Mikhail KLIMENTYEV / SPUTNIK / AFP

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17 de marzo de 2022 a las 05:01

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Ante la escalada bélica del presidente ruso y su negativa a poner fin a la invasión, la Unión Europea y Estados Unidos vienen endureciendo cada vez más el mensaje y las medidas. Todo el armamento posible para Ucrania y sanciones “sin tabúes” contra Rusia es la consigna que está practicando Occidente, como respuesta al avance sin contemplaciones del ejército ruso.

En estos días el representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad Josep Borrell declaró que la UE enviará a Ucrania todas las armas que pueda, y que se va a continuar armando a Ucrania y sancionando a Rusia. Alineada con estos anuncios, pocos días atrás en Versalles tuvo lugar una cumbre de la Unión Europea para prepararse para una nueva era bajo la amenaza rusa, en la que se aprobaron más sanciones, coordinadas previamente con EEUU. 

“No hay límites ni tabúes” para las nuevas penas que los socios occidentales aplicarán a Rusia, es lo que dijo el presidente francés Emmanuel Macron al cierre de la misma. “Queremos dejarle claro a Putin que puede elegir, y debe hacer la elección correcta”, agregó. “La buena elección es la de la diplomacia y la diplomacia no se hace con una pistola en la sien”.

Esto, que es parte de un reportaje de El País de Madrid de estos últimos días, es una buena síntesis de la estrategia y el semblante con que se dispone Occidente a enfrentar el futuro de esta guerra contra Rusia.

Es claro que Occidente confía en que la conjunción de sanciones masivas a Rusia y de ayuda armamentística a Ucrania llegue a unos niveles insoportables para Putin, que le obliguen a replantearse su postura y aceptar un alto el fuego y una negociación aceptable. 

En primer lugar debemos recordar que estas nuevas medidas (y las que continuarán disponiéndose de aquí en adelante) vienen a sumarse a la batería ya vigente que incluye la eliminación de los más grandes bancos rusos del sistema Swift, el congelamiento de todos los activos del presidente y sus allegados en Occidente, el cierre del acceso de las empresas rusas a créditos provenientes de bancos u organismos occidentales, el congelamiento de todos los fondos de los principales bancos rusos depositados en los bancos de Occidente; y, la más fuerte por lejos, el congelamiento de todas las reservas que tiene el Banco Central de Rusia en Occidente, que representan casi dos tercios de los 630 mil millones de dólares  de reservas totales que Rusia vino acumulando durante años, y con las que contaba actualmente para hacer frente a la situación (sanción que entiendo que no se había aplicado hasta la fecha a ningún país por parte del sistema financiero occidental).

Todas estas sanciones –a las que deben agregarse la prohibición de exportación e importación de casi todos los productos que Rusia vendía y compraba a Occidente, el cierre de todos los vuelos comerciales entre ambos mundos, y el bloqueo a sus exportaciones de gas y petróleo a Gran Bretaña y EEUU– están estrangulando a la economía rusa, que ya sufrió y sigue sufriendo la caída en picada del valor de las acciones de sus principales empresas, el desplome de la cotización de su moneda y las enormes trabas a las que se enfrentan sus habitantes diariamente, a la hora de querer retirar efectivo o de usar sus tarjetas de crédito.

Visa y Mastercard dejaron de funcionar como medios de pago y Adidas, Nike, Zara, H&M, Uniqlo, Ikea, Lego, Netflix, Warner, Disney, McDonald's, Starbucks, Coca-Cola, Pepsi, Heineken, Apple, Samsung son solo algunas de las marcas que los rusos ya no podrán comprar más.

La intención de “cancelar” a la economía rusa como mecanismo de presión extrema sobre su mandamás es clara y contundente y puede que esté siendo eficaz en la mayor apertura a negociar que está mostrando Rusia en los últimos días. (Aunque nadie puede saber qué pasa por la cabeza de Putin, para quien dar seguimiento a unas conversaciones puede no ser más que una pantalla que aproveche como ventana de tiempo para sus objetivos). 

Pero si todo esto no funciona y al final no hay un buen acuerdo, ¿cuál es el plan B? ¿Alimentar la guerra de forma indefinida en Ucrania, proveyéndola de armas para una guerra de guerrillas en la que la carne de cañón serán los propios ucranios? 

¿Es mejor esto que un mal acuerdo que evite que Ucrania termine siendo un nuevo Vietnam en el medio de Europa, en el que se eternice la masacre de su gente? Sé que Occidente no es inocente en este viejo conflicto, y que probablemente tenía una cuenta pendiente con Rusia. Pero el horror que eligió Putin para hacerse escuchar convierte a una causa atendible en absolutamente indefendible.

No creo que exista sanción alguna que a Putin lo haga recular en esta situación, me espanta que los ucranianos tengan que pagar con su sangre el precio de viejas rencillas mal resueltas por Occidente, y me parecería un antecedente terrible transar con Rusia bajo la presión de los tanques y su amenaza nuclear.

Es de una tristeza agobiante, pero por más vueltas que le doy en mi cabeza, no logro ver cuál sería una mejor salida.

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