Martín Fleischer: el ejecutivo uruguayo que se fue a España con US$ 900

Cuando Fleischer dejó Uruguay, era gerente de Producto en Roche y tenía varios mercados a cargo. 

En palabras del experto en marketing, pasaba por un buen momento profesional y económico, pero se decidió a dar el gran paso a raíz de que buscaba “un cambio de vida” y probarse a sí mismo “para saber si estaba preparado para empezar de cero”. 

“Romper con las estructuras impuestas a nivel social y navegar libre a mi manera”, explicó. 

Fue en 2017, decidió empezar de nuevo. Armó una valija y puso en su billetera US$ 900 para irse a España. En Uruguay no solo dejó atrás recuerdos y familia, sino todas sus pertenencias.

En un primer momento, Fleischer llegó a un pueblo que se llama El Escorial, donde está un monasterio del siglo XV que es emblema de la zona. Allí tenía a un amigo uruguayo y eso le sirvió para poder familarizarse con España. 

No tenía trabajo y era consciente de que al principio sería complicado poder conseguir algo que estuviera dentro de su formación profesional. 

“Llegué a anotarme para limpiar baños en un juzgado y no quedé. Ahí dije `pucha` no me agarran ni para limpiar baños”, recordó entre risas.  

Así es que el primer empleo que tuvo fue como guardia de seguridad del monasterio, a raíz de que se había inscrito en un cuadro de basquetbol y uno de sus compañeros le comentó sobre la oportunidad.  

Por fuera del comienzo un poco entreverado, hoy en día Fleischer está al frente de un cowork y coliving en la zona de La Sierra del Rincón -montañas que se encuentran dentro de la Comunidad de Madrid-. 

También trabaja para una multinacional que se desenvuelve en el rubro de la salud. 

¿Cómo fueron sus comienzos en España?  

Fue todo con mucha humildad. Yo me vine con una valija y 800 euros, a empezar completamente de cero. El auto se lo vendí a mi expareja, la ropa y los muebles se los dejé a unos amigos y el dinero que tenía se lo di también a gente cercana que necesitaba.  

Sabía que al principio iba a ser muy difícil conseguir empleo de lo mío, por eso era consciente de que tenía que trabajar de lo que pudiera. Lo de guardia de seguridad funcionó por unos meses, para poder generar algo de capital y subsistir.  

Fue muy pintoresco porque pasé de ser gerente a guardia de seguridad. Otro baño de humildad.  

¿Lo ayudó en algo eso?  

Sí. A nivel de historia, en el monasterio aprendí mucho. Es decir, pude adquirir conocimientos que no te enseñan en la escuela. 

A su vez, en lo social también porque me relacioné con todo tipo de personas, no tanto ese estereotipo de corporativo exitoso al cual venía acostumbrado. 

Y en lo personal un montón. Me sentí solo y no sabía qué puertas tocar para poder comenzar a laburar de lo mío. Pero ahí pensé que si mi familia, que viene de Alemania, había llegado a Uruguay sin saber hablar español y sin Internet, yo tenía que poder salir adelante.  

Hace unos años fui a Asia, a ser parte de un programa de desarrollo de persona, en donde tuve la oportunidad de compartir con 30 jóvenes más y meditar. Eso me ayudó un montón también. 

¿Medita?

Sí, tengo mis momentos de soledad en donde busco volver a estar en blanco. Mi vida personal y profesional va de la mano con la meditación. 

¿Cómo ve el mundo del marketing uruguayo? 

Yo creo que en Uruguay hay un valor humano espectacular. Acá (España) está todo demasiado especificado, y creo que una ventaja que tenemos los uruguayos es la cultura general.

Mucho más en este rubro que es creativo y estratégico, en eso somos muy buenos. 
Lo que pasa en Uruguay es que siempre estás remando en dulce de leche. Acá en España, cuando logras consolidarte, se te abren muchas más puertas. 

¿Cómo transcurrió la pandemia? 

Yo actualmente dirijo una clínica dental, de un seguro de salud que se llama Sanitas, que a su vez forma parte de una multinacional que tiene el nombre de Bupa. Cuando empezó la pandemia, por el rubro en el que estoy, tuve que seguir trabajando porque eran servicios esenciales.  

Vi de primera mano mucho de los efectos del covid-19. Mientras en Uruguay estaban en la playa, la gente en España estaba muriendo... pero impresionante. Además, mi pareja también está en la salud trabajando en urgencias, lo que implicaba que nuestras jornadas de trabajo fueran muy pesadas. 

¿Cómo surge el cowork y coliving? 

En realidad ahí sí la pandemia afectó, porque yo había presentado el proyecto a la Comunidad de Madrid y justo cayó el covid-19 cuando lo aprobaron. Eso implicó que tuviéramos que hacer muchos cambio a nivel de financiación y reestructura.  
Al no tener propiedad en Madrid, los bancos no nos ayudaron porque no tenían cómo justificar el dinero. Fue un gran desafío, para poder acomodar las piezas y tratar de salir adelante.  

¿Y qué recepción tuvo cuando estuvo abierto? 

La verdad muy buena. Mucha gente viene a trabajar y funciona además como una especie de incubadora para los emprendedores locales. Está transformándose en una parte muy importante del pueblo, ya que permite tener más movilidad y que la gente conozca esta zona. 

El pueblo solía recibir entre 500 y 1.000 personas al mes, pero solo en nuestro local pasan cerca de 3.000 viajeros. Esto implica un cambio para toda la zona e impacta de manera positiva. 

¿Volvería a Uruguay?

La veo difícil. La respuesta, por lo menos en el corto y mediano plazo, es no.