Alberto Acosta tiene 45 años y recién en 2022 dejó de jugar al fútbol para dedicarse a la carrera de entrenador. Hijo de un exfutbolista de Real Madrid con el que no tuvo relación hasta después de grande; trabajó en el mercado Modelo al tiempo que jugaba en Cerrito; eligió jugar en Peñarol cuando el que lo quería era Nacional; le cebó mates a Ronaldo; se hizo Evangélico en Brasil y después de ser padre de cinco hijas tuvo a Juninho.
Betito Acosta nació entre el Prado y Sayago. En Millán y Raffo, aclaró. Es hijo de Juan Alberto Acosta, exfutbolista de Bella Vista, Nacional, Peñarol y Real Madrid en la década de 1980, entre otros clubes de Ecuador y Argentina. Empezó a jugar al fútbol a los 4 años en Montevideo Wanderers, uno de los equipos del barrio.
“Mis padres eran separados, entonces me llevaba un vecino a las prácticas. Como hasta los 15 años jugué en Wanderers. Yo era medio rebelde, entonces como a veces me ponían y a veces no, decidí irme a La Luz. Debuté como profesional a los 17 años, pero como no me pagaban, me dediqué a trabajar”, contó Acosta a Referí desde Brasil.
En ese tiempo su esposa quedó embarazada de las gemelas, sus primeras dos hijas. Entre los 19 y los 22 años, Acosta vendió golosinas y trabajó cargando y descargando cajones de frutas y verduras en el Mercado Modelo. Al mismo tiempo, jugaba al fútbol en el Interior del país para despuntar el vicio.
“Un día unos jugadores de Cerrito me invitaron al club. Con el apoyo de mi familia y del Gallego Sampedro, que me pagaba como si trabajara para que fuera a entrenar, me largué”, recordó el exjugador. Si bien no abandonó sus tareas en el Mercado, retornó al fútbol profesional en los auriverdes.
Durante el primer año tuvo que hacer un sacrificio enorme. Se despertaba a las 2 de la madrugada para ir al Mercado y luego al entrenamiento. “Trabajaba y jugaba. Aguantaba el primer tiempo y terminaba muerto. Cerrito me pagaba poco y no quería perder el trabajo. Además, en aquella época a veces pagaban y a veces no. Nosotros ya teníamos tres hijos”, contó.
Agregó que en algunos partidos pasó mal y en el segundo tiempo pedía para salir. “Me mareaba, tenía las piernas cansadas. Mi trabajo era muy pesado en el Mercado, descansaba un rato, comía algo y me iba a entrenar. A veces les cuento a los jugadores porque hoy reclaman por todo, pero uno se aferraba a eso”.
Al segundo año llegó Raúl Möller y Acosta se dedicó solo a jugar, a descansar bien y Cerrito fue campeón de Segunda división, logrando el ascenso a Primera por primera vez en su historia. Además, fueron campeones frente a Rentistas, el rival del barrio. El empresario Walter Audifred se hizo cargo de la gestión económica del club y le pagó a Acosta lo que ganaba en el mercado. Cerrito hizo una buena campaña en el Uruguayo Especial 2005 y el volante pasó a Peñarol para la temporada 2005/2006.
Durante su participación en Cerrito comenzó a tener una relación fluida con su padre: “Él jugaba en España, en otros países, entonces de chico me veía poco, no tuve relación. Jugando en Cerrito había gente que decía que yo me parecía al Beto Acosta por la forma de correr y de jugar. No sabían que él era mi padre. Cuando yo tenía 22 años tuve una conversación con él y desde entonces mantenemos una relación muy linda. Todo el mundo tiene errores y yo lo perdoné, porque no soy quien para no hacerlo. Son cosas de la vida. Ahora trabaja en un taxi, le gustaría trabajar en el fútbol pero en Uruguay es medio complicado. Cuando viene a Brasil charlamos mucho de fútbol”.
Martín Lasarte era el técnico de Nacional en 2005 y fue el primero que mostró interés por contratarlo. Pero el jugador eligió.
“Me quería Nacional, el técnico y el presidente, pero siempre fui hincha de Peñarol. Mi abuelo me llevaba a la hinchada. Me acuerdo que el plantel de Nacional estaba en Punta del Este y yo me iba a presentar al otro día. Pero justo apareció Vito Atijas (dirigente de Peñarol) que siempre le gustó mi futbol y pagó mi pase. Había dirigentes de Peñarol que no me querían, pero Atijas pagó una prima y así pude cumplir mi sueño de jugar en ese club”, recordó.
El sueldo que le ofreció Nacional era más alto que el de Peñarol, pero escogió con el corazón, explicó.
“Jugar en Peñarol fue espectacular. Yo jugaba de enganche y no hacía muchos goles, pero en Peñarol hice 15 goles en 20 partidos. Individualmente me fue bien, hice goles clásicos, pero el equipo no estuvo bien. En esa época le sacaron 12 puntos por un problema de los hinchas que mataron a uno de Cerro”.
Acosta recordó los dos goles clásicos que marcó en el Clausura 2006. “Nacional venía primero y había jugadores que decían que nos iban a golear. Todo el mundo lo decía. Nosotros con uno menos, les fuimos ganando las dos veces y casi tuve la oportunidad de meter el 3-2. Empatamos 2-2 y fue un clásico lindo”.
Los goles de Nacional los marcaron Luis Suárez y Gonzalo “Chory” Castro.
El técnico aurinegro era Mario Saralegui. “Ese partido fue muy difícil de jugar, había jugadores de Peñarol que decían ‘pah, no podemos ser goleados’. Y Saralegui nos metió en la cabeza que no eran cucos. Es un motivador, un luchador que te hace comprar la idea del entrenador, que el jugador crea en lo que pide. A veces hablo con él, igual que con el Cabeza (Ruben) Paz, que era el auxiliar”.
Durante su pasaje por Peñarol fue dirigido también por Fernando Morena, Luis Garisto y Gregorio Pérez. “Eso también nos perjudicó, había muchos cambios de entrenadores y no teníamos la base formada”.
Para la temporada 2006/2007 llegó a Peñarol Paolo Montero con las luces de haber jugado 12 años en Italia (Atalanta y Juventus), pero con el que tuvo problemas Acosta fue con Gabriel Cedrés: “A Paolo lo miraba por la tele y no imaginé en mi vida que iba a jugar con ese monstruo. Me quedo con su humildad. Así como también la de Delorte, Tapia, el Cacha Arévalo Ríos. Con el que tuve encontronazos al principio fue con Cedrés. Él era un referente y yo tengo carácter fuerte. Discutimos, pero conversamos y lo resolvimos. Cuando entro a la cancha me olvido. Si no hay eso, el fútbol pierde gracia”.
En 2007, con 29 años, surgió la posibilidad de jugar en Brasil. Su idea era juntar plata para comprar una casa y regresar a Uruguay. Pero hace 15 años que vive en aquel país.
“Tuve la oportunidad de jugar en Náutico. Fue difícil salir, tenía contrato con Peñarol, pero era la oportunidad de mi vida, salir del país. Hablé con Gregorio y con el presidente Damiani padre. No tengo palabras para agradecerles porque era el pase que podía cambiar todo para mi familia. Increíblemente hice la mayor parte de mi carrera acá”.
Jugó un año en Náutico de Recife y pasó al Corinthians, que estaba en Segunda división y ese mismo año contrató a Ronaldo, dos veces campeón del mundo con Brasil y con una carrera increíble en Europa: PSV Eindhoven, Barcelona, Internazionale, Real Madrid y Milan.
“Me pasó medio como con Paolo. Yo lo miraba en el Inter, en Milan. Cuando llegó, un monstruo. Acá es ídolo. Después lo trataba normal, como cualquier compañero, le cebaba mates, hablaba en español con él. Conocía a su familia y fue a mi casa a comer asado. Recuerdo que fue al cumpleaños de una de mis hijas y paró la fiesta. Llegó él y todo el mundo empezó ‘Ronaldo, Ronaldo’ y chau fiesta”, expresó Betito.
“Se paró toda la calle esperando a que saliera. Una locura. Los vecinos salieron de sus casas y cortaron la calle. Uno se asombra. Vos decís ‘lo tengo como un fenómeno’ pero no sabía que era un tipo tan común. Son cosas que solo él puede lograr. Pero también, los locos esos no tienen mucha vida”, agregó sobre el Fenómeno.
En aquel momentó Acosta se recuperaba de una fractura de tibia y compartió un mes de entrenamientos aparte con Ronaldo, que había llegado al plantel con sobrepeso, por eso su relación fue más fluida.
Dijo que si bien habló con él en alguna oportunidad después de compartir vestuario en Corinthians, no es tan fácil. “Es dueño de tres equipos y comunicarse con él es muy difícil; es como hablar con un presidente”.
En setiembre de 2017, cuando jugaba en Taboão da Serra –un equipo del interior de San Pablo– sufrió un pre infarto luego de un partido. “Terminó y sentí como que el corazón parecía que me iba a explotar. Pensé que era por el calor que hacía porque nunca me había pasado nada. Me dolía el brazo izquierdo, me apretaba el pecho y nunca dije nada. Ese día me tiré en la cancha. El lunes fui a entrenar, me sentí mal y me desmayé. Cuando me desperté estaba en el hospital. Flor de cagazo me pegué”, recordó.
Ya tenía 40 años y pensó en abandonar el fútbol. Aún hoy toma medicamentos para el corazón y contra la presión alta. “El corazón había crecido y era mejor parar. Después de todos lo exámenes, no fue tan grave. No puedo comer nada con sal y con azúcar”.
Dejó de jugar seis meses, pero volvió a las canchas: “Me pasó eso y con mi familia dijimos de vender un apartamento acá en Brasil y vivir en Uruguay. Había dejado de jugar, viajamos a Uruguay y pagué para hacerme otros estudios. Al final no era tan grave y volví a jugar con amigos en el barrio, después volví a Cerrito en la B y cuando se enteraron en Brasil me llamaron. Además, vivir en Uruguay es muy caro”.
Retornó a Brasil y continuó su carrera de futbolista en varios equipos regionales. Uno de ellos, el Santos de Macapá, lo contrató este año como entrenador y colgó los zapatos.
“Me sentía bien para seguir, siempre me cuidé. Acá es diferente a Uruguay, no miran tanto la edad. Si entrenás y te cuidás podés jugar hasta en la Serie A. En Uruguay después de los 40 dicen que estás robando la plata, que te vayas para tu casa”.
“Jugué cuatro años en el Santos y gané cuatro títulos. Entonces me propusieron este desafío de dirigir. Yo hice un curso de entrenador y tengo el título. Acá es diferente a Uruguay, con el título del Estado podés dirigir. Vas 15 días con entrenadores top y aprobás. Además los que jugaron más de 10 años en Primera tienen facilidades. Para dirigir en la Serie A tenés que hacer el curso de la Confederación, ese aún no lo hice, pero pienso hacerlo”, contó el Betito.
El estilo de juego que pregona es “pra frente”, así lo pronunció. “El equipo tiene que tomar precauciones, los laterales suben pero ayudan a marcar, los puntas también. La figura que prefiero es 4-2-1-3”, indicó.
También intenta agregarle “sangre uruguaya” al jogo bonito. “Acá se juega diferente, de por si la pelota siempre va por el piso. Hace 15 años que estoy acá y me adapté”.
No fue fácil dejar de jugar y empezar enseguida a dirigir, pero se fue adaptando. “Te cuesta mucha cosa, estaba estudiando, no es lo mismo, dejé de jugar este año. Fue medio rápido. Es difícil lidiar con tantos jugadores, el que no juega te mira con cara de culo. Uno la va llevando de la mejor manera”.
Los entrenamientos se programan para la tardecita, debido al calor intenso.
Después de pelearla desde abajo en sus inicios, hoy Betito Acosta goza de un buen pasar. “No soy ni rico ni millonario, pero no me hace falta nada. Hay mucha gente que tiene mucho y tiene poco a la vez”, reflexionó.
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