JOHANNES EISELE / AFP

Los nuevos frentes de la libertad de expresión

No solo Estados Unidos tiene un problema con la libertad de expresión, también las principales universidades de Gran Bretaña, y seguramente muchos otros países donde no se fomenta el libre pensamiento

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17 de abril de 2022 a las 05:05

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Hace aproximadamente un mes, más precisamente el 18 de marzo, el Editorial Board de The New York Times publicó un largo editorial en defensa de la libertad de expresión. Nada sorprendente proviniendo de The Gray Lady. Lo sorprendente era el título: “America has a free speech problem”. Y en ese editorial, llamativo por lo largo y por el recurso a cuadros estadísticos y encuestas comparativas, no se defendía la libertad de expresión de los avances del Estado, como suele ser habitual, sino de problemas generados en la sociedad civil. En concreto, a la dificultad y temor que sienten muchos estadounidenses para defender sus opiniones en público cuando no coinciden con lo que piensa la mayoría o cuando se apartan de lo políticamente correcto.

El Board del Times señalaba, con razón: “La libertad de expresión es la base del autogobierno democrático”. Y luego aportaba una encuesta encargada especialmente por el Times y el Siena College, que mostraba el cambio que se observaba en la opinión pública en las últimas décadas, sobre todo porque “en el curso de su lucha por la tolerancia, muchos progresistas se han vuelto intolerantes con quienes no están de acuerdo con ellos o expresan opiniones diferentes y han asumido una especie de fariseísmo y censura”. También el editorial hacía referencia a la extrema derecha, que abrazaba formas radicales de censura. 

De hecho, según la encuesta del Times, solo el 34% de los estadounidenses reconocían que disfrutan completamente de la libertad de expresión. Y eso es un gran problema teniendo en cuenta la importancia de la “libertad de expresión como base para el autogobierno de una sociedad democrática”. Y añadía el editorial: “Cuando la expresión está sofocada o cuando los que disienten son excluidos de la discusión pública, la sociedad también pierde su habilidad de resolver conflictos y enfrenta el riesgo de la violencia política”.

Comienza a desarrollarse la tan famosa “grieta” que afecta a muchos países donde no hay adversarios sino enemigos, y donde se tiende a hundir a quien piensa distinto. El debate de ideas se sustituye por una guerra de garrotes –reales o virtuales– donde desde el anonimato se arremete contra quienes piensan diferente 

Aquí entramos en la famosa cultura de la cancelación que predomina en redes sociales y en los campus universitarios contra todo aquel que no piensa como la mayoría. Y no solo en Estados Unidos sino en muchos otros países desarrollados y en vías de desarrollo. Son las famosas batallas culturales, donde quienes comienzan defendiendo legítimos derechos de minorías –raciales, de sexo, de edad, etc.– terminan por liquidar a quienes no se pliegan unánimemente a sus postulados. Ya no es una batalla por obtener respeto o tolerancia a sus ideas o formas de actuar o vestir, sino que se imponen esas formas de actuar, de vestir o de hablar a quienes las comparten o no.

Lo que comenzó siendo un legítimo movimiento de defensa termina, como dice el Times, en “fariseísmo y censura”. Termina atacando los fundamentos mismos de la civilización occidental y los derechos del individuo que les dieron sustento. Termina atacando la libertad misma en nombre de un errado concepto de la libertad. Y muchas personas prefieren llamarse a silencio antes que ser expuestas a la luz pública con críticas, insultos y agravios.

Esto es algo que sufren muchas personas, sean personajes conocidos o simples ciudadanos de a pie. Le pasó incluso al profesor Jordan Peterson, psicólogo clínico y profesor en la universidad de Toronto, cuando intentó conseguir una invitación como profesor visitante en la Universidad de Cambridge. Aceptado en principio, luego de la protesta de los estudiantes la invitación le fue revocada.

El sindicato de estudiantes de Cambridge se alegró de ello señalando en un comunicado: “Nos alivia saber que la solicitud de Jordan Peterson de una beca visitante a la facultad de teología de Cambridge ha sido rescindida luego de una revisión adicional. Es un acto político asociar la Universidad con el trabajo de un académico a través de ofertas que legitiman a figuras como Peterson. Su trabajo y puntos de vista no son representativos del alumnado y, como tal, no vemos su visita como una contribución valiosa a la Universidad, sino que va en contra de los principios de la Universidad”. O sea, como “el trabajo y los puntos de vista del profesor Peterson no son representativos del alumnado” no lo quieren ni oír. Buena manera de educarse para un mundo plural, en el respeto de las ideas ajenas, en el sano debate que nutre y mejora. Esa es la cultura predominante.

No solo Estados Unidos tiene un problema con la libertad de expresión. También las principales universidades de Gran Bretaña y seguramente de muchos otros países donde no se fomenta la libertad de expresión ni el libre pensamiento. Todos a una, creyendo solo en el dogma oficial y mostrándose incapaces de hablar siquiera con quien piensa distinto. Por mal camino vamos.

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