Morán sigue jugando al fútbol con 60 años

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Tiró bombas, fue capitán de Maradona y campeón del mundo por US$ 5.500; la vida del Indio Morán

El Indio Morán trabajó en la Fuerza Aérea antes de dedicarse al fútbol profesional; en Argentina lo trataron de asesino tras lesionar dos veces a Giunta
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18 de junio de 2022 a las 05:00

Lo único que no me dio el fútbol es plata, no tengo un mango”, dice Héctor Morán, aunque él prefiere que lo llamen ‘Indio’ Morán, el apodo que le puso el relator de fútbol Carlos Muñoz y le quedó para siempre. A los 60 años de edad carga y descarga ladrillos junto a sus hijos, mientras ojea su currículum deportivo donde se destaca que fue campeón de la Copa Libertadores, campeón de la Copa Intercontinental, defendió a la selección uruguaya en dos Copa América, en las Eliminatorias para el Mundial de 1994, y Diego Maradona lo nombró capitán del equipo cuando entrenó a Mandiyú de Corrientes. Morán también es gerente deportivo: “Pero no me llama ni el perro para trabajar en el fútbol”, señala.

Nació en Durazno y fue quemando etapas en el baby fútbol hasta debutar en la selección mayor con 15 años. A los 18 entró a la Fuerza Aérea. Su función era atender el teléfono, pero ejercitó otras tareas: “Aprendí a tirar con bombas, a tirarme de arriba de los aviones en las instrucciones; era plena dictadura, yo era muy joven y me iba a casar. Una época bastante difícil para mi”, recordó durante la charla con Referí.

Jugó al fútbol en el Artigas, que es el equipo militar y en el Santa Bernardina, que es de la Fuerza Aérea. “Había tirantez entre los dos y tuve la suerte de jugar en ambos”.

Despuntando el vicio con la pelota

A los 22 años pasó a jugar en Cerro de Montevideo. “Podía haberme venido antes, pero yo tenía un tío que jugó en Liverpool y me contó sobre una mala experiencia que tuvo con el cobro y no quería venirme. Ya tenía un hijo y trabajo en Durazno”.

Jugó tres temporadas en los albicelestes, club del que se hizo hincha. “Venir a Cerro fue una decisión muy pesada, porque estaba complicado en el descenso. En esa época Cerro tenía gente grande, hinchas pesados que te apretaban en el vestuario. Pero me adapté enseguida”.

Como técnicos tuvo a Julio César Morales, Ladislao Mazurkiewicz, José Sacía, Carlos Aguilera padre, Mario Patrón. “Fue una gran experiencia poder disfrutar a esos monstruos, de aprender con ellos que tenían renombre y mucha sabiduría. Eramos locales en todos lados. Cerro peleaba el descenso y me gané la titularidad a sacrificio”.

De una bronca a Nacional

En 1986 Morán se enojó y volvió a Durazno. “Fui a cobrar a la sede de Cerro y me dijeron que no había plata. La necesitaba porque tenía un hijo chico y entonces tomé la decisión de no jugar más. Con la experiencia de mi tio de haberla pasado mal en Liverpool y ahora esto, dije ‘no juego más, me voy para Durazno’”.

Retornó a su ciudad, pero lo fueron a buscar. Había tenido una gran temporada personal ese año y surgieron interesados en su pase. Así fue que en 1987 pasó en préstamo a Nacional. Llegó a los tricolores junto a Gustavo Faral, Juan Jacinto Rodríguez y Pinocho Vargas, las cuatro incorporaciones para ese año.

Tiempos de gloria deportiva, pero sin dejar atrás problemas conocidos. “Jugué un montón de partidos, muchas giras, había que salir a buscar la plata al exterior, Centroamérica, Copa Naranja, Trofeo Carranza, con eso más o menos sobrevivía el club. Nacional estuvo también seis meses sin pagar, era un equipo importante, pero también con problemas económicos. Cobrábamos un mes y como los sueldos eran buenos la podíamos pelotear, pero pasamos momentos difíciles”, indicó.

Morán y Luis Noé, en Nacional

Recordó que en las giras “se fue formando un grupo con el Hugo de León a la cabeza que fue la base del equipo que salió campeón de América y del Mundo en 1988”.

Morán ingresó en el alargue de la final de la Copa Libertadores contra Newell’s Old Boys en el Estadio Centenario y resultó expulsado, y entró en el segundo tiempo de la final Intercontinental contra el PSV Eindhoven; en la definición por penales falló su tiro.

Contó el Indio que le gustaba hacer bromas junto a José Luis Pintos Saldanha y durante la estadía en Japón para la final Intercontinental, sus víctimas fueron Ronald Koeman y Romario, jugadores del PSV: “Los dos equipos estábamos en el mismo hotel y bajábamos a la misma hora a comer. Nos separaba una mampara. Yo era un rompe bolas con los compañeros y con todo el mundo, entonces por arriba de la mampara le tirábamos panazos a la cabeza de Koeman y de Romario”.

Desde Tokio Nacional viajó a Estados Unidos, porque de antemano se había programado un amistoso con las Chivas de Guadalajara. Después regresaron a Montevideo. “Yo no caía que habíamos ganado la copa del Mundo. Me di cuenta cuando llegamos al aeropuerto y vi toda esa cantidad de gente, en la rambla, la familia que me fue a buscar a la sede. Eso fue maravilloso, un recuerdo único”.

El premio por el título

Los recuerdos, más los amigos, es lo que le dejó su pasaje por el fútbol. “Tenemos un grupo de WhatsApp con los jugadores del 88 y nos chateamos todos los días; hace dos años que no nos podemos encontrar por el tema de la pandemia y hay algunos que están bastante mal. También estoy en otro grupo con la gente de la Mutual, somos amigos, jugamos mucho tiempo con ellos”.

El nombre grabado entre los campeones, el cuadro en la sede y sus propias vivencias, es lo que le quedó al Indio de aquel título. Porque el dinero en esos tiempos no abundaba. “Fuimos por US$ 5.000 a jugar la final del Mundo, pero como el Vasco Ostolaza ganó el auto, el Toyota Carina que le daban al mejor jugador, se incrementó algo. Al Vasco le dieron la llave y pidió el valor del auto porque no se lo iba a traer a Montevideo. Eran US$ 11.000 que repartió en el plantel, y nos tocó US$ 500 más a cada uno. Por salir campeones del Mundo nos tocó US$ 5.500, mientras los jugadores del PSV tenían previsto un premio de US$ 40.000. Y lo cobramos en dos o tres veces. Eran otros años, con la primera plata que gané en el fútbol pude comprar mi casita en Montevideo”.

Pasaron 34 años de aquel título, el último que ganó un club uruguayo. “Cuando veo algún partido internacional, no puedo creer que vienen los equipos extranjeros, nos cagan a patadas y nos pasan por arriba. Eso no pasaba antes y si pasaba, se iban con los tobillos a la miseria. Ahora está el mamarracho del VAR que tenés que esperar cinco minutos para saber si fue penal o no, pero nosotros ganábamos por eso, porque dejábamos la vida en la cancha. De locales era muy difícil que perdiéramos y afuera jugábamos de igual a igual”.

Actualmente trabaja en una ladrillera

Morán no le encuentra una explicación a la sequía internacional de los equipos uruguayos. “No sé que pasa, hay mucha plata, la FIFA y Conmebol ponen mucha plata y los equipos no la saben aprovechar, hacen malas contrataciones, los dirigentes se meten en el fútbol a currar con los jugadores, hay dirigentes empresarios. Me da pena ver a Nacional jugar muy mal y también a Peñarol”.

En 1991 terminó el contrato con Nacional y pasó a Mandiyú de Corrientes. “Mi representante Luis Torena hizo una movida para ir a Mandiyú porque iban varios jugadores. Fue uno de los mejores equipos que jugué. Corrientes es divino, no te faltaba nada, nunca te dejaban tirado. Pasé cuatro años maravillosos en ese club”, señaló.

Además, fue dirigido por Diego Maradona. “En el año 93 tuve los problemas con Cagna y con Giunta, la famosa guerra con Giunta. Había una gran presión contra mi en Argentina. Víctor Hugo Morales empezó a dar manija que yo era un asesino, que lastimaba gente con el codo. Fue tan grande la presión que le dije al presidente Eduardo Seferián que me iba para Uruguay y volvía cuando se calmaran las aguas, porque me iban a matar, hasta el gremio de futbolistas me quería sancionar”, dijo.

Morán lesionó dos veces a Blas Armando Giunta, uno de los ídolos de Boca, al punto que es famosa la frase entre los bosteros: “Huevo, huevo, huevo, Giunta, Giunta, Giunta”. También Diego Cagna y Roberto Pompei sufrieron las consecuencias de chocar con el Indio.

El encuentro con Maradona

Cuando llegó Maradona al club correntino, no era un buen momento para el uruguayo. “Seferián me llamó para que volviera a Corrientes que iba Maradona como técnico. Cuando llegué, Eduardo renunció y agarró Roberto Cruz, mano derecha de Menem. Se hizo cargo del club y llevó a Maradona con Goicoechea y el Vasco Olarticoechea. Maradona bajó de un helicóptero en el complejo, estaba lleno de periodistas y se metió al vestuario. Salió Carlitos Fren, que era su ayudante y dijo: ‘con el primero que quiere hablar Diego es con Morán’. A la mierda, ¿qué pasará que el más grande de todos los tiempos quiere hablar conmigo?, pensé”.

Morán lesionó dos veces a Giunta

Diego lo recibió sentado sobre una camilla: “Vos te vas a recuperar, yo te voy a defender, mirá que acá los hijos de puta andan de guante blanco y vos no sos un hijo de puta, sos un gran jugador, una buena persona, un gran padre de familia porque yo sé todo. Te voy a defender, vas a jugar y vas a ser el capitán de mi equipo”, le dijo Maradona sin tanto gre gre para decir Gregorio, tal como era su forma de hablar.

La sanción para Morán, que se pensaba iba a ser muy larga por reincidente, fue solo de dos partidos y la rebaja, según el exfutbolista, fue por la presencia del entrenador. “Diego no salía a la cancha porque no tenía carnet, salían Carlitos Fren y Lalo Maradona, el hermano. En la semana Diego jugaba al fútbol con nosotros y todos los miércoles comíamos asado. Con mi familia se portó muy bien, sin  palabras. Tuve la suerte de que me dirigiera Maradona y siempre cuento que fui un afortunado en el fútbol, lo único que me faltó en casi 20 años de trayectoria fue haber jugado un Mundial”.

“Los repatriados”

Morán disputó 23 partidos con la selección uruguaya. Participó en dos Copa América y en las Eliminatorias para el Mundial de Estados Unidos 1994. Fue parte del proceso de la polémica selección que dirigió Luis Cubilla.

Agarré la selección de los repatriados con Luis Cubilla. Arrancamos en 1991 con una Copa América muy complicada en Chile, cuando fuimos sin repatriados, jugadores de gran nivel que por un capricho del Negro Cubilla, no se si bien o mal, no los llevó. Eramos todos locales y armamos una linda selección, pero no daba para competir. Ni siquiera pasamos a la segunda fase”, dijo Morán.

Para la Copa América de 1993 en Ecuador se incorporaron los futbolistas que jugaban en el exterior, José Herrera, Enzo Francescoli, Marcelo Saralegui, Ruben Sosa, pero no había un buen ambiente en la selección.

El Indio está alejado del fútbol profesional

“Fue toda una campaña contra el Negro, todo mal. Como experiencia me tocó vivirla, era muy difícil competir en esa situación. Empezamos a jugar las Eliminatorias con la seleción que terminó en Ecuador y nos fue mal, quedamos afuera del Mundial”, recordó con pesar.

Luego de esa experiencia, el Indio continuó su carrera hasta los 41 años: “En Mandiyú me fue bárbaro, pero terminé mi contrato y quería cambiar de aire. En 1995 me fui a Olimpia de Paraguay, me llevó Puchero Piazza y enseguida agarró Luis Cubilla. Jugué ese año, salimos campeones y volví a Cerro en 1996. En 1997 fui a Unión Española de Chile, en 1998 me vine a Central con el Hormiga Alzamendi como técnico y continué por el Interior: San José, Ituzaingó de Maldonado, en el Chuy. Hasta que en 2003, con 41 años, vine a jugar en Alianza. El presidente Troche me llevó a mi, al Caballo Kanapkis, al Quique Saravia, pero lamentablemente no salió nada porque no le pagaron al plantel; hicimos el reclamo y se desafilió el equipo. Recién habíamos agarrado como dirigentes en la Mutual y el equipo que no pagaba no jugaba”, dijo el Indio.

Un ganador
Debutó a los 15 años en la selección de Durazno. A los 22 llegó a Montevideo para jugar en Cerro. En 1987 pasó a Nacional, donde permaneció hasta 1991. Fue campeón de la Copa Libertadores y de la Copa Intercontinental 1988. Luego jugó en Mandiyú de Corrientes, Olimpia de Paraguay, Unión Española de Chile, Central Español y la selección uruguaya.
Mutual, depresión y juicio
Héctor Morán trabajó durante 14 años en la Mutual, hasta que llegó la actual directiva. Junto al expresidente Enrique Saravia le hicieron un juicio al gremio de futbolistas por daños y perjuicios. “Nos sacaron de los registros sociales después de aportar 20 años, no puedo votar, entrar a la sede ni al complejo.  Soy persona no grata. No robamos nada, solo trabajamos por y para el futbolista. Dejamos US$ 600.000 en la caja de la Mutual, te lo juro por mis hijos. Agarramos una directiva fundida de la época del Tajo Silva. Ahora manda el poder, mandan Lugano y Godín. Nos dejó muy mal todo eso, estuve con una depresión bárbara, no por falta de trabajo, porque yo ganaba muy poca plata, eramos cuatro sueldos de miseria. Me ayudó mi esposa a salir adelante”.
El día que le sacaron un arma
En Chile, Morán jugó con un edema pulmonar. Muchas veces tuvo que jugar con la rodilla atada con una cinta porque se le iba para todos lados. Otro día, le sacaron un arma en la aduana. “Yo era loco por la caza, me gusta ir al campo. En Corrientes andan las nutrias en la calle. Está el río Paraná, te embarcás y encontrás capinchos, monos. Un día me fui a Asunción con una escopeta en el auto y me agarraron los milicos en la aduana. Además tenía balas sueltas. Me querían dejar detenido.  Dije que era jugador de fútbol, que estaba por arreglar en Olimpia, para que no me tuvieran en la vuelta. Los pude convencer, dejé la escopeta en la aduana y me fui a hacer compras en Paraguay. A la vuelta le traje al milico una camiseta de Olimpia de regalo y me llevé la escopeta”, contó Morán. 
Su actividad actual, en una ladrillera junto a los hijos
Actualmente,  junto a sus hijos, Morán trabaja en una ladrillera en el campo, donde también hay una aceitera y una leñera. “Me da la satisfacción de trabajar con mis hijos, que alguno estaba complicado. Vendemos ladrillos para empesas y cooperativas. No me quejo ni me da vergüeza, porque yo a los 12 años trabajaba en el campo”

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