Martin Bernetti / AFP

Rechazo del populismo en Chile es un ejemplo para el mundo

Los votantes desdeñan una defectuosa visión utópica en el plebiscito constitucional

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07 de septiembre de 2022 a las 05:03

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El populismo ha proyectado una sombra particularmente larga en América Latina. A través de la historia reciente de la región se han destacado los oradores que complacen a la multitud y proclaman una nueva utopía.

El general Juan Domingo Perón generó un movimiento homónimo en la década de 1940 tan poderoso que "el peronismo" ha dominado la política argentina desde entonces. Más recientemente, la “revolución bolivariana” de Hugo Chávez en Venezuela y la “cuarta transformación” de Andrés Manuel López Obrador en México han seducido a los votantes con promesas mágicas que han desmentido el autoritarismo de sus respectivos líderes.

En este panorama político poco prometedor, la decisión de Chile en un referéndum el domingo de rechazar contundentemente una nueva constitución imposiblemente utópica se destaca como un ejemplo notable de madurez cívica. Éste es un revés para el presidente de izquierda Gabriel Boric, el exlíder de la protesta estudiantil que había apostado mucho capital político en el borrador radical que ahora se ha rechazado.

A los votantes se les prometió, casi literalmente, la tierra (el borrador habría otorgado derechos constitucionales a la naturaleza). Las 'zanahorias', o recompensas, de aspecto atractivo abundaron entre los 388 artículos redactados por una asamblea especialmente elegida después de un año de debates a veces estridentes.

El proyecto de constitución obligaba al Estado no sólo a brindar salud, educación y vivienda, sino también a garantizar la producción de alimentos saludables y la promoción de la cocina nacional chilena. Curiosamente, en un país donde millones aún carecen de servicios de Internet de banda ancha, se habría garantizado el derecho a la “desconexión digital”.

Sin embargo, los chilenos vieron la falacia de la visión utópica en medio de una realidad mucho más prosaica de creciente inflación, una economía en desaceleración y una miríada de desafíos económicos. Casi el 86% de los chilenos votaron, y cerca del 62% de ellos votaron en contra de la nueva constitución.

Tal madurez electoral es muy inusual en cualquier lugar, y mucho menos en un país de ingresos medios. Según un estudio global realizado por dos académicos estadounidenses, Zachary Elkins y Alexander Hudson, los votantes han aprobado el 94% de las 179 nuevas constituciones que se les han presentado desde la Revolución Francesa de 1789.

Pero los chilenos no abandonaron el deseo de despojarse del pecado de origen de la actual constitución, redactada bajo la dictadura militar de Augusto Pinochet de 1973-1990. El presidente de izquierda de Colombia, Gustavo Petro, tuiteó después del resultado del domingo por la noche que “Pinochet ha vuelto a la vida”. Él no podía estar más equivocado.

“Se han traspasado algunos umbrales y no hay vuelta atrás”, dijo Andrés Velasco, un expolítico chileno que ahora es decano de la Escuela de Políticas Públicas de la London School of Economics. “Habrá una nueva constitución. La representación de las mujeres y minorías étnicas ahora está instalada en la política, se ampliará el acceso al aborto y el matrimonio homosexual seguirá siendo legal. Con respecto a los valores y la inclusión, Chile ha avanzado y esto no cambiará”.

Lo que probablemente vendrá después es un nuevo intento de reescribir la constitución. Esto corregirá los errores del pasado al garantizar que los delegados a una nueva asamblea constituyente sean más representativos de un país que está ampliamente dividido entre izquierda y derecha. Seguirá garantizando que las comunidades indígenas durante mucho tiempo marginadas tengan representación, pero garantizará que esto sea proporcionado. No les dará a los activistas de un sólo tema una ventaja injusta.

De ese proceso probablemente surgirá una nueva carta que otorgue derechos individuales más fuertes a los chilenos y un papel más importante para el Estado en la garantía de los servicios públicos esenciales. El resultado se parecerá más a un Estado de bienestar al estilo europeo y menos a un país dominado por el libre mercado. Será una evolución más que una revolución.

Es alentador que ese proceso prometa ser pacífico y democrático. A las pocas horas del resultado del referéndum de anoche, los chilenos de la mayor parte del espectro político aceptaron el resultado como justo, hicieron declaraciones conciliatorias y comenzaron a crear consenso para escribir una nueva constitución más moderada. Incluso Boric aceptó la necesidad de un documento “que nos una como país”.

En su abrumador deseo de rechazar el populismo y acoger el consenso, expresado de forme pacífica y democrática, los chilenos le han dado un ejemplo al mundo.

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