L. Carreño

¿Qué le faltó al discurso de Lacalle Pou para brillar?

Lacalle dio una señal de republicanismo y unidad nacional envidiable para otros países, pero perdió la chance de infundir optimismo y dar señales más claras de hacia dónde va el Uruguay post-pandemia

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03 de marzo de 2021 a las 08:28

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Republicanismo sí. Unidad nacional, también. Rendición de cuentas, muchísimo. Propuestas para adelante, algunas. ¿Qué le faltó al presidente Luis Lacalle Pou este 2 de marzo ante la Asamblea General? Épica, relato, pero sobre todo fijar un horizonte más claro de hacia dónde va el país más allá de medidas concretas.

El primer saldo de su discurso es positivo. Más si se ve cómo lo recibía parte de la oposición y la odiosa comparación de siempre con los vecinos.

Un día antes el presidente argentino Alberto Fernández se presentó ante el Poder Legislativo de su país para el discurso que por ley debe dar el mandatario  cada 1° de marzo para dar comienzo a las sesiones ordinarias del Congreso. Allí Fernández tiró a la basura rápidamente su promesa de campaña electoral de trabajar desde el gobierno para achicar la grieta política que parte al medio a esa sociedad.  Hizo un discurso encendidamente político partidario y muy crítico de su antecesor Mauricio Macri. 

Lacalle fue por un camino absolutamente diferente desde el otro lado del río. La oposición uruguaya, o al menos parte de ella, recibía al presidente con una piedra en cada mano. Minutos antes del discurso, el MPP compartió en sus redes sociales un video de pobre contenido y forma en el que lejos de aportar a un debate compara promesas de campaña pre-pandemia con resultados de una crisis que es mundial.

Pero Lacalle obvió todo ello. “Hoy no venimos a hablar de herencias.  No es momento”, aseguró. Y si bien al decirlo, como siempre, dejó caer una pequeña crítica (“aunque pueden ser válidas” las excusas del pasado, dijo), tuvo un tono absolutamente republicano y de unidad nacional. 

Ya el gesto de decidir ir a la Asamblea General sin tener la obligación de hacerlo, a exponerse a hablar ante todos los parlamentarios y por tanto atraer tantas miradas, es un gesto republicano que habla de la forma de ejercer el poder que tiene Lacalle. 

La mayor parte de su discurso lo dedicó a rendir cuentas de su primer año de gestión. Y dedicó muchísimo tiempo a eso:  más de 45 minutos que por momentos se volvieron tediosos ante tanta cifra y dato. Se pareció a los largos discursos del expresidente Tabaré Vázquez, también cargados de datos y cifras imposibles de seguir para la enorme mayoría de la audiencia. 

Pero rendir cuentas es para lo que pidió ser recibido: “Informar al Poder Legislativo, al inaugurarse las sesiones ordinarias, sobre el estado de la República y las mejoras y reformas que considere dignas de su atención”, dice la Constitución sobre el mecanismo que usó el mandatario este martes.

Leonardo Carreño
Lacalle habló una hora ante diputados y senadores

A la segunda parte, la de las reformas o propuestas, le dedicó menos tiempo. Hizo anuncios, que a parte de sus socios conformaron pero a otros les dejaron gusto a poco. Esa última parece ser la reacción inicial al menos de Guido Manini Ríos, que dio a entender que esperaba más. En la izquierda, si bien la orgánica pidió esperar al miércoles para opinar, ya algunos dirigentes (como el exviceministro Pablo Ferreri) dejaron claro que las medidas anunciadas por el gobierno les parecieron insuficientes. 

Más allá de esos matices, el discurso de Lacalle fue correcto. Pero no deslumbró. Pudo marcar un rumbo más claro de cómo va a ser el Uruguay post-pandemia. Pudo ser una inspiración más fuerte en momentos donde parte de la población se ilusiona con el inicio de la vacunación y ansía una recuperación económica. En ese sentido, la oportunidad de infundir optimismo no fue aprovechada. 

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