Leonardo Carreño

Los jóvenes corazón de la transformación educativa

Los jóvenes corazón de la transformación educativa. Opinión, por Renato Opertti

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12 de octubre de 2022 a las 05:02

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En el marco de la Cumbre “Transformación de la Educación” convocada por el Secretario General de Naciones Unidas, Antonio Guterres (Nueva York, 16-17 y 19 de setiembre), se presentó la “Declaración de la Juventud sobre la Transformación de la Educación” cuyo objetivo es impulsar el compromiso político sobre la necesidad de transformar la educación y construir la apropiación de los jóvenes sobre este proceso” (Naciones Unidas, 2022). Se gestó como resultado del proceso liderado por la Oficina del Enviado del Secretario General para la Juventud donde participaron unos 450 mil jóvenes en encuentros internacionales y nacionales.

La declaración constituye un punto insoslayable de referencia para repensar la educación y los sistemas educativos desde una mirada intergeneracional componedora, fina, propositiva y transformacional. No se trata de una mirada endógena, que podría pecar de enclaustramiento y/o soberbia generacional, sino todo lo contrario, desde los jóvenes, se delinea una agenda robusta abierta a la construcción colectiva que involucra a múltiples instituciones y actores societales y educativos con sensibilidades y afiliaciones diversas.  Veamos algunas de las aristas de la declaración que entendemos como fundamentales.

En primer lugar, los jóvenes se posicionan “como socios y colaboradores a lo largo del proceso” de transformar la educación. Ya no es cuestión de exigir ser consultados y escuchados o si se quiere de rastrear sus valoraciones en los documentos donde se explicitan los cambios sino de corresponsabilizarse en la promoción y generación de los mismos. Como ellos mismos dicen “no esperamos ninguna invitación para transformar la educación”. En efecto, los jóvenes expresan la necesidad de diálogos y construcciones colectivas intergeneracionales en pie de igualdad y de asunción de responsabilidades compartidas con el mundo adulto en transformar el estado de la educación. Lisa y llanamente los mismos exigen estar representados e involucrados en los “órganos políticos y de toma de decisiones” lo cual plantea el desafío de rever la gobernanza del sistema educativo ensanchando sus bases de legitimidad y sostenibilidad. Ya no se sostienen modelos de gobernanza anclados en un arriba hacia abajo que solo prescribe y mandata.

En segundo lugar, los jóvenes reafirman la perentoriedad de un enfoque “interseccional, intersectorial y transversal” para hacer efectivos los principios de los “derechos humanos, el desarrollo sostenible, la igualdad de género, la justicia climática, la inclusión, la equidad, la igualdad y la solidaridad”. Claramente esta visión conecta con una agenda internacional en educación que, promovida por Naciones Unidas, y en particular por Unesco (2022), se va configurando como más integral, audaz, aspiracional e inspiracional que en el período prepandémico. Por un lado, el enfoque interseccional ayuda a visibilizar mentalidades y prácticas discriminatorias que alumnas y alumnos padecen en sus oportunidades de aprendizaje, por sus identidades de género, étnica, raza y clase social, entre otras fundamentales. Por otro lado, el enfoque intersectorial alude a la necesidad de entender la educación como parte del entramado de políticas sociales mutuamente vinculantes en sus concepciones, desarrollos e impactos. Asimismo, el enfoque transversal nos hacer ver que los temas de formación que hacen a concepciones de persona, ciudadanía y sociedad, deben tener una progresión y una continuidad en su abordaje y profundización que comprometa a los diversos niveles educativos en su concreción.

En tercer lugar, los jóvenes ponen la mirada en el para qué, el qué y cómo educamos y aprendemos que generalmente se conoce como currículo. Se insta a que se “desmantelen las actitudes coloniales, racistas, misóginas y otras actitudes discriminatorias, así como a reconocer el valor de los conocimientos indígenas y locales”. Se trata de interpelar visiones y prácticas curriculares que reproducen esquemas colonialistas de formación en desuso desde hace larga data en las “metrópolis” así como toda negación de la diversidad y de su estigmatización. Un tema particularmente crítico anotado por los jóvenes refiere a “los estereotipos de género nocivos”.

Asimismo, la resignificación de los conocimientos ancestrales a la luz principalmente de los desafíos de sostenibilidad que enfrentan las sociedades a presente y futuro, es piedra angular de una visión endógena del currículo que, abriéndose al mundo, asume el desafío de la contextualización cultural y social a cada entorno en particular.  La transversalidad de los conocimientos locales en el currículo supone repensar los conceptos claves y los contenidos esenciales en que se forman a las nuevas generaciones y, asimismo, lograr que los conocimientos provenientes de diversas fuentes puedan integrarse para que tengan sentido en las vidas individuales y colectivas de los jóvenes.

En cuarto lugar, los jóvenes alegan en torno a un concepto amplio de “educación inclusiva que acepte la diversidad y garantice la plena participación de todos los estudiantes en el mismo ámbito de aprendizaje”. En efecto, se enumeran una multiplicidad de factores discriminatorios –entre otros, vinculados a aptitudes, género, etnia y orientación sexual– que atentan contra una concepción educativa que tenga como norte de referencia que todos los alumnos puedan encontrarse en una misma aula reconociendo sus diferencias y apoyándose mutuamente. El apuntalamiento de la diversidad en su integralidad supone superar pensamientos y acciones binarias que clasifican y que muchas veces estigmatizan a los estudiantes en función de sus condiciones y capacidades especiales. En realidad, como señala insistentemente la Unesco (2022), la educación inclusiva se sustenta en el reconocimiento que todas y todos somo seres especiales que podemos apoyar y que necesitamos ser apoyados.

En quinto lugar, los jóvenes reafirman la necesidad de avanzar hacia una educación verde que, como tema transversal de formación, tienda a “desarrollar las habilidades y los conocimientos necesarios para aumentar la resiliencia, mitigar los efectos de la crisis climática y garantizar la justicia climática”. Al mismo tiempo de preparar a las nuevas generaciones para que puedan fortalecer sus capacidades de respuesta frente a las adversidades climáticas, se plantea la necesidad que los costes de responder antes tales situaciones se sustente en una justa asignación de responsabilidades.

En sexto lugar, los jóvenes alegan en torno a una concepción de la educación, que, promoviendo la libertad académica, “estimule el pensamiento crítico, la imaginación, la comunicación, la innovación y las habilidades socioemocionales e interpersonales, e inviertan en la lucha eficaz contra la desinformación”. Resulta clave estimular y resguardar la libertad y el pensamiento autónomo del alumno con la firme intención que pueda equiparse de todos los anticuerpos necesarios para prevenir y defenderse frente a todo intento de manipulación de sus opiniones. La libertad es, en definitiva, el cimiento del desarrollo de seres pensantes, autónomos, críticos y propositivos.

En séptimo lugar, los jóvenes son conscientes de la necesidad de garantizar que “todos los niños puedan recibir una educación temprana y aprendan a leer, escribir y matemáticas básicas en la escuela primaria”, lo cual reafirma la pertinencia de poner el foco en las alfabetizaciones entendidas como fundamentales para sostener otros tipos de aprendizajes de relevancia. Se delinea, pues, una agenda de transformación educativa que coloca diversos contenidos formativos como complementarios en sustanciar el derecho a gozar de una educación equitativa de calidad promoviendo “el desarrollo de los valores personales y colectivos y el compromiso cívico de los niños y la juventud”.

, las capacidades para eliminar barreras “legales, financieras y sistémicas” que obstaculizan el derecho a la educación principalmente de “juventud migrantes, refugiados y desplazados”. Por un lado, se trata de garantizar la continuidad de los aprendizajes entre niveles, y por otro, de reconocer múltiples tipos de formaciones para acreditar y continuar estudios. Subyace a este planteamiento la aspiración de avanzar hacia sistemas educativos facilitadores de sinergias entre las ofertas educativas y ambientes de aprendizajes formales, no formales e informales.

En octavo lugar, los jóvenes hacen un claro y comprehensivo llamamiento a invertir estratégica y sosteniblemente en educación. Entre otras áreas, se menciona la inversión en educación verde y digital, formación técnica y profesional, investigación y empleo, así como en la “seguridad social para proteger la trayectoria educativa de todos los niños y la juventud”. Asimismo, la inversión tiene que ser sostenida por el aumento y la protección del financiamiento a niveles nacional e internacional, forjando múltiples partenariados y con foco en las personas y grupos más vulnerables.

En noveno lugar, los jóvenes señalan la relevancia de dignificar la formación y el desarrollo profesional docente, así como las condiciones de trabajo y del ejercicio profesional. Se trata de generar condiciones para lograr renovados marcos de entendimiento y de colaboración entre los jóvenes y los educadores. Asimismo, y reforzando el concepto amplio de diversidad que sustenta la propuesta de los jóvenes, se alude a la necesidad de contratar profesores de comunidades vulnerables y marginadas. En efecto, la diversidad se fortalece si se la entiende y apoya desde una perspectiva integral incluyendo y entendiendo a educadores y alumnos.

La declaración de los jóvenes delinea valiente y propositivamente una agenda de cambios deseables y posibles. No se “pasa la pelota” al mundo adulto sino los jóvenes asumen su cuota de compromiso y responsabilidad en la ideación y concreción de las transformaciones. Tampoco se trata de que solamente los sistemas educativos abran sus compuertas y digan tomar en cuenta lo que expresan los jóvenes aun inclusive rastreando y documentando sus valoraciones. El desafío parece estar en cambiar las maneras de entender la educación como un renovado contrato social de puertas vaivenes entre sistemas educativo, jóvenes, sistema político y sociedad.

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