Los dos últimos partidos de ‘repesca’ para ir al mundial, Australia-Perú, y Nueva Zelanda-Costa Rica tuvieron un solo gol de cancha. Ambos fueron una antología del aburrimiento, esto es, representaron el peor preámbulo posible para lo que vendrá luego. Claro, cualquiera puede pensar que fueron partidos entre selección de bajo nivel, y que ninguna de las dos selecciones clasificadas en la posdata tendrá chance alguna de pasar la fase de grupo. Es muy posible. Eso en definitiva no es lo que importa, sino un hecho convertido en imán de multitudes. La próxima copa del mundo será como un lago al que irán a entonar su canto final varios cisnes con historial ilustre. Varios de los mejores delanteros de la historia dirán adiós vestidos con shorts y camisetas de manga corta. Messi, Ronaldo, Suárez, Cavani, Lewandowski. Por ahí Catar se transforma en un espectáculo memorable, incluso a la hora de patear penales. Ojalá así suceda, pues el escapismo asociado al fútbol es inimitable. La única adicción saludable –aparte de la lectura–que abre universos propios en la imaginación cuando más la necesitamos. 

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