Diego Battiste

¿Qué criterio prima en la designación ministerial?

Lacalle Pou se inclinó por seleccionar en base a la confianza, algo que le viene reportando un control más directo sobre varias carteras ministeriales

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09 de junio de 2021 a las 05:01

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Cuando comenzaron a manejarse candidatos para el remplazo en el Ministerio del Interior, mi primer reflejo fue pensar en algunos nombres de la primera línea de Alianza Nacional. Como alternativa, pensando en la posibilidad de que se pueda mover un ministro, (Ej: Javier García) especulaba con la posibilidad de que igualmente, alguien de Alianza sea designado en el ministerio que quedaría vacante. No sucedió ni lo uno ni lo otro. Ambas posibilidades estaban pensadas bajo la lógica de “cuidar” la representación electoral en el gabinete más que la confianza política. Sin embargo, primó esta segunda lógica. ¿Era de sentido común que así fuera?

Si bien ambos criterios no son mutuamente excluyentes, uno tiende a pesar más que otro a la hora de elegir candidatos para dirigir las carteras ministeriales. Si uno coloca gente de su confianza, seguramente primarán los nombres de compañeros de sector y no los de otros sectores o partidos. Por el contrario, si se prioriza la representación política entonces será menor la cantidad de personas del círculo de confianza que se puedan designar al frente de los ministerios.

En mi opinión, lo más común es salvaguardar la representación política. Para argumentarlo me voy a basar en dos tipos de fundamentos, uno de carácter histórico y el otro concerniente a la evidencia reciente. Luego de ello, mostrar que, si bien este gabinete no es la excepción en cuanto a la aplicación de la lógica de la representación política, sí se ha producido un cambio de criterio, que se corrobora en las designaciones más recientes que realizó el presidente.

El argumento histórico es por demás conocido para cualquier analista. La historia de los partidos políticos uruguayos es la historia de sus fracciones. Por ello es difícil encontrar líderes de partido como tales. Los éxitos electorales han estado muy vinculados a la capacidad para mostrar una identidad ideológica amplia bajo un mismo lema. Históricamente pautada por dos fracciones, una de estirpe más liberal y otra estatista que compiten entre sí. Pero cuando se accede al poder se requiere de una ingeniería en el reparto de cargos para sostener la cooperación entre las fracciones.

En la historia del Partido Nacional se advierte que las diferencias entre sus dos grandes fracciones han sido tan marcadas, que, durante buena parte del tiempo no las unió el amor… pero tampoco el espanto. En la recomendable nota de Nelson Fernández se reconstruye esta fascinante trayectoria. A grandes trazos, en el siglo XX compitieron, pero desde distintos lemas, herrerismo y Partido Blanco Radical y luego, herrerismo y Partido Nacional Independiente. Con la reunificación la competencia fue entre herrerismo y la UBD, herrerismo y Wilsonismo, herrerismo y Nueva Fuerza Nacional. Y desde el 2004, herrerismo y Alianza Nacional. 

El argumento basado en la evidencia reciente, apunta a la configuración de los gabinetes desde la reapertura democrática. Por lo general, independientemente de quién es el presidente, se verifica una tendencia a cuidar la representación política de las distintas fracciones y partidos en el Poder Ejecutivo. Es decir, que es bastante acotado el margen que tiene el primer mandatario para rodearse de ministros, que, a su vez, sean personas de su confianza. Los principales socios en el gobierno procuran fundamentar en la representatividad electoral el derecho a participar en el Ejecutivo. Para el presidente es una forma de obtener la necesaria cooperación entre los socios para poder aprobar leyes en el Parlamento. 

Este mismo criterio se traslada a nivel de subsecretarías ministeriales, direcciones nacionales, cargos en entes y servicios descentralizados. Esto es algo que ya hemos analizado en este espacio. Y en particular lo hemos hecho demostrado para el actual gobierno. 

Ahora bien, el escenario que se configuró con la designación de Luis Alberto Heber –herrerismo- al frente del Ministerio del Interior y José Luis Falero –Aire Fresco- como Ministro de Transporte y Obras Públicas, ratifican el cambio en el criterio para las designaciones ministeriales. Se denota una decisión pautada por la confianza personal antes que por el equilibrio en la representación política. Y eso no va de suyo en la política uruguaya. 

La configuración inicial del gabinete sí guarda una casi estricta representación del peso de partidos y sectores en el Parlamento. Pero, en las distintas circunstancias que se han presentado a posteriori, se ha optado por designar personas dentro del círculo de confianza presidencial. 

Tal es el caso de Cancillería. Cuando Talvi decidió retirarse de la política dejando a Ciudadanos sin su líder, el presidente designó a Francisco Bustillo, persona de su particular confianza. En Desarrollo Social, Bartol –un técnico traído a la política por el propio Lacalle Pou- es reemplazado por Martín Lema, una movida que puede leerse, no solo como la elección de un político en lugar de un técnico, sino además por una persona de confianza del presidente. 

Con las recientes designaciones en Interior y Transporte se ratifica el cambio de criterio. Y ello, aun en desmedro de Alianza Nacional que queda sin representación en el gabinete. “No es momento de cálculos políticos” señaló el senador por el sector Carlos Camy consultado por El Observador.

Es probable que parte de la interpretación de estas designaciones tengan que ver con la coyuntura que atraviesa Alianza Nacional. La escasa actividad interna que presentaba el sector y el fallecimiento repentino de su líder dejó atónitos a todos. Por ello es entendible que se diga que no se está en condiciones de negociar. 

Pero en lo concreto, Lacalle Pou se inclinó por seleccionar en base a la confianza, algo que le viene reportando un control más directo sobre varias carteras ministeriales.

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