Alfredo De los Santos es un jugador muy recordado por los hinchas de Nacional

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Se escondió cuando lo fue a buscar Cataldi y se lo llevó Restuccia a Nacional; la vida del Polilla De los Santos

Alfredo De los Santos ocupa un lugar de trascendencia para los hinchas de Nacional, con el que jugó en todos los puestos, menos de arquero
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22 de mayo de 2022 a las 05:04

Golpearon a la puerta en la casa en la que había nacido en Punta del Este y cuando vio quién era, con sus 16 años a cuestas, se fue a esconder. Hincha de Nacional rabioso, no podía creer que el presidente de Peñarol de entonces, Washington Cataldi, le pidiera a su padre para contratarlo a Peñarol. Se lo quería llevar esa misma tarde.

“Fue Cataldi a buscarme en persona, habló con mi padre y le dijo que me pasaba a buscar a las 12 de la noche y me traía a Montevideo. Cuando lo vi, desaparecí, me escondí. No quería venir a la capital a jugar, porque era muy chico, pero además porque todos éramos de Nacional”, dice Alfredo De los Santos, el Polilla, a Referí.

Como se hacían antes las notas en los vestuarios: recién bañado, Alfredo De los Santos dialoga con un periodista

A los dos meses lo fue a buscar Miguel Restuccia, presidente de Nacional, pero pese a que era hincha, lo tuvo que convencer, el presidente de Ituzaingó, el club en el que jugaba, Alfredo Nocetti. “‘¿Qué vas a hacer acá? ¿Vas a trabajar en la construcción?’, me dijo. Me fui para Montevideo y arreglé todo. No tenía ni idea de qué iba a hacer, pero me tenía mucha confianza, sabía que iba a llegar, y me fue bien. En poco tiempo fui a la selección juvenil y fuimos campeones en 1975. Con 19 años era titular en la mayor, fue muy rápido lo mío”.

Tenía una versatilidad increíble, pocas veces vista. Era un zaguero veloz que podía bajar la pelota con el pecho y con panorama de cancha. Los años y el oficio en lo que hacía, lo llevaron a jugar como lateral, en donde también se destacó. Otros técnicos lo colocaron como volante central y hasta de volante derecho. Pero fue el profesor José Ricardo De León quien le dijo que tenía que ser el delantero de Nacional.

El Polilla con toda su estampa defendiendo la camiseta de Nacional

El Polilla fue clarito con el DT: “Mire, profe. Yo le juego ahí, pero no me dé la camiseta 9. El que juega con ese número, está obligado a meter goles. Yo voy a jugar con la 14”.

Y así lo hizo, aunque la elección tiene una historia y la contó. “Me gustaba cómo jugaba Cruyff. Yo ya no era un niño, pero fue una especie de ídolo. Él jugaba con la 14 y por eso pedí para jugar con ese número”.

También dejó un gran recuerdo en Barcelona de Guayaquil, a donde llegó luego de seis años sin que lograran el título, y lo ganó dos veces

Pese a que jugó la mayor parte de su carrera como zaguero, ocupa el puesto 33 en la historia de los máximos goleadores de Nacional con 67 goles, 15 de ellos en amistosos.

“Es un orgullo para mí estar en esa posición, porque solo jugué seis meses de ‘9’”, cuenta.

A su ídolo Cruyff tuvo “la suerte de enfrentarlo con River argentino en España cuando enfrentamos a Barcelona y lo marqué. Era un todoterreno, iba y venía. Un fenómeno”.

Uno de los tantos equipos de Nacional en los que jugó: parados Rodolfo Rodríguez, Ruben Giménez, Alfredo De los Santos, Martín Taborda, Raúl Möller, Miguel Piazza; abajo, Alberto Bica, Juan Ramón Carrasco, Juan Carlos Mamelli, Miguel Caillava y Juan Carlos Ocampo

De los Santos es de la época en la que se nacía en su propia casa con partera y todo, no en un sanatorio. Eleodora, su mamá, lo esperó junto a su padre Justo Alfredo. Y nació en una casa de la Parada 3 de la Mansa en Punta del Este, pegado a donde se encuentra el hotel más grande de la península y que en aquella época, estaba la cancha del club Punta del Este. Fue hijo único así que acaparaba toda la atención.

“Jugábamos al fútbol en la calle con la pelota de tiento que cuando la cabeceabas de ese lado, te dejaba un chichón. Pasé a jugar en Barrio Los Ángeles, el club de baby, como zaguero. Luego lo hice en Ituzaingó, en la selección juvenil de Maldonado, con la que fuimos campeones invictos del Este. Los dos punteros eran Fernando Clavijo -quien defendió a Estados Unidos en el Mundial de 1994- y Ernesto Popelka”.

Alfredo De los Santos en un partido con Nacional

El sobrenombre Polilla se lo pusieron porque jugaba con los grandes y se metía por todos lados.

Y suma una anécdota: “El Polilla (Jorge) Da Silva, declaró una vez que yo era su ídolo y que por eso le empezaron a decir así. Era un buen delantero, por algo fue goleador en España”.

Su papá era electricista y a veces él le daba una mano. “Lo ayudaba. Él hizo mucho tendido de cables era el capataz de los electricistas en varios edificios de Punta del Este y me llevaba”.

En su adolescencia, aún en el balneario, “pasaba jugando en la playa, pescando. No era el Punta del Este de ahora, había médanos, no había tantos edificios, eran más bien casas. En verano me gustaba pescar a la encandilada”.

Alfredo De los Santos y Miguel Piazza luego de un triunfo de Nacional

Cuando vino a Montevideo, pasó a vivir en el Parque Central y extrañó muchísimo. “Al primero que conocí fue a (Juan Ramón) Carrasco y a Daniel Moglia. Viví dos años allí. Íbamos a comer a la sede seis meses y cuando vino (Miguel) Ignomiriello, armó habitaciones, y ahí llegamos a vivir como 30 muchachos. Trajeron cocinero, vino Morrongo Olivera y él se armó una cocina debajo de las tribunas. Los primeros meses era cruel el frío porque los techos de los cuartos debajo de las tribunas eran muy altos”.

Ignomiriello era un especialista en encontrar nuevos talentos, lo tuvo en un equipo juvenil lleno de grandes exponentes, y lo hizo debutar en Primera. “Venía de ser coordinador de selecciones argentinas y de dirigir a Estudiantes, era un técnico preparado, muy exigente y responsable. Trabajaba mucho, con 30 días de pretemporada en la playa, con triple horario.

Con Nacional fue goleador de la Liguilla de 1978

Descubrió a muchísimos jugadores porque se iba al interior a verlos: (Martín) Taborda, Tito Caillava, y muchos más. Caillava fue uno de los mejores futbolistas que vi, te jugaba en una baldosa”, dice.

“Debuté con 18 años con Masnik como compañero de zaga y fue muy especial. A veces, siendo aún juveniles, cuando estábamos en la parada esperando el ómnibus 330 con Carrasco, venía (Luis) Artime en su Peugeot rojo y nos llevaba a entrenar. Jugábamos contra Manga, Ubiña, Mugica, Cacho Blanco, ellos estaban en Primera y hacíamos partidos. Estaba el Pulpa Etchamendi de técnico. Cuando llegué, tenía un susto bárbaro, y en Los Céspedes se puso a hablar conmigo y me presentó a los muchachos que estaban ahí. Eran campeones del mundo y nosotros los tratábamos de usted, había mucho respeto. Una vez le hice un caño al Peta Ubiña y me dijo: ‘Nene, a mí esto no me lo hagas, que sea la última vez’. ‘Perdone’, le contesté”.

Nacional campeón de la Copa Montevideo ante River argentino en marzo de 1978; parados, Rodolfo Rodríguez, Adán Machado, Martín Taborda, Luis Fleitas, Raúl Möller, Julio Montero Castillo; abajo, Ruben Morales, Alfredo De los Santos, Juan Ramón Carrasco, Miguel Caillava y Juan Carlos Ocampo

Recuerda que los clásicos que jugó ante Peñarol eran de aquellos en que las dos hinchadas iban juntas a la misma tribuna. “Era ir a una fiesta. El partido era otra cosa, no había amigos ahí. Después nos íbamos a tomar un café juntos. Tuve mucha relación con el Indio Olivera, hasta el día de hoy, ya que vive a dos cuadras de casa en Pinamar. Nacional-Peñarol son únicos. Después jugué muchos River-Boca, Barcelona-Emelec, pero como Nacional-Peñarol no hay, yo lo siento así. Jugaba en River contra Boca y era un partido más, con estadio lleno, pero no lo sentía tanto como clásico”.

A Peñarol le anotó dos goles, uno de penal a Fernando Álvez por el Uruguayo 1978 y otro a Jorge Fossati, un golazo, por la Liga Mayor de aquel año, jugando de punta.

Alfredo De los Santos hoy trabaja en la empresa Tenfield

“Ese gol fue de zurda. El otro lo hizo Juan (Carrasco), en una jugada que hice yo que eludí a Fossati y se la dejé a él porque no tenía ángulo. Ese año hice 19 goles en el Uruguayo, seis en la Liga Mayor y fui goleador de la Liguilla con siete”.

Los duelos con Fernando Morena junto a su compañero de zaga de entonces, Rafael Villazán, también fueron parte de la historia.

Así lo explica: “Villazán jugaba de stopper y yo de líbero en línea de cuatro. Rafael iba con Fernando. Era un tipo rápido, oportunista, siempre estaba en el área y un ‘9’ goleador”.

El día del debut de Alfredo De los Santos con River argentino, en un amistoso ante Nacional; allí aparecen Alberto Bica, Juan Carlos Ocampo, Alfredo De los Santos con la camiseta de River, Nelson Agresta, Hugo De León, Waldemar Victorino, Juan Ramón Carrasco con la casaca de River argentino, aunque no jugó, Raúl Möller y el argentino Víctor Marchetti

El gran 1978 llevó a que lo contratara River de Argentina con Ángel Labruna de DT y hacia allá se fue con Juan Ramón Carrasco. Pero fue otro el técnico que lo pidió.

“Iba a suplantar a (Roberto) Perfumo -quien se retiraba- y Menotti que era el técnico de Argentina, me hizo contratar junto con Juan. No se llevaba bien con (Norberto) Alonso, y quería a Juan, pero cuando terminó el Mundial como campeón, siguió con la selección”, cuenta. 

River Plate argentino en 1982: parados: Daniel Passarella, Américo Gallego, Alfredo De los Santos, Julio Olarticoechea, Jorge García y Ubaldo Fillol. Agachados: Reinado Merlo, Mario Kempes, Ramón Díaz, Emilio Commisso y José M. Vieta

Comenta que Labruna se portó “muy bien” con él. “Con los jugadores que había no se precisaba casi entrenador. Varios venían de ser campeones del mundo con Argentina como el Pato Fillol, Daniel Passarella, Leopoldo Luque, Óscar Ortiz. Y estaban Eduardo Saporiti, Reinaldo Merlo, Pedro González, Juan José López. A mí, me mandaba marcar a (Diego) Maradona en los clásicos hombre a hombre, me ponía como cuarto volante. Y solo lo podía parar con faltas. Jugué muchos partidos contra él, primero contra Argentinos y luego ante Boca. Lo paraba con faltas y algunas, duras. ‘Uruguayo, me mataste’, me decía. ‘¿Qué querés que te haga?’, le contestaba yo. Le pegaban y aguantaba. El fútbol era más lindo que el de ahora, en el que no hay picardía, por eso nosotros no vamos a ganar nunca más una Libertadores”.

Alfredo De los Santos en su pasaje por River Plate argentino con el cual logró cuatro títulos

Cuando jugó de defensa, compartía la zaga con Passarella. “Era un fenómeno y nos entendíamos muy bien. Después llegó Kempes desde España y Ramón Díaz fue ascendido al plantel principal. Era un fuera de serie. Él y Carrasco le hicieron cuatro goles a Boca en La Bombonera y ganó River 5-2, en lo que es hasta hoy, la victoria más holgada como visitantes por un clásico. Carrasco tenía a Alonso en su puesto, y Alonso era el niño mimado de River”.

Luego de Labruna llegó otro histórico de River y del fútbol mundial a dirigirlo, como Alfredo Di Stéfano.

Juan Ramón Carrasco y el Polilla De los Santos, juntos en River Plate de Argentina

“No quería a Alonso y se tuvo que ir a Vélez. Tengo una revista en la que Di Stéfano desde España dijo que al que más conocía era a mí, porque había jugado amistosos allá: ‘El único titular va a ser De los Santos, los demás veremos’, comentó. Con él jugué muchos partidos. Sabía mucho y entrenaba a la par de nosotros, corría con nosotros con la edad que tenía Tuve la mala suerte que me lesioné una rodilla y me vine a hacer la evolución en Montevideo. Entonces jugué unos meses a préstamo en Defensor”.

El equipo de Defensor en 1983; arriba, Julio Acuña, Héctor Roux, Luis Sarubbi, José Luis Russo, Eduardo Acevedo, Pablo Forlán; abajo, Alberto Santelli, Alfredo De los Santos, Rogelio Ramírez, Manuel Anzorena y Juan Carlos Ocampo

Allí tuvo a Baudilio Jauregui como entrenador, quien se había retirado hacía poco, y había sido su compañero en Nacional. Gregorio Pérez comenzaba a trabajar y era su ayudante.

Volvió a River con el que ganó dos Metropolitanos y dos veces el Campeonato Nacional, dejando su nombre bien arriba.

El pasaje por Barcelona de Guayaquil fue importante para Alfredo De los Santos, en donde dejó su huella de campeón

Pasó a Barcelona de Guayaquil que hacía seis años que no lograba ser campeón de Ecuador.

“Dejé un gran recuerdo. Me iban a hacer un homenaje antes de la pandemia y no se pudo hacer, quedó pendiente. Fui dos veces campeón”. Tuvo al chileno Lucho Santibáñez como técnico, quien “era muy pícaro. Caszely jugó algunos partidos, y con Jair, el de Peñarol, salimos campeones”.

River Plate argentino en 1979: arriba, Pablo Comelles, Reinaldo C. Merlo, Horacio Rodríguez, José L. Pavoni, Eduardo Saporiti y Luis Landaburu. Agachados: Alfredo De los Santos, Juan Ramón Carrasco, Juan José López, Norberto Alonso y Rubén H. Galletti

Tras un paso por Querétaro de México y volvió a Guayaquil, pero a Filanbanco.

El Polilla De los Santos en otro equipo de River argentino, más acá en el tiempo, con Nery Pumpido en el arco, el campeón del mundo de 1978 Américo Ruben Gallego, y abajo, resaltan los uruguayos Alberto Bica y Enzo Francescoli

Pero tuvo una fea experiencia y se volvió. Así la cuenta: “Estuve seis meses. Salía de casa y unos tipos en una moto me metieron unos cuchillazos en el brazo, me robaron US$ 500 y le dije al presidente que no quería jugar más. Me salvó el bolso porque apenas me rozaron un brazo”.

La selección

El Polilla fue campeón sudamericano juvenil con la selección uruguaya en 1975 con Walter Brienza como entrenador.

Uruguay campeón juvenil en el Sudamericano de Lima en 1975; el Polilla aparece a la izquierda de Rodolfo Rodríguez y al lado del Tato Ortiz entre los parados

“Brienza era el técnico que teníamos en Quinta en Nacional y nos conocía de memoria. Me llevó a la selección y conseguimos el título. Fue espectacular vestirse de celeste por primera vez. El hecho de jugar en un grande, hacía que las cosas no te pesaran, entonces no era tan complicado jugar en la selección. Jugábamos tres o cuatro clásicos desde la Quinta y te ibas formando en un equipo grande. Eso ahora se perdió, el fútbol uruguayo está estropeado. Hay que ir cinco horas antes a una cancha y después te tenés que quedar una hora adentro del estadio. Mis nietos, Emma (7 años), Facundo (6) y Belén (4), que son hijos de mis dos hijas, Denise y Chantal, me piden que los lleve a ver a Nacional y por ahora, me resisto. Les compro camisetas de Nacional. Yo era muy fanático de Nacional, pero ya no lo soy. Esa es una historia muy larga para contar”.

Jugó en todos los puestos y siempre se destacó

Debutó en la selección mayor con Juan Schiaffino como técnico y luego tuvo a Juan Hohberg.

El Polilla De los Santos y su función de abuelo junto a sus tres nietos con los que disfruta hasta disfrazándose

“Tenían mucha experiencia, habían sido campeones de todo como futbolistas y de ellos se aprende. Ahora se trabaja muchísimo más, se habla más con el jugador. Antes entrenabas y te ibas. Te enseñaban cosas hablándote. Tuve cinco años a Labruna y no recuerdo que trabajara tanto en cancha”, explica.

Un partido con Uruguay ante Argentina en cancha de Vélez; parados, Darío Pereyra, Alfredo De los Santos, Walter Corbo, Rafael Villazán, Juan Vicente Morales, Pablo Forlán; abajo, Juan María Muniz, Julio César Giménez, Fernando Morena, Ramón Silva y Juan Carlos Ocampo

Integró el plantel que quedó fuera del Mundial de Argentina 78 y ese fue un golpazo para todos: “Era la oportunidad de jugar el Mundial y nos golpeó mucho quedar eliminados con Bolivia y Venezuela. Era cuatro partidos nomás, ahora es toda una Eliminatoria entera”.

Tuvo una especie de revancha con la selección cuando ante Venezuela, fue fracturado Morena en la Copa América de 1983.

Alfredo De los Santos y su compañero de zaga de Nacional, Rafael Villazán, en el entretiempo de un partido de la selección uruguaya

“En ese momento, nadie quería jugar de ‘9’ en Uruguay después de Morena. Yo venía jugando en ese puesto y el técnico era (Omar) Borrás. Y Rodolfo (Rodríguez) le dijo por qué no me probaba a mí en ese puesto. ‘¿Usted se anima a jugar allí?’, me dijo, y me puso en Chile”.

El Polilla fue campeón con Uruguay de la Copa América de 1983

En ese partido hubo un incidente muy complicado y en plena dictadura chilena. De los Santos iba por el túnel hacia el vestuario y fue agredido por un fotógrafo que le tiró la cámara, entonces le devolvió el golpe. Estuvo dos días detenido en el hotel.

Una delegación de la selección uruguaya que fue a jugar ante Chile la Copa Pinto Durán en 1976; Alfredo De los Santos se encuentra entre Pedro Graffigna y Rodolfo Rodríguez, arriba, a la izquierda

“El tipo dijo que le había pegado una patada en la boca y yo no había sido. Estuve dos días preso en el hotel, porque tuve que ir a declarar. Él quería US$ 1.000 por la cámara, pero me la había tirado a mí. Después declaró que la había tirado y el juez al final casi lo mete preso a él porque no había contado la verdad. No le tuve que pagar nada. El Toto Da Silveira fue quien me defendió como abogado porque vio que dos carabineros me llevaron en una chanchita, y después la embajada me puso un abogado. El Toto salió de testigo e hizo de abogado. Se portó muy bien conmigo”, recuerda.

Walter Corbo y Alfredo De los Santos en un partido de la selección uruguaya

Desde hace 20 años, el Polilla trabaja como chofer en Tenfield. Cuando se fundó la empresa, tenía camionetas y hacía viajes al interior llevando a los camarógrafos, y después lo contrataron como fijo.

Dejó un legado en la cancha y su recuerdo perdura en el mundo del fútbol uruguayo. Alfredo De los Santos es sinónimo de clase.

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