JESSICA TAYLOR / UK PARLIAMENT / AFP

Peligroso juego británico del Brexit terminará mal

Al amenazar con repudiar su acuerdo con la UE, el Reino Unido está socavando su credibilidad como socio fiable

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11 de noviembre de 2021 a las 15:55

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Martin Wolf

Boris Johnson ganó las elecciones generales de 2019 con la promesa de que completaría el Brexit. Pero no ha ocurrido. En lugar de estabilizarse, las relaciones tras el ‘divorcio’ están empeorando. No es sorprendente que sean más tensas en donde las responsabilidades siguen siendo compartidas. La pesca es uno de esos puntos de discordia. Pero el más peligroso, indiscutiblemente, es el de Irlanda del Norte. En octubre de 2019 Johnson declaró que había alcanzado un "gran nuevo acuerdo". Ahora le gustaría romperlo. Eso es característico, por desgracia. Pero es peligroso no sólo para el Reino Unido, sino también para la Unión Europea (UE) y para el resto del Occidente.

En un sentido, el Brexit nunca pudiera haberse "completado" hasta la fecha. El fin de un matrimonio transforma las perspectivas de los miembros de la pareja en el futuro. En igualdad de condiciones, el miembro de la pareja más dependiente económicamente también sufrirá más.

En el informe "Perspectivas económicas y fiscales" del mes pasado, la Oficina de Responsabilidad Presupuestaria (OBR, por sus siglas en inglés) del Reino Unido concluyó que "desde noviembre de 2016, nuestras previsiones han supuesto que tanto las importaciones como las exportaciones totales del Reino Unido acabarán siendo un 15 por ciento más bajas que si hubiéramos permanecido dentro de la UE. Esta reducción en la intensidad del comercio impulsa la reducción del 4 por ciento en la productividad potencial a largo plazo que suponemos que finalmente resultará de nuestra salida de la UE". Para poner lo anterior en contexto, esto representa el doble de los costos a largo plazo de covid estimados y, en valor actual, equivale a £80 mil millones al año.

Hasta ahora, los resultados se acercan a las previsiones anteriores. El comercio del Reino Unido con la UE se está reduciendo en relación con lo que hubiera sucedido de otro modo. Esto no se compensará con otros intercambios comerciales y eso impondrá costos indefinidamente.

Sin embargo, podría ser mucho peor incluso que esto. Supongamos que los comerciantes e inversionistas, extranjeros y nacionales, concluyeran que no pueden confiar en el marco negociado para las relaciones entre el Reino Unido y sus socios económicos más importantes. Supongamos, peor aún, que se destruya la credibilidad del gobierno del Reino Unido como socio. Entonces las pérdidas para el Reino Unido pudieran superar sustancialmente las indicadas por la OBR. También irían mucho más allá de los costos meramente económicos.

¿Cuán realistas son estos temores? En un programa el fin de semana, Simon Coveney, el ministro de Relaciones Exteriores irlandés, sugirió que la UE pudiera repudiar su acuerdo comercial pos-Brexit si el gobierno británico seguía adelante con su amenaza de suspender partes del acuerdo en relación con Irlanda del Norte. Él advirtió que el Reino Unido estaba presionando para conseguir un acuerdo que sabía que no podría obtener. El Reino Unido, sí, está presionando para obtener un radical cambio. En un combativo discurso en octubre, el agresivo representante y el negociador jefe para la salida del Reino Unido de la UE de Johnson, Lord David Frost, argumentó: "Que la UE diga ahora que el protocolo — elaborado con extrema prisa en un momento de enorme incertidumbre — nunca podrá mejorarse, cuando evidentemente está causando problemas tan importantes, sería un error de juicio histórico".

JUSTIN TALLIS / AFP
Protesta anti-Brexit

Éste es el lenguaje del repudio. Resulta particularmente sorprendente la insinuación de que este protocolo —consciente y, hay que suponer, intencionadamente acordado por el propio Johnson hace dos años — era de algún modo "incierto" y redactado con "extrema precipitación". De hecho, sus consecuencias eran bastante previsibles. Por eso, Theresa May, su predecesora, rechazó la idea de separar a Irlanda del Norte del resto del Reino Unido de esta manera. Si Johnson no entendía lo que estaba firmando fue incompetente. Si lo entendió, pero no tenía intención de cumplir el acuerdo que firmó, fue deshonesto.

Esto no quiere decir que la administración de este protocolo no pueda mejorarse. La Comisión Europea ha presentado importantes propuestas al respecto. Pero la insistencia del Reino Unido en poder desviarse de las normas de la UE en materia de productos alimenticios definitivamente iba a crear problemas en su comercio con Irlanda del Norte. Y así ha sido.

Ahora, en busca de un cambio radical en el acuerdo que firmó a sabiendas, el gobierno del Reino Unido está proponiendo adoptar medidas de "salvaguardia". Tales medidas están permitidas bajo el artículo 16 del protocolo. Pero, según explica éste, tales "medidas se limitarán, en cuanto a su alcance y duración, a lo estrictamente necesario para remediar la situación". El deseo del Reino Unido de eliminar el papel del Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE) en el establecimiento de la legislación de la UE que rige el mercado único dista mucho de ser "estrictamente necesario". Además, la UE tendría derecho a adoptar sus propias medidas de reequilibrio en respuesta a una acción de este tipo por parte del Reino Unido. Nadie sabe dónde terminaría ese ciclo de represalias entre estos vecinos.

La visión optimista es que este "juego de quién cede primero" terminará, como ha sucedido antes, con un acuerdo enmendado: la UE cederá un poco y el Reino Unido no conseguirá todo lo que quiere. Sin embargo, esta entusiasta perspectiva tiene obvias dificultades. La primera es que los interminables intentos de renegociar la parte más polémica de la retirada han agriado las relaciones y, lo que es peor aún, seguirán haciéndolo: después de todo, Irlanda, Irlanda del Norte, la UE y el Reino Unido no van a desaparecer. La segunda es que estas argucias socavan fatalmente la confianza en sus compromisos que cualquier gobierno necesita. El Reino Unido ya no puede pensar que puede evitar la reputación de ser la "pérfida Albión". La última dificultad es que el “juego de quién cede primero" pudiera terminar en un choque del tipo sugerido por Coveney. Quizás eso no ocurra esta vez. Pero cada vez parece más evidente que el gobierno del Reino Unido seguirá este camino hasta que la UE se doblegue totalmente o se produzca el choque. A largo plazo, esto último parece mucho más probable.

Entonces, ¿qué sucede si partes fundamentales de los acuerdos entre el Reino Unido y la UE se derrumban? Los efectos económicos serían ciertamente perjudiciales. Pero mucho peor sería el desmoronamiento de la confianza entre las principales democracias y eternos vecinos en un momento de enormes retos para esos países. Éstos son riesgos que nadie en su sano juicio se atrevería a correr. Este peligroso "juego" debe terminar. Tenemos que seguir adelante.

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