Pancho Perrier

Lacalle Pou, el TLC con China y una pregunta que resumirá su legado: ¿se animará?

El inicio formal de las negociaciones es un triunfo en la política diaria, pero será una nota al pie en los libros de historia. Avanzar puede llegar a ser el único legado perdurable del gobierno de Lacalle

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15 de julio de 2022 a las 16:27

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El legado de un presidente se resume en conceptos bien fáciles de identificar. No más de tres o cuatro, polémicos o no, pero que son los que quedan grabados en la gente a lo largo de la historia. La estrategia de Julio María Sanguinetti respecto a la salida de la dictadura en su primera presidencia. El nacimiento del Mercosur en el gobierno de Luis Lacalle Herrera, la reforma de las jubilaciones del segundo gobierno de Sanguinetti. El Plan Ceibal, la reforma impositiva, la reforma del sistema de Salud del primer gobierno de Tabaré Vázquez. Los derechos sociales (aborto, marihuana, matriomonio igualitario) en la presidencia de Mujica. 

También puede recordarse a un gobierno por grandes hechos negativos: la derrota del plebiscito de las empresas públicas o los casos de corrupción para Lacalle Herrera, la aftosa y la crisis de 2002 para Jorge Batlle, la consolidación de la violencia narco, la renuncia del vicepresidente y la inacción general en el segundo gobierno de Tabaré Vázquez.

¿Por qué será recordado en la historia el gobierno de Lacalle Pou? Por ahora, cuando su mandato se acerca a la mitad, solo se puede decir una cosa: la pandemia.

Por ahora, ninguno de sus grandes objetivos de gestión quedarán marcados en letras mayúsculas de los libros de historia. La reforma de las jubilaciones no parece tener futuro, al menos en este mandato, porque en el gobierno no quieren asumir el costo de votarla solo. A la reforma del Estado le bajaron un cambio buscando consensos para que pueda salir algún día, las reformas en la educación serán menos que las que se proponía el gobierno y por ahora no involucraron al bachillerato, donde está el problema más grave de una juventud que no está suficientemente preparada para el trabajo del futuro. La política de seguridad se va conformando con lo posible dentro de un panorama complejo.

Mientras el gobierno de Lacalle Pou empieza a pensar en tiempos electorales pensando en 2024, esta semana se anotó un gol: anunció la firma del estudio de factibilidad para un eventual Tratado de Libre Comercio (TLC) con China, y con ello el inicio de las negociaciones formales. Es el paso más lejano que haya logrado ningún gobierno en los últimos años. 

Es una victoria importante, pero pequeña en el largo plazo. En la política diaria es resaltable. En el libro de historia puede llegar a ser una nota al pie.

Pero a su vez también es un buen resumen del microcosmos de la gestión Lacalle Pou: ¿se animará a dar un paso relevante? 

La apuesta es riesgosa: avanzar con China significa incomodar al Mercosur. El bloque no funciona como debería, aprisiona a Uruguay en una letanía que le mantiene cerrados mercados que, como país pequeño, necesita como el agua. Pero la peor versión del Mercosur igual le significa el 24% de las exportaciones, por lo que no puede renunciar a ella. Y como el Mercosur no quiere que Uruguay se corte solo, y como un TLC con China es prohibitivo para los socios mayores por su mayor industrialización, la fuerza del statu quo es la que gana hace un buen tiempo.

Pero al mismo tiempo es una gran oportunidad (¿la última?) para que la presidencia de Lacalle Pou no termine recordándose como una sucesión de intenciones que quedaron frenadas por la coyuntura política diaria. Como un gradualismo que no logró cambios de fondo. Lo cual no tiene solo consecuencias en los libros de historia: si el gobierno actual no cambia nada de fondo respecto a los del Frente Amplio, solo puede significar dos cosas: o que no tuvo capacidad para hacerlo, o que lo que hizo el FA no estuvo tan mal, y por lo tanto que su vuelta es un paso lógico en la evolución política del país.

Es cierto: la pelota está más en cancha de China que de Uruguay Si Beijing decide no avanzar, sea por motivos internos, geopolíticos o para no pelearse con Brasil, Lacalle Pou estará atado de manos. A su vez, el presidente también arriesga mucho si decide avanzar sin mirar atrás. Su éxito depende delicadas negociaciones a la interna del Mercosur, y los tiempos tampoco lo ayudan: es probable que a fin de año asuma en Planalto Lula de Silva, con lo que la ventana de oportunidad de firmar el TLC con aval de Brasil se cerraría definitivamente y solo quedaría la chance de un botón rojo respecto bloque regional que pondría a Uruguay en territorio desconocido.

Quizás sea una disyuntiva injusta, y el presidente, a pesar de su intención de firmar, no tiene las apuestas a favor para que el TLC termine cayendo de su lado. Pero no es menos cierto que, al día de hoy, es su chance más clara de anotarse un triunfo en su legado histórico, y eso debería darle la imrponta a la velocidad e intensidad de las gestiones políticas de los próximos días. Por eso, a pesar de los pesares, la pregunta es válida: ¿se animará?

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