No. Afrodita no era la diosa del amor. No al menos del amor romántico. Para los griegos antiguos –y para los romanos, pero bajo el nombre de Venus– la deidad era el símbolo máximo del erotismo, de la sensualidad, de aquello que despertaba los impulsos más desbordados y carnales. En criollo, era la representación de la “calentura”. Es lógico, entonces, que utilicemos el término “afrodisíacos” para definir a todos esos alimentos que, de alguna manera, nos disparan las ganas de protagonizar algún que otro encuentro sexual. En teoría, bajo sus efectos las hormonas se nos disparan, la libido sube a tope y el momento mismo del sexo cobra otro significado. O gana poder, fuerza, como quieran llamarlo.
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