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La vida entera: una tormenta, un parto difícil y 30 años de historias

El 22 de octubre de 1991 se imprimió el primer número de El Observador Económico, pero también nacieron otras historias que llevan 30 años de vida
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22 de octubre de 2021 a las 05:00

La creencia popular asegura que las tormentas propician los partos. El 22 de octubre de 1991 el cielo se iluminó y dio paso a un aguacero que bañó el país en una tormenta que dejó a su paso varios nacimientos.

Que las hay, las hay.

La sede del nuevo diario estaba ubicada en una casona que al frente daba a la plaza Matriz: Ituzaingó 1389. Habían sido días, semanas, meses de trabajo y planificación que llegaban a la hora límite: El Observador Económico tenía que salir a la calle. “Cerrar aquel ejemplar fue un parto. Y parimos con dolor. Ni todos los número cero que habíamos preparado ni los puntillosos cronogramas de entrega de páginas que se habían distribuido fueron capaces de lograr que los periodistas se desprendieran tan fácil de aquel hijo. Así que llegamos a la imprenta con varias horas de retraso y solo el esfuerzo de muchos anónimos evitó que debutáramos como involuntario vespertino”, escribió 20 años después Álvaro Amoretti, periodista y ex editor del área de Economía.

Tres horas antes y a 375 kilómetros, en medio de la tormenta eléctrica, Manfred y Rosemarie Klaassen intentaban llegar desde la colonia Gartental hasta la ciudad de Paysandú para recibir a su primera hija. Llegaron a tiempo y este parto, en cambio, no tuvo complicaciones. Mónica nació sobre las cuatro de la mañana.

Rosemarie Klasseen esperando a Mónica en 1991

Mientras tanto, los periodistas seguían pegados a la rotativa con la expectativa de ser los primeros en leer el nuevo diario. El primer ejemplar del periódico se imprimió en la imprenta Sudamericana y ahí estaban, atestiguando el alumbramiento, cuando se perdió una página. La famosa página 4 faltaba, se había perdido en el proceso de impresión y cada minuto podía hacer la diferencia entre el éxito y el fracaso de un diario que tenía que llegar a los lectores a tiempo. Finalmente, tras el hallazgo, tuvieron a la criatura en manos.

El Observador Económico llegaría a los kioscos como un proyecto periodístico independiente que tomaría contacto con sus lectores cinco días a la semana. Las 32 páginas que conformaron el primer número tenían un 74% de noticias de política y economía y un costo de 2.300 nuevos pesos. Un recuadro en la esquina inferior izquierda que advertía la posibilidad de tormentas, y pronosticaba una temperatura mínima de 15º y una máxima de 26º.

Lanzamiento de El Observador Económico, 1991

También en Montevideo, sobre el mediodía en una sala de la Asociación Española, un médico escuchaba latidos cada vez más débiles. Lo que se esperaba que fuera un parto natural encendió las alarmas y terminó en una cirugía de urgencia: “Madre, hay que hacer una cesárea”. Un contingente de familiares esperaba en la sala a Victoria Baumgartner, que llegó sobre las 13:30 cuando la tormenta ya había alcanzado la capital.

Victoria Baumgartner en su infancia

A esa hora las noticias del primer número de El Observador ya se comentaban en las radios, los noticieros y las conversaciones casuales de sobremesa, después de que los propios periodistas atravesaran la ciudad en el Volkswagen Escarabajo del editor de Política, Alfonso Lessa, para presentar a la criatura en los principales medios de la capital. Así se enteraron, por ejemplo, de que se avizoraba un sistema previsional mixto y que había diferencias en la implementación de un sistema de flotación cambiaria a la interna del equipo económico.

En el verano de 1994 la madre de Mónica estaba embarazada nuevamente, esta vez de mellizos. “Con una panza de explotar” hizo la mudanza hacia colonia El Ombú, una colonia agrícola menonita en el departamento de Río Negro, y la niña se mudo a su segundo hogar después de cumplir los tres años. Al mismo tiempo El Observador también cambió de casa. Desde ese año hasta 1996 instaló la redacción en un edificio de la calle Florida esquina Soriano.

Redacción de El Observador en Florida y Soriano

El periodismo hace 30 años solo se concebía en tinta sobre papel. Pero los años ampliaron la audiencia y las plataformas de un oficio que aún mantiene su esencia. Ya en 1995 El Observador fue el primer diario uruguayo en estar disponible en internet.

El acceso a aquel mundo en red fue una revolución, sobre todo en relación a la información. “Yo no podía creer que uno ingresaba y te devolvía toda esa información, que antes había que revisar libros, revistas y enciclopedias. Hoy en día uno diría que demoraba una eternidad pero en ese momento era una facilidad que impresionaba”, recuerda Mónica. Si recordás del ruido que hacía el módem al conectarse a la red seguro tenés más de 25 años. Asociado a aquel chillido cibernético Victoria también recuerda el grito de su madre: “¡Tengo que hablar por teléfono!”. Porque, atención centennials, no se podía hacer las dos cosas al mismo tiempo.

Mónica Klaassen en su infancia

Cinco años después de su lanzamiento, la segunda sede del diario quedó pequeña y en setiembre de 1996 volvió a mudarse, esta vez hacia Cuareim 2052, donde funcionó durante 24 años. La zona de La Aguada fue entonces el escenario que vio crecer el medio y a los periodistas que allí trabajaron. También a Victoria, que caminó todos los días por aquellas veredas desde una escuela vecina hasta la casa de su abuela. Una niña tranquila pero curiosa, que ya siendo adulta reconoce que la edad de los por qué le duró más de lo habitual.

Esa época de cuestionamientos, preguntas e intentos por entender el mundo es algo afín al periodismo, una característica que desde el comienzo se propuso el medio de prensa: llevar el análisis de la realidad más allá de la noticia. Durante su infancia, El Observador dejó atrás su apellido, y pasó a publicarse los siete días de la semana, con suplementos culturales, agropecuarios, deportivos, revistas y coleccionables. Llegó a las casas de los uruguayos también los fines de semana, cuando se instalaba en las mesas de desayuno y las charlas de café. Mónica y Victoria recuerdan que se compraba el diario los domingos en la casa familiar o se heredaba de una casa vecina.

Redacción de El Observador en La Aguada

La memoria es un archivo de experiencias, modificado en ocasiones los años, donde las noticias se cuelan por algunos márgenes de los recuerdos. El cambio de milenio fue un mojón para Mónica, que no se olvida del revuelo mediático, la decoración de las calles y las historias de los festejos que llegaban desde Montevideo y, a través de los medios, de las ciudades del mundo. Para El Observador la llegada del nuevo milenio significó la inauguración de su propia imprenta. 

Inauguración de la imprenta en Cuareim 2052

El atentado contra las Torres Gemelas, el casamiento de los reyes de España y el conflicto con Argentina por la instalación de Botnia en este margen del Río Uruguay, también están entre las noticias que se colaron en sus archivos personales mezclados con recibimientos universitarios, viajes por el mundo, casamientos y la llegada hijos propios.

Victoria y Mónica festejaron sus cumpleaños de 15 con vestidos blancos impolutos, bailes de vals y tortas de varios pisos el mismo día de 2006. Ese año recibieron sus primeros teléfonos celulares. Dispositivos con pequeñas pantallas y tapitas rebatibles. En 2004 El Observador ya había generado la primera aplicación nativa para teléfonos celulares, que al día de hoy son el principal medio por el que los lectores acceden a la información: más del 70% de los consumidores reciben las noticias en su celular.

Los hábitos de consumo se modificaron y las noticias no son ajenas a la revolución digital. "Uno mira los titulares de las noticias en el celular. Entro directamente a las páginas de los diarios, leo los titulares y entro a los artículos que me interesan", explica Mónica. Victoria, en tanto, perdió el hábito de buscar en las páginas de los medios antes de empezar el día, pero accede a las noticias a través de las redes sociales y se rehúsa a quedarse solamente en la lectura del título. 

El 2020 llegó con un golpe global. La pandemia ocasionada por un virus hasta el momento desconocido se extendió por Uruguay y desembarcó en la portada de todos los diarios. Sin embargo, no llegó a El Ombú. "Si no fuera por los medios capaz que no me enteraba o no conocía las recomendaciones para evitar el covid", comenta ahora Mónica, que destaca la relevancia de la prensa para los lectores.

En 2020 El Observador volvió a mudar su sede, esta vez hacia Ejido y San José

El Observador y sus periodistas tuvieron que adaptarse al trabajo remoto antes de volver a empacar para una nueva mudanza. La sede regresó al centro, instalándose hacia el final del año en Ejido y San José, donde lo encuentra ahora un nuevo aniversario. 

Victoria desde pequeña tuvo claro qué quería hacer de su vida. Hoy es arquitecta, además de amante de los viajes y la danza. Mónica es podóloga, se casó hace siete años y cuenta que, a pesar de sus intentos de "vivir en una ciudad grande", el amor la encontró en el lugar donde menos lo esperaba: el barrio de toda su vida. Ahora pasa su cumpleaños esperando a su tercera hija. Quizás las lluvias pronosticadas para el semana repitan la historia.

Treinta años no es nada, y es toda una vida. O varias.

*Este artículo forma parte de la edición especial 30 años de El Observador.

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