Pereira presidente, o cómo vestir al santo

El MPP y otros sectores, incluido probablemente el Partido Comunista, gran titiritero a la sombra, proponen a Fernando Pereira, presidente de la central sindical PIT-CNT, como candidato de consenso a la Presidencia del Frente Amplio en las elecciones internas del 5 de diciembre.

Javier Miranda fue elegido en julio de 2016, en unas internas en las que votaron 94.183 afiliados, 76.000 menos que en las de 2012, y en las que venció inopinadamente al candidato del MPP, Alejandro “Pacha” Sánchez, y a otros menores. Miranda renunció en julio pasado, después de un severo desgaste político, y dio lugar al interinato del exintendente de Montevideo, Ricardo Ehrlich.

Otras precandidaturas se han lanzado al ruedo: Gonzalo Civila, secretario general del Partido Socialista; Ivonne Passada, exlegisladora del MPP; Ernesto Murro, exministro de Trabajo y Seguridad Social. Pero todos serían testimoniales en una elección interna si Pereira monta el caballo del comisario: aquel que respalden el MPP y el Partido Comunista, los sectores mayoritarios en el aparato frenteamplista.

El Partido Comunista ha sido uno de los artífices fundamentales de la unidad de los sindicatos uruguayos, desde mediados de la década de 1960, con la CNT; y de una amplia coalición de izquierdas después, desde 1971, al modo de los antiguos “frentes populares” europeos y chileno.

Pereira no es comunista, pero no podría llevar la presidencia de la central sindical sin la anuencia de los comunistas (y con un secretario general comunista, Marcelo Abdala, siempre a su lado, cual espejo y testigo).

Los vínculos entre los sindicatos y el Frente Amplio son suficientemente estrechos como para que muchos imaginen el pasaje de Fernando Pereira de una presidencia a la otra como algo completamente natural (salvo algunos sectores sindicales disidentes, encabezados por COFE, el sindicato de los funcionarios del Estado, y Adeom Montevideo, que señalaron la inconveniencia de cambiar de sombrero sin rubor).

Pereira aclaró que sólo daría el salto si se lo propone como candidato común y de consenso entre las principales fuerzas del Frente Amplio, como forma de asegurarse el triunfo.
Toda la movida habla bien de ciertas dotes personales de Pereira, y no tanto del Frente Amplio, que no sabe cómo superar los traumas y desequilibrios que le provocó la derrota electoral de 2019 y el ocaso de los viejos líderes. 

A la vez, el PIT-CNT se verá en problemas para hallar un sustituto. No le ha resultado fácil hacerlo después del larguísimo ciclo de José D’Elía.
Pereira también expresa limitaciones. La izquierda militante parece cada vez más reservada a funcionarios públicos, corporaciones y grupúsculos menores. Buena parte de la sociedad, desde empleados del sector privado a los cuentapropistas, no se siente representada.

La campaña para reunir firmas contra la LUC fue empujada por sectores pequeños, que luego embarcaron a todo el PIT-CNT, que a su vez embretó al Frente Amplio. Por fin, el aparente éxito terminó por convertir el referéndum en una esperanza cierta de resurrección a corto plazo, además de una forma de derrotar al gobierno y condicionarlo hasta su fin. 

El predominio de ciertas perspectivas “ultras” hace muy difícil la afloración de sectores moderados, que sin embargo son imprescindibles para ganar elecciones nacionales y municipales. 
Los grupos de inspiración liberal socialdemócrata, que fueron decisivos durante el ciclo de gobierno del Frente Amplio, quedaron muy disminuidos en el Parlamento por sus rencillas e incapacidad para tejer alianzas. Tampoco aparecen líderes que puedan suplir a Danilo Astori.

La presidencia del Frente Amplio es un puesto devaluado. Ciertamente Líber Seregni y Tabaré Vázquez lo ejercieron por peso propio. Vázquez incluso fue acomodando la fuerza a su gusto, y lo aceptaron porque él representaba por fin una opción clara de llegar al gobierno.

Pero a partir de la gestión de Jorge Brovetto (2004-2012), un incondicional no competitivo, el cargo se volvió más burocrático y mucho menos sustancial. El reciente fracaso de Javier Miranda, quien trató de subir unos peldaños, fue otra prueba de lo difícil que resulta conciliar la competencia entre sectores, los celos y personalismos.

Pereira viste al PIT-CNT y ahora se pretende que vista al Frente Amplio. ¿Y qué puede obtener Pereira del Frente Amplio? ¿Una candidatura común al Senado, como la de Astori en 1989? Parece que hoy nadie está para regalar nada. ¿Una candidatura a la Vicepresidencia de la República? Ese lugar parece reservado a una mujer (salvo que Carolina Cosse gane la interna de 2024 y deje para un hombre el segundo lugar en la fórmula).

Pereira también puede aspirar a una larga permanencia como presidente del Frente Amplio, tras ser electo y reelecto, de un modo articulador que le queda bien. 

El Frente Amplio aún tendría que revisar el por qué de sus derrotas electorales de 2019 y 2020. Debe afrontar unas internas partidarias competitivas en 2024, porque ya no hay candidatos preferenciales (aunque pueda resolverse por pactos entre el MPP y el PCU, como ocurrió en 2009, con la candidatura presidencial de José Mujica, y 2010, con la candidatura municipal de Ana Olivera). Y debe revisar algunas de sus ideas, su afición por el puesto público y el gasto deficitario, y una estructura endemoniada, con proliferación de grupúsculos, que lleva a falsear la representación.