Nostalgia de la nostalgia

El pasado es mi compañero de ruta. Con él río y lloro, me confundo, me entiendo y me ofusco

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28 de abril de 2019 a las 05:00

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Me sorprendo pensando cosas como “ya nada es como la semana pasada” o “hace 15 minutos era feliz”. Llego a anticipar la nostalgia futura, con grave conciencia de cómo añoraré lo que sucede ahora mismo, aquella época feliz en la que escribía una columna sobre la nostalgia que me impregnaba el alma. Añoro este instante que se irá para siempre jamás.

Tiendo a exagerar. De las figuras retóricas prefiero la hipérbole, esa voracidad de infinito. Me pregunto si alguna vez dejaré de hacerlo, si alguna vez dejaré para siempre de aumentar hasta lo monstruoso cada significado del universo. Temo que si abandonara ese hábito sentiría el dolor de esa pérdida. Puedo anticipar la angustia que me provocaría saber que todo lo pienso en su justa medida, yo, que he sabido exagerar hasta lo abismal.

Me han advertido en contra de la nostalgia en ocasiones innumerables. Se me ha dicho que es uno de los síntomas más evidentes de la debilidad y hasta de la cobardía. Entiendo. La nostalgia tiende a la inacción, ya que anhela el pasado, que es una región inexpugnable.

Llego a anticipar la nostalgia futura, con grave conciencia de cómo añoraré lo que sucede ahora mismo, aquella época feliz en la que escribía una columna sobre la nostalgia que me impregnaba el alma

Está claro que, si todos fuéramos nostálgicos, pronto ya no seríamos capaces de generar las realidades a ser añoradas. Se me ocurre que por lo menos la mitad de los seres humanos debería ser inmune a los efectos de la nostalgia, de tal manera que se abran paso hacia el futuro con el pecho encendido de optimismo y construyan y destruyan realidades diversas, a ser añoradas por la otra mitad, en la que siempre estaré atrincherado.

Entiendo que ambas mitades habitan en cada uno de nosotros y que lo que varía es la medida. Me consta que quienes me previenen en contra de la nostalgia me dicen, en realidad, que no exagere, que la vida plantea desafíos constantes y que hay que estar despierto para enfrentarlos y tener un sano optimismo para poder vencerlos.

Pero lo entiendo solo en el plano racional. En el plano emocional, habito el territorio de la nostalgia. Lo recorro palmo a palmo, aunque empiezo a notar que ya no tiene aquel esplendor de antaño, cuando era capaz de añorar lo que habría pasado si hubiera tomado una decisión distinta a la que tomé. Esa nostalgia pura, que ansiaba el retorno a un lugar en el que nunca estuve, un lugar en el que nadie estuvo porque nunca existió.

A veces siento nostalgia por aquella época en la que no sentía nostalgia, aquella era remota en la que vivía el momento y me zambullía en el futuro sin pensarlo dos veces. Es uno de esos casos de nostalgia por una ficción

A veces siento nostalgia por aquella época en la que no sentía nostalgia, aquella era remota en la que vivía el momento y me zambullía en el futuro sin pensarlo dos veces. Es uno de esos casos de nostalgia por una ficción. Es un recuerdo falso, que sospecho que lo fabrico para poder tener ese tipo de nostalgia, pero que nunca fue real. Desde niño sentía nostalgia por la época que habían vivido mis hermanas mayores y mis padres y abuelos, y pronto empecé a recordar mis propios momentos felices y perdidos para siempre.

Hay quienes luchan contra la nostalgia de forma despiadada. Cortan las raíces de esa melancolía que brota como un recuerdo feliz, porque saben que se transformará en nostalgia por lo perdido y entonces optan por no recordar, o recordar solo las zonas oscuras del pasado y felicitarse porque ya pasó.

No puedo ni siquiera imaginar cómo funcionan esas almas tan ajenas a la mía. Supongo que deben estar distraídas de sí mismas de forma feroz, en acción permanente o usando el pensamiento como herramienta para la acción, siempre con objetivos precisos y una voluntad indomable para abrirse paso en el tiempo y no mirar hacia atrás.

Puedo pensar que sería saludable esa vocación de buscar el destino, con la mirada puesta en un futuro siempre mejor.

Yo no. Yo pienso, luego recuerdo. Voy con la nuca en alto, mi brújula señalando obstinadamente el sur. 
 

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