Jorge Seré se destacó por sus grandes atajadas

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Héroe de Tokio con Nacional, jugó con Maradona, lo dirigió Schiaffino y debutó con Francescoli: la vida de Jorge Seré

Fue héroe en Tokio atajando cuatro penales para Nacional y ganó la Intercontinental, su suegra era fanática de Peñarol y de Morena, jugó con Maradona y Ronaldo, lo dirigió Schiaffino, y donó sus medallas para el Fondo Coronavirus: la vida de Seré
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12 de febrero de 2022 a las 05:02

Se crió en Malvín y a los 13 años se fue a vivir a La Blanqueada. Aún no sabía que sería un grande del arco, que ganaría todo con Nacional, que jugaría con Maradona y Ronaldo, que lo dirigiría el Pepe Schiaffino, que daría dos vueltas olímpicas con la selección uruguaya, que sería el orgullo de sus hijos, que sería héroe en Tokio 1988. Eso y mucho más vivió Jorge Seré hasta ahora.

Jugó al baby fútbol de arquero y también de ‘9’ en el club Veracierto y luego en Terremoto, uno de los equipos más fuertes en el que también atajaba Javier Baldriz, otro que llegó al profesionalismo. “La idea era que jugáramos un tiempo cada uno, y a veces jugaba de 9. En el Náutico jugaba los torneos de verano. Nos dirigía el Pepe Schiaffino, y salí un año el arquero menos goleado y al otro, el goleador”, recuerda para Referí.

Un pequeño Jorge Seré junto a sus padres Jorge y Susana

Luego de haber ido a la escuela Francia, hizo el liceo en el Erwy School y el profesor Pedernera, quien trabajaba en Sud América y vio que tenía condiciones, lo llevó a practicar y quedó entre los elegidos. No obstante, como se venía fin de año, hubo un receso y en los primeros días de enero, un amigo le dijo que buscaban aspirantes a futbolistas en Danubio. Fue al Parque Forno. “Me atajé todo y al otro día me dijeron que me fichaban. Tenía 14 años y a esa altura me gustaba más jugar de arquero que de ‘9’”.

Luego del liceo quería seguir la carrera de odontología, pero como con 16 años ya estaba en Primera división, cuando terminó el bachillerato en 1979 y vio que para entrar a la facultad había examen de ingreso, desistió. Además, en Danubio llegó Sergio Markarian y le dijo que iba a ser titular en Primera. 

“Debuté como titular con 18 años contra Wanderers en el Franzini y ese día debutó (Enzo) Francescoli”, cuenta.

Danubio fue una parte importante en la vida de Jorge Seré

Uno de los encuentros que nunca olvidará fue uno ante el club de sus amores, Nacional.

“Jugué uno de los mejores partidos de mi vida contra Nacional en Jardines, en setiembre de 1980. Si ellos ganaban eran campeones uruguayos y venían de ganar la Copa Libertadores. Le ganamos 2-0 y los hinchas de Danubio me sacaron en andas. Además, enfrenté a todos mis ídolos de aquella época: Rodolfo (Rodríguez), (Waldemar) Victorino, (Víctor) Espárrago, el Cascarilla Morales, (Alberto) Bica. A la semana siguiente fueron campeones contra Defensor en el Parque Central”.

Los compañeros de la época le decían El Gordo, porque cuando llegó a Danubio “era gordo. Ya cuando debuté en Primera, no lo era. Pero me quedó el mote”.

Su madre Susana era maestra, su padre Jorge era bancario, pero por la huelga de 1969 “se quedó sin laburo y trabajó de todo un poco. Éramos una familia de clase media, con una casa comprada a través del Banco Hipotecario. Mi viejo jugaba bien al fútbol y yo lo iba a ver, pero lo hacía en los campeonatos bancarios”.

Seré trabaja en la actualidad en ONFI

En 1977, cuando aún estaba en la Quinta división de Danubio y el técnico de Cuarta era el Chino Héctor Salva, le ocurrió una anécdota imperdible. La Quinta jugaba los sábados y la Cuarta -lo que vendría a ser el preliminar de la Primera de ahora-, lo hacía los domingos.

“Jugué con la Quinta y me dijeron luego del partido: ‘Mañana sos el arquero suplente de la Cuarta. Yo tenía un cumpleaños de 15 de una compañera de liceo. Y pensé: ‘Yo voy, si igual no voy a jugar’”.

El gran tema era que el Chino salía a recorrer las casas de los jugadores por las noches para ver si no salían. Seré lo sabía. “Le dije a mi vieja: ‘Me baño, me visto y me acuesto porque seguramente venga el técnico a ver si estoy’. Efectivamente llegó a casa, entró a mi cuarto, me vio acostado y se fue. Esperé 15 minutos y me fui al cumpleaños, aunque tampoco volví muy tarde”, explica.

Pero no termina allí. El golero titular hizo lo mismo que él y se fue a otra fiesta, pero el Chino volvió a su casa y vio que se había ido y ya no estaba. “Cuando llegué a la cancha de Cerro me dijo que entraba yo y terminé jugando en el Preliminar de Primera con 15 años. Anduve bárbaro y eso me llevó a que se empezara a hablar de mi nombre. Con 16 años fui el tercer arquero de Danubio en la Libertadores 1978, el más joven de toda la copa”.

Los tres hijos de Seré: Jorge, Gimena e Isabela

Seré se define sin eufemismos ni medias tintas: “Yo era un arquero con mucho culo. En situaciones de partido, por ejemplo, la pelota muchas veces rebotaba en un zaguero y pegaba en el palo, pero se iba afuera, y así nos salvábamos, o picaba mal en el pasto o en un pozo y la venía a mis manos, sin complicaciones como les pasa a casi todos los arqueros. Si hubiéramos ganado en Tokio 3-0 a PSV Eindhoven, que lo podríamos haber ganado así por el primer tiempo que hicimos, yo no hubiera sido el héroe de los penales. Había muy buenos arqueros en esa época mejores que yo, pero tuve la oportunidad, la aproveché y ligué también, porque si no llegaba el gol del Vasco (Ostolaza) en la hora, tampoco pasaba lo que pasó”.

Sin embargo, dice: “No tuve culo cuando se lesionó el Flaco Rodolfo (Rodríguez) días antes de viajar con la selección al Mundial de México 86. Me dijeron que iba yo en su lugar como tercer arquero porque lo iban a descartar, pero no sucedió así y me quedé”. Y añade: “En la Copa de Oro de los grandes, en 1985, yo estudiaba fisioterapia por la mañana en el Hospital de Clínicas mientras jugaba en Danubio y ya estaba consolidado. Me fueron a avisar que me llamaron de Nacional para jugar uno de esos clásicos en los que se podían contratar refuerzos. Llamé a Pedro Cubilla, el hermano de Luis, que era el DT. ‘Mirá que te llamamos para reforzar a Nacional porque (Gualberto) Velichco no puede jugar’, me dijo. Para mí, era tocar el cielo con las manos. Y cuando estaba por salir para Los Céspedes, me llamaron para decirme que echaban para atrás todo porque Velichco se había recuperado. Entonces le dije a Pedro: ‘Mirá que quedo muerto, liquidado, porque tenía una gran ilusión’. Y me contestó: ‘Venite igual y vas al banco’. Fue uno de los dos clásicos que ganó Nacional por penales y estuve en el banco”.

El equipo que ganó la final de la Copa Libertadores 1988

Además, también fue su primer contacto con los tricolores, ya que, hasta allí, nunca se había vestido con esos colores. “Ahí tampoco ligué porque iba a jugar yo”, sostiene y comenta: “Tampoco ligué con poder ser entrenador de Primera división. Estoy seguro de que podría haber sido un muy buen técnico”.

Cuando se dio la salida de Danubio, Nacional y Peñarol buscaron contratarlo. “Nacional habló primero conmigo. Después de la Copa América 1987, el Cr. Damiani me dijo que al año siguiente me quería en Peñarol. Y (Roberto) Fleitas me había tenido en esa selección y me llamó. Tuve una reunión con (Víctor) Della Valle y Ceferino Rodríguez, nos pusimos de acuerdo y una semana después, ya con Peñarol campeón de América 1987, me llamó Damiani. Estuve una semana dándole vuelta al tema porque Peñarol era campeón de América y Nacional ni estaba clasificado a la copa 1988, y pesó mi sentimiento. Mi viejo ya estaba muerto y si me veía en Peñarol, se moría otra vez. Había una diferencia económica para Peñarol, pero estuve en lo correcto y al final, ganamos todo con Nacional ese año”.

Cinco arquerazos en una sola foto: Farid Mondragón de Colombia, Peter Schmeichel de Dinamarca, Jorge Seré, Iker Casillas de España y Jorge Campos de México

Esmeralda hoy tiene 97 años y fue su suegra. La Tota, como la conocen, es muy manya. Cuando Jorge visitó por primera vez la casa de quien entonces era su novia, Esmeralda “tenía encima de la heladera la foto de (Fernando) Morena. Recuerdo que con el paso del tiempo se vino a vivir a la casa que compartíamos con mi esposa y cuando yo jugaba un clásico, si ganábamos teníamos un premio extra. Yo le decía: ‘Esmeralda, mire que, si ganamos, vamos a poder comprar otra cocina, un televisor nuevo. Piense en sus nietos también’, y ella me contestaba medio en broma por su fanatismo por Peñarol: ‘No me importa nada eso. Voy a estar contenta si sufrís y gana Peñarol’”.

Cuando firmó contrato con Nacional, su primer pago era con un cheque a 20 días. Esperó y fue al banco a cobrarlo. “Hice la cola y cuando llegó mi turno, me dijeron que el cheque no tenía fondos. Me fui a la sede y quise hacer un escándalo, pero Ceferino me dijo que los cheques se daban en el club como una especie de garantía, pero no para cobrarlos. Después me pagaron como en tres meses. De él solo puedo hablar bien. Cuando volví de Coritiba de Brasil, me quedaban seis meses de contrato. Un directivo me dijo que volvía para tapar el crecimiento de (Carlos) Nicola y (Gustavo) Munúa que ya eran dos muy buenos arqueros. Yo le dije que llegaba para cumplir mi contrato, que no tenía por qué ser titular. Ceferino se portó muy bien conmigo porque me pagó los seis meses que quedaban cuando volví de jugar en Brasil”.  

Jorge Seré fue uno de los mejores arqueros de los últimos tiempos en el fútbol uruguayo

Nacional, aquel club del que era hincha e iba a ver desde chico, fue el que le dio la gloria.

Primero llegó la final de la Copa Libertadores 1988 ante Newell’s. Habían perdido 1-0 de visita y los 90 minutos en el Centenario terminaron con un claro 3-0 para Nacional. Sin embargo, el reglamento de aquella copa era especial y no había diferencia de goles, por lo que todos sabían que si los tricolores ganaban, no importaba por cuánto, habría un alargue. ¿Todos sabían? Parece que no.

“Cuando terminaron los 90’, me vino a saludar y a felicitar (Gabriel) Batistuta como que éramos campeones. Yo le dije: ‘Mirá que falta el alargue todavía’ y él que era un chiquilín no lo sabía. Después terminó siendo un fenómeno. Fue cómico en ese momento. Con el paso de los años, nos encontramos en Zúrich con las Leyendas de FIFA y le recordé la anécdota”, explica.

Días antes de la final de la Copa Intercontinental de Tokio, se enemistó con el técnico Fleitas y no se hablaban.

Seré junto a Batistuta con el paso de los años; en la final de la Libertadores 1988, vivió una anécdota increíble con él

“Roberto era una persona de carácter fuerte y yo le contesté fuerte y eso hizo que el día de la final ni nos habláramos y ni siquiera me nombró en la charla técnica, pero después me llevó a Nacional en 1992 y años más tarde a Liverpool”, dice.

¿Qué había pasado? Seré había ido un año antes al mismo hotel de Tokio a jugar un partido por Unicef con Carlos Bilardo de técnico y Diego Maradona como gran figura. Tenía claro que no se podía dormir en las primeras horas de la noche porque eso es contraproducente cuando se cambia radicalmente de huso horario.

Sin embargo, Fleitas y su cuerpo técnico, los enviaron a todos a dormir. “Entonces bajé al lobby del hotel y él me vio y me dijo de todo. ‘Yo ya conozco como es el tema, no me quiero dormir ahora porque es peor’, le contesté. Esa fue la primera discusión.

El equipo de Nacional que jugó en Tokio ante PSV Eindhoven

Al otro día, una empresa de ropa citó a todos los jugadores a una habitación para regalarle sus insumos. “Cuando le tocó a Roberto, vi que salió con dos bolsos y yo lo jodí. Me contestó mal y yo también”, explica.

Y la tercera discusión que fue la frutilla en la torta, se dio el día antes del partido. Fueron a entrenar al estadio y estaba toda la prensa del mundo. “Entré a la cancha para ver qué tipo de zapatos ponerme y delante de todos, me habló mal y lo insulté y le dije de todo”.

Pero nadie le iba a impedir ser el héroe de los penales al atajar cuatro a Kieft, el danés Lerby quien dos años antes había paseado a la selección uruguaya en el Mundial de México 86 en aquel lacerante 6-1, Gerets el capitán de Bélgica, y Van Aerle.

Fleitas, en tanto, había ordenado los cinco que patearían y luego de verlos, pese a que quedaba rato para que se definiera la final ya que iban 3-3 y había que patear de a uno desde allí, “estaba en el baño del vestuario, según me enteré después. Los siguientes ejecutantes los eligieron entre Saúl Rivero y algunos jugadores”.

Uno de los cuatro penales atajados por Jorge Seré ante PSV Eindhoven en la final de la Copa Intercontinental de Tokio 1988

Seré había visto junto al grupo un solo video de PSV Eindhoven que fue la final de la Copa de Campeones de Europa, hoy Liga de Campeones, contra Benfica, que ganaron justamente por definición por penales.

Así lo cuenta: “Vi que en la serie de penales la mayoría le habían pegado a la derecha y era el único dato que tenía. Decidí tirarme a todos a la derecha y el último de Lerby en la serie me tiré a la izquierda. Le salió arriba y luego de que yo la tocara, dio en el travesaño”.

Comenta que “el duelo psicológico entre el que patea y el que ataja es lo más importante. Por eso me gustan los arqueros como el Dibu Martínez que habló con los colombianos en la Copa América y los desconcentró. Seguís siendo un ser humano y todos tenemos dudas, si el otro te habla, te hace pensar. Yo les hablaba en inglés ‘right’ (derecha), ‘left’ (izquierda). A Romário le dije de todo en el penal, pero me lo hizo y me forreó, son los riesgos que corrés. Todas las definiciones por penales en Nacional, las gané. Yo les decía a mis compañeros: ‘Quédense tranquilos que yo atajo dos’ y no era que atajara dos, pero les daba tranquilidad a ellos. Un día, (Miguel) Piazza me lo hizo notar”.

El penal atajado a Kieft que luego daría en el travesaño en el día más recordado por Seré en su carrera: cuando le ganaron la final de la Intercontinental a PSV Eindhoven en definición por penales y él atajó cuatro

Cuando Tony Gómez puso el interminable 7-6 a favor de Nacional, Seré llevó a cabo una especie de ritual: “No soy creyente, pero en ese momento no pensás, te sale desde el alma. Me arrodillé, miré al cielo y dije ‘para vos, papá’. No sé si lo vio, si existe o no, pero fue lo que me salió, la alegría, el llanto, la emoción. En ese momento no te das cuenta de que sos campeón del mundo, la trascendencia de esa copa es más grande que todo, pero disfruté mucho más la definición de la Libertadores de acá porque estábamos con nuestra gente”.

La Copa Toyota en las manos de Jorge Seré, el héroe de aquella tarde de Tokio

Su padre lo llevaba a ver a Nacional todos los fines de semana, “pero casi nunca íbamos a los clásicos. La primera vez que vi a Peñarol tendría nueve años, y yo no conocía a casi nadie del equipo. El partido que más recuerdo de aquella época fue la final de la Copa Intercontinental de 1971 contra Panathinaikos; tenía 10 años. Vivía en Malvín y volvimos caminando por Avenida Italia porque no encontrábamos ómnibus. Mi viejo mamó fútbol desde chico, en la época que compartió conmigo, sus ídolos eran los mismos que los míos: Manga y Artime. Del pasado, hablaba un espectáculo de (José) Sanfilippo que jugó muy poco”, recuerda.

Todo el plantel tricolor celebrando la consagración de campeones del mundo; Seré está en el grupo

Justo a esos ídolos, con el tiempo, los conoció. “Lo que me sucedió con Manga fue demasiado fuerte porque estuve además con Rodolfo (Rodríguez) juntos con la filial de Nacional de Nueva York, Nueva Jersey y Miami. Fue impresionante. Con Rodolfo fui contemporáneo, para mí fue el mejor que hubo acá. A Mazurkiewicz no lo veía, sí en la selección. Manga era un monstruo. Estoy orgulloso de haber seguido el camino de ellos dos que no tengo problemas en decirlo, eran mejores que yo. A Artime lo conocí en un homenaje que hizo Nacional y jugué contra Luifa, su hijo, en una Supercopa ante Independiente. ‘Tu viejo fue mi ídolo’, le dije”.

En este video se pueden ver los cuatro penales atajados por Seré ante PSV Eindhoven en Tokio:

El cuadro con su foto en la sede de Nacional es especial. “Es uno de los orgullos más grandes que tengo porque esos cuadros que se ven, marcan la historia de Nacional desde el principio. No son tantos los cuadros que hay. La alegría más grande que tengo es que ese cuadro fue a pedido de los socios y no de la directiva de turno. Con esos monstruos que están ahí, Aníbal Paz, al margen de los fenómenos que te nombré. Ir con mis hijos Jorge y Gimena, y mi hijita más chica, Isabela de siete años, fue muy emotivo”.

Dos de los mayores orgullos de Seré: una de sus hijas, Isabela, la más pequeña, y el cuadro suyo que está en la sede de Nacional

Seré también ganaría luego la Copa Interamericana y la Recopa Sudamericana con los tricolores.

No le gusta viajar en avión. “En el podio de cagones, Tony (Gómez) era el primero, Ostolaza el segundo y yo el tercero. En un vuelo de Santa Cruz a Asunción, se largó una tormenta impresionante y Tony me agarró de la mano casi llorando. Yo también estaba cagado, pero cuando ves a uno más cagado que vos, te sentís menos asustado”, dice riendo.

Jorge y Gimena, sus hijos ya adultos, son muy fanáticos de Nacional. Cuando eran adolescentes no se perdían partido de los tricolores.

Tres grandes del arco juntos: Rodolfo Rodríguez, Manga y Seré

“Mi hijo tiene tatuado el escudo. Para ellos es una religión. Tan es así que cuando yo jugaba en Liverpool y Rampla, iban con mi exesposa, Adriana, y mis hijos gritaban los goles que me hacían. ¡Me quería matar! Mi exesposa quería que yo ganara, pero ellos no”.

A su vez, fue campeón juvenil con la selección que ganó en Cannes en 1979 dirigida por Raúl Bentancor.

“Mi mamá era muy creyente y antes de irme me dio una medallita de San Pancracio. Me dijo que me iba a dar suerte. Alguna vez se me perdió con un pelotazo, pero conseguí otra”, dice.

Y le fue muy bien. Tanto que no recibió goles en todo el torneo. Al arribo a Montevideo, esos muchachos sub 18 fueron recibidos por muchísima gente que se volcó a las calles.

Seré junto a Batistuta con el paso de los años; en la final de la Libertadores 1988, vivió una anécdota increíble con él

No obstante, Seré dice que, con el tiempo, “esa selección no fue valorada en su justa medida porque recién empezaban los Mundiales sub 19 y no existían los sub 17 como hoy. Somos campeones mundiales por invitación porque no había clasificación. El presidente Havelange nos entregó la copa, de un torneo oficial de  la FIFA. Cuarenta años después por iniciativa de la Asociación de Historiadores e Investigadores del Fútbol Uruguayo (AHIFU), en la AUF nos reconocieron”.

Asimismo, ya con la selección mayor, ganó la Copa América 1987 en Argentina.

La vuelta olímpica de Uruguay en el Monumental de Núñez tras ganar la Copa América en 1987

“Fue una alegría bárbara más allá de que mi ilusión era jugarla y fui suplente. Me enteré un día antes del partido ante Argentina que iba a ir al banco. Le ganamos a Argentina justo el día de mi cumpleaños, y luego la final a Chile. Fui de los que más festejé pese a no haber jugado”, recuerda.

En 2020, cuando la pandemia mundial por coronavirus llegó al Uruguay, donó al Fondo Coronavirus, dos de sus medallas para conseguir fondos: la de la Libertadores con Nacional y la de la Copa América.

Seré, Cafú, el español Fernando Hierro y el argentino Ayala saludan al entonces presidente de Bolviia, Evo Morales, a quien luego el uruguayo le atajaría un penal para ganar un partido a beneficio

“Justo empezaba la pandemia y todos estábamos asustados no sabíamos si el mundo seguía o no. Se me ocurrió donar la medalla de la Libertadores con Nacional para rematarla, me di cuenta que iba a ser para la mitad del país, entonces también doné la de la Copa América de 1987. Tuvo una trascendencia bárbara y más que el dinero en sí, generó una conciencia de que todos podíamos colaborar de alguna forma. La persona que compró las dos medallas, Alberto Olivar, es un uruguayo que vive en Estados Unidos y me dijo que las iba a donar cuando viniera alguna vez a Montevideo. Casualmente, el lunes de la semana pasada me contactó y donó la de la Libertadores a la sede de Nacional y la de la Copa América al Museo del Fútbol”.

Jorge Seré jugó junto al presidente de FIFA, Gianni Infantino, ante Bolivia en un partido de carácter benéfico

El programa del presidente de FIFA, Gianni Infantino, llamado FIFA Legends (Leyendas de FIFA) tiene la intención de que los exjugadores trabajen o asesoren al organismo y entre ellos se encuentra Seré.

“Fui invitado a eventos y terminé jugando algunos partidos de fútbol. El primero al que fui fue a un encuentro en el que compartía equipo con Cafú, Fernando Hierro, Martín Palermo, entre otros, y enfrentamos al seleccionado boliviano que fue al Mundial 94 con el Diablo Etcheverry, Baldivieso y también jugó con ellos Evo Morales, quien entonces era el presidente de Bolivia. Como terminó empatado, se definía con un penal por lado. Infantino hizo el nuestro y yo se lo atajé a Evo Morales, por lo que ganamos”, reveló.

En este video, en el minuto 2:24, se puede ver la atajada de Seré al penal de Evo Morales:

Compartió otros encuentros con Puyol, Ronaldinho, Ronaldo, Figo, y se sintió muy feliz cuando lo fue a saludar Peter Schmeichel, un arquerazo. “Es que entonces cuando yo jugaba, no había tanto conocimiento y que te traten como uno más siendo figuras mundiales, fue un honor. Altobelli fue el 9 de mi equipo, e hice amistad con Michel Salgado. Es como el broche de oro de mi carrera”.

Jorge Seré en uno de los encuentros de las Leyendas de FIFA; aquí aparece junto a Michel Salgado, ex Real Madrid, Diego Maradona, y en el fondo, David Trezeguet

Tras dejar el fútbol dirigió a Malvín en fútbol sala tanto en la rama femenina como en la masculina y tuvo a su propio hijo Jorge como jugador en la selección que fue al Sudamericano sub 20 de Venezuela y consiguió el cuarto puesto. Dirigió seis Sudamericanos femeninos, ganó una plata en mayores y dos bronces en sub 20.

Jorge Seré como técnico de fútbol sala

Hoy se desempeña como comentarista deportivo y trabaja en la Organización Nacional de Fútbol Infantil (ONFI), para “desarrollar un programa de las niñas para que jueguen al fútbol. El objetivo es que cada vez más niñas jueguen, como sucede en todo el mundo ya que, en esa rama, este deporte ha crecido muchísimo”.

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