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Las patas cortas
Que la mentira tiene patas cortas es un viejo refrán español que tiene mucho de verdad. Podría perfectamente aplicarse a la polémica generada en las últimas horas tras la denuncia de una presunta golpiza a un joven empleado municipal que volvía a su casa en La Teja.
Antes, desmentir una mentira era más complejo ya que no existía la tecnología adecuada para poder refutar los hechos que no eran verdad. La credibilidad, por lo tanto, era un capital insustituible a la hora de narrar hechos, casi tanto o más que propios testigos presenciales.
El vertiginoso desarrollo de las cámaras de vigilancia, los videos y el hecho de que hoy casi todo se graba ya sea en una filmadora, una Go-Pro o en el propio celular hace que las mentiras, para que sean creíbles, tienen que estar muy bien diseñadas. En estos días que corren es fácil instalar un rumor, pero es cada vez más difícil sostener una mentira mucho tiempo.
El lamentable episodio que tiene como centro a un empleado municipal que acusa a un par de policías de haberlo insultado, perseguido, golpeado y hasta baleado, es un signo de los tiempos. Es apenas un pequeño renglón de la disputa brutal que vive el mundo entre lo que realmente pasa y lo que algunos quieren que pase. Es una disputa acicateada por la histeria de los contenidos que circulan en las redes sociales y que los inescrupulosos utilizan para desestabilizar, mentir o dañar.
En Uruguay esa disputa para la cual la humanidad no estaba lista, se pudo apreciar en el hecho mencionado de la presunta represión violenta al empleado municipal miembro de ADEOM. Todo ocurrió en el marco del inicio de un largamente esperado cambio en las políticas públicas en relación a la seguridad. El desarrollo de los hechos evidencia una clara intención de incidir, afectar e intentar perjudicar al ministro del interior, Jorge Larrañaga.
“Ni una manija ni la otra, ni ‘se terminó el recreo’ para los izquierdistas ni ‘todos los policías son violentos’”, dijo el presidente del PIT-CNT, Fernando Pereyra al referirse al episodio que cobró relevancia tras una inverosímil entrevista radial al denunciante, donde dijo que una bala le había pegado en la pierna y que había sido sometido a todo tipo de prepotencias y violencia física y sicológica.
Por ahora es la versión del denunciante y de su abogada contra el relato apoyado en imágenes que cualquiera puede ver del ministerio del Interior, presentado a la fiscalía por sus autoridades. Uno de los dos actores miente a cara de perro pese a que la evidencia presentada deja claro que no es el ministerio del Interior quien falta a la verdad.
La ciudadanía viene constatando una mayor presencia policial en los barrios de todo el país. También se sabe que la policía siente que hay un poder político atrás respaldando su accionar como nunca antes en los últimos 15 años. Hay gente a quienes el cambio parece molestar e incomodar.
La Policía Nacional se convirtió en los primeros días de la gestión del nuevo gobierno en un actor preponderante de la agenda. El apoyo que recibe de la población en este marzo de 2020 debería servir de aliciente para ceñirse a los protocolos de conducta, a los reglamentos y a la ley. De lo contrario versiones imposibles de confirmar como la que dio el funcionario municipal empezarán a correr como reguero de pólvora y a diseminar falsedades que desacreditan la noble función policial, herramienta clave para el buen funcionamiento de la sociedad y salud de la democracia.
