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Podemos ampliar la vacunación global: ¿por qué no probar y vacunar con medias dosis?

¿Pueden ser las dosis fraccionadas la solución a la insuficiencia de suministros?

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15 de julio de 2021 a las 16:08

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Por Tim Harford – Financial Times

Con más de la mitad de la población del Reino Unido totalmente vacunada, y con el gobierno británico demasiado ansioso por declarar la victoria, pensemos en Camerún. Con una población de aproximadamente la mitad de la de Inglaterra, Camerún ha administrado — según el proyecto Our World in Data— sólo 160,000 dosis de vacunas. En un día normal, el Reino Unido administra esa cantidad antes del almuerzo.

Tengo un cierto apego romántico a Camerún, pero la nación de África occidental no es la única que carece de vacunas. Más de seis meses después de iniciada la campaña mundial de vacunación, menos de una cuarta parte de las personas a nivel mundial han recibido tan siquiera una dosis de una de las vacunas. No es de extrañar que ya hayan muerto más personas de covid en 2021 que las que fallecieron por esa enfermedad en 2020.

Entonces, ¿qué puede hacerse? Se ha hablado mucho sobre la equidad de las vacunas, pero el principal problema no es el acaparamiento ni la exageración de los precios. Es que los fabricantes no pueden producir dosis lo suficientemente rápido (si pudieran, entonces India, un enorme productor de vacunas, ya habría vacunado completamente a más del 5 o 6 por ciento de su población).

La producción mundial ha sido impresionante y se ha acelerado: según Airfinity, una compañía de análisis de ciencias biológicas, el objetivo de producción de mil millones de dosis se alcanzó sólo el 12 de abril. Para el 26 de mayo se habían producido mil millones más, y para el 22 de junio los terceros mil millones. Eso es bueno. Pero necesitamos 11 mil millones de dosis para vacunar por completo al 70 por ciento del mundo, lo cual pudiera no ocurrir sino hasta 2022.

Recientemente, sin embargo, se ha generado cierto impulso en torno a una idea que parece casi infantilmente sencilla: si reducimos el tamaño de la dosis, podemos vacunar a más personas con cada vial de vacuna. ¿Por qué no ponerle a la gente medias dosis? ¿Y qué tal un cuarto de dosis? Con cuartos de dosis, ya pudiéramos haber vacunado a la población adulta del mundo.
La idea parece absurda —tú no te puedes emborrachar más barato diluyendo la cerveza— pero todo depende de cuán efectivas puedan ser las dosis más bajas. Hace cinco años, ante un brote de fiebre amarilla y ante la escasez de vacunas en la República Democrática del Congo, siete millones de personas recibieron un quinto de dosis cada una. La estrategia, avalada por la Organización Mundial de la Salud (OMS), parece haber funcionado.

Alex Tabarrok, un profesor de la Universidad George Mason, lleva varios meses impulsando la idea de regímenes de dosificación alternativos. Recientemente, él y otros investigadores, entre ellos el especialista en el mercado de las vacunas y ganador del Nobel de Economía Michael Kremer, publicaron un documento de trabajo en el que se analiza el tema. Al mismo tiempo, se ha publicado en una revista médica, Nature Medicine, una carta —escrita por los epidemiólogos Benjamin Cowling y Wey Wen Lim, y la especialista en evolución de virus Sarah Cobey— en la que se aboga por los ensayos clínicos de dosis fraccionadas.

¿Qué evidencia existe de que las vacunas de bajas dosis puedan funcionar también para Covid? De los ensayos clínicos a gran escala, no mucha, aunque se produjo el fortuito descubrimiento de que la vacuna de Oxford/AstraZeneca parecía funcionar mejor cuando la primera inyección consistía en una media dosis.

Pero hay abundantes datos sobre los niveles de anticuerpos que la gente produce en respuesta a pequeñas dosis y, según un artículo reciente en Nature Medicine escrito por David Khoury y sus colegas, esos anticuerpos están fuertemente correlacionados con la protección en el mundo real contra la covid.

Tal como lo han señalado Kremer y sus colegas, si los niveles de anticuerpos son realmente una buena medida de protección, entonces las vacunas de ARNm, o ácido ribonucleico mensajero —BioNTech/Pfizer y Moderna— pueden proteger tan bien como la altamente eficaz vacuna de AstraZeneca, incluso si se aplican con una potencia de dos tercios, del 50 por ciento o incluso del 25 por ciento. Un reciente informe preliminar, el cual aún no ha sido revisado adecuadamente, también ha concluido que un ciclo de dos dosis de la vacuna de Moderna con una potencia del 25 por ciento produce una respuesta de anticuerpos comparable a la de un caso de covid. En Bélgica se está llevando a cabo un ensayo que explora dosis alternativas de la vacuna de Pfizer, mientras que Moderna ha indicado que también está investigando dosis más bajas.

El concepto de una dosis estándar o completa es más confuso de lo que pudiera imaginarse. Estas vacunas se desarrollaron a gran velocidad, centrándose en la eficacia, lo cual supuso inclinarse por dosis más altas. Melissa Moore, la directora científica de Moderna, lo ha reconocido. Es posible que lleguemos a considerar las dosis actuales como innecesariamente altas.
Esto no quiere decir que debamos abandonar las dosis estándar, las cuales han sido puestas a prueba en grandes ensayos clínicos. Pero sí sugiere que deberíamos probar alternativas de inmediato. ¿Hay alguna desventaja? Si las vacunas de baja dosis no funcionan tan bien como lo han sugerido los estudios de anticuerpos, ése es un problema que las vacunas de refuerzo deberían poder solucionar.

Más preocupante es la perspectiva de que un gran grupo de personas con bajas dosis pueda estimular al virus a evolucionar hacia la resistencia a la vacuna. Cobey ha reconocido ese riesgo, pero ha argumentado que si las dosis fraccionadas ayudan a reducir el número de personas infectadas, eso le da al virus menos oportunidades de mutar. Las mutaciones peligrosas pudieran reducirse, en lugar de aumentar, pero no está claro.

Lo que sí está claro es que se pudieran salvar millones de vidas si se demuestra que las vacunas de dosis fraccionadas funcionan bien. Aquí hay una lección que aprender. Aunque la producción y las pruebas de estas vacunas han sido poco menos que milagrosas, la próxima vez podemos hacerlo mejor. Deberíamos realizar más ensayos, con mayor antelación, para producir evidencia sobre una variedad más amplia de preguntas que “¿Son seguras?” y “¿Funcionan?”.

Estos ensayos clínicos son costosos, pero vale la pena pagar por los conocimientos que generan.
 

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