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Los niños que aprenden y disfrutan entre lechugas y espinacas

En la escuela 309, en el barrio Santa Catalina, 600 alumnos están deseando que llegue el día de estar en la tierra y muchos trasladaron la actividad hortícola a sus casas

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26 de octubre de 2020 a las 05:00

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"Otra más para la heladera”, dijo Inés, de rodillas en la tierra cuando cosechó espinacas en la huerta de la escuela donde cursa tercer año –la escuela N° 309 de Santa Catalina, en Montevideo–. Más temprano había cosechado lechugas con sus compañeros y la maestra, Lorena Díaz. Todo lo que se produce en esa huerta se consume en la escuela, donde se eligen las recetas y se hacen las elaboraciones.

En marzo, cuando las clases comenzaron, antes de la emergencia sanitaria por el covid-19, todos los alumnos degustaron, por ejemplo, un dulce de boniato totalmente producido en la escuela. Y, por supuesto, el encanto adicional para ellos es que esos boniatos se produjeron en esa huerta, donde son 600 los alumnos que ayudan a mantenerla.

Tras la declaración de la emergencia sanitaria, dado que los protocolos que no permitían cocinar en las escuelas, las cosechas se dividían entre los alumnos de cada clase para que con esos productos cocinaran en sus casas.

Una de las enseñanzas es que se puede obtener alimentos por vía propia, a bajo costo y, de paso, mejorar los hábitos alimenticios.

Ahora, con el aval de la Administración Nacional de Enseñanza Pública y del Ministerio de Salud Pública, las lechugas cosechadas en estos días sí se podrán utilizar para elaboraciones en la escuela, lo que sucederá en los próximos días.

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“Acordate de la tierra en las raíces”, le comentó la maestra a Inés. De inmediato, la pequeña limpió la planta con sus manos, sin temor a ensuciarse, con total naturalidad.

Esta huerta, a tono con las exigencias tecnológicas de estos tiempos, cuenta con riego por goteo, lo que permite que el suministro adecuado de agua a los cultivos suceda incluso cuando los alumnos no asisten a clase.

Hace 15 años que esta escuela tiene esa huerta. El proyecto se enmarca en el programa Huertas en Centros Educativos, de la Facultad de Agronomía de la Universidad de la República, que incluye desarrollos en 14 escuelas de Montevideo. Un elemento que da cuenta de todo lo bueno realizado es que el 16 de octubre, cuando se conmemoró el Día Internacional de la Alimentación, autoridades de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura la visitaron.

Desde 2017 la agricultura en la escuela 309 se transformó en el proyecto institucional “Construyendo sustentabilidad ciudadana”, con el que, a partir de las labores hortícolas, se trabaja en todas las áreas de conocimiento.

“La huerta nos brinda la posibilidad de trabajar desde varias áreas y contenidos en algo que ellos manipulan y en lo que están contentos de poder participar. Lo disfrutan. Realmente el día de huerta es un día que ellos desean que llegue para venir y trabajar”, dijo la maestra a El Observador. Con las recetas, por ejemplo, se trabaja la lectura de textos instructivos y se practican mediciones y fracciones.

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Sorpresa para la directora 

Cuando Angélica Almeida llegó desde San José hace cuatro años para hacerse cargo de la dirección de esta escuela quedó sorprendida al ver una escuela urbana con una huerta en la entrada.
“Yo vengo del campo y acá en la ciudad tienen una huerta en la escuela... yo tenía la idea, como maestra del interior, que en Montevideo no se daba esto, que era un recurso muy rico del interior. Cuando llegué me sorprendió que hubiera un espacio dedicado a la producción y el trabajo en la tierra”, recordó.

Todos alumnos trabajan en la huerta, donde aprenden a plantar, mantener las plantas y cosechar con una profesora que va todas las semanas desde la facultad. Junto a las maestras elaboran fichas técnicas de las plantaciones, investigan la evolución y origen de los cultivos, practican mediciones y realizan recetas.

“Es un aula más, decimos que es un aula expandida, a cielo abierto”, enfatizó la directora. “Hemos notado que venir a la huerta incide en el comportamiento, porque entrar en contacto con la tierra es relajante para ellos, hace que descarguen tensiones, más allá de que muchos están encontrando su inclinación por este tipo de trabajo”, añadió.

La huerta tiene vista directa a la calle y eso hace que muchos vecinos se acerquen a mirar el trabajo y los productos. Gracias a esto, y a que varios de los niños replican el trabajo escolar, varias casas del barrio cuentan con una huerta.

Inés es una de las alumnas que llevó el proyecto de la huerta en su casa. Según contó, trasladó varias semillas y plantó junto con su madre.

La escuela posee un banco de semillas. “La profesora de huerta, junto con las clases, se dedica a cosechar y guardar semillas en frascos, con la precaución de quitarle el oxígeno con una velita prendida para que se conserven”, explicó la maestra. Cada uno de los frascos es clasificado con el nombre del cultivo. Y eso se guarda como un tesoro.

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Trabajo en equipo

Las tareas están divididas. Un equipo de niños se encarga de la compostera, para la que juntan pasto seco y los residuos orgánicos del comedor de la escuela. Cada clase tiene su cantero delimitado, en los que los alumnos preparan la tierra, nombran los cultivos, mantienen la limpieza y se encargan de los riegos. “Todos traemos cosas para la compostera, y ponemos para que los caracoles o los gusanos hagan compost”, explicó Inés.

El cuidado de las plantas es una de las tareas que se realizan semana a semana, así lo explicó la alumna mientras mostraba la protección que hizo una de las clases para las tomateras. “Las botellas tienen agujeros para que si la lluvia cae no las empape”, dijo.

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Los ex alumnos que regresan

Desde los alumnos de nivel inicial hasta los de 6° año trabajan en la huerta. La directora agregó que “los niños saben que ser alumno de la escuela 309 implica que van a trabajar en la huerta, y eso les gusta”.
Inés coincide: “Me encanta venir a la huerta, porque podemos cosechar y plantar. Plantamos lechugas y crecieron en el tiempo en el que no vinimos a la escuela”.

Tanto le gusta a los niños la huerta que, contó la directora, hay ex alumnos que salieron de la escuela hace dos o tres años y siguen yendo a trabajar en la huerta.

“En el contacto con la tierra aprenden otras vivencias, a compartir, a esperar y a ver que hay un tiempo para todo. Aprenden a respetar a la naturaleza y ven que eso que pasa en la tierra pasa en otros órdenes de la vida” (Angélica Almeida)

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Los cultivos 

La huerta es mantenida por los alumnos y los docentes. En el predio hay carteles hechos por los niños, canteros delimitados con lana y protecciones para plantas hechos con materiales reciclados.
Ahora hay orégano, tomate, lechuga, acelga, cilantro, menta, ciboullete, perejil, cedrón, tomillo, romero e hinojo.
También hay plantas florales, para controlar la maleza.
La huerta es agroecológica: no se usan productos químicos.
En la escuela N° 309 hay una huerta adicional, que este año no está funcionando. Allí en 2019 se plantó trigo y avena, explicó la directora de la institución, para mejorar los nutrientes del suelo, “porque al estar cerca del río estas tierras tienden a ser muy arenosas”.
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