Soltar la rienda y quitarse la venda

No obstante, hay algunas cosas que Uruguay y sus principales actores deben enfrentar. En eso la realidad es muy cabezadura. Encararlas desde nuestra matriz republicana le haría mucho bien al país. 

Por ejemplo, resulta insólito que el Frente Amplio no se ponga de acuerdo para condenar enérgicamente al gobierno de Nicolás Maduro y apoyar a la oposición en su lucha por la democracia en Venezuela y terminar con la tiranía. La izquierda democrática frentista está cada vez más incómoda con este tema y eso tiene consecuencias.

También sería de desear que el PIT-CNT enfrentara con honestidad la realidad cubana, abandonando la idealización de modelos políticos obsoletos y sea coherente con los valores democráticos que han forjado nuestra identidad como nación. 

La central sindical debe reconocer el invaluable legado de la democracia uruguaya en donde nació, creció y se consolidó y no apoyar en su lugar un modelo autoritario y antidemocrático, alejado del mejor Uruguay que ellos mismos reivindican. Es peligroso leer la realidad con los anteojos del siglo pasado. Lleva a lecturas equivocadas.

En cuanto a la crispación hay que escuchar la prédica de los últimos años de los expresidentes José Mujica, Luis Alberto Lacalle Herrera y Julio María Sanguinetti. Los tres como viejos de la tribu son ejemplo sobre cómo se puede tener diferencias ideológicas pero que al final hay un bien común que respetar.

El sistema político en su conjunto debería acordar un rumbo nacional en materia de seguridad para impedir que el narcotráfico se consolide en el país. El hecho de ser un territorio de tránsito de la droga debería ser una razón para aunar esfuerzo e impedir que pase por nuestros cielos y puertos y evitar la escalada latente de la violencia.

Hay que asumir que nadie puede solo contra este flagelo de la era contemporánea y que defender nuestro oasis democrático en el continente tiene que ver con la posibilidad de acordar en materia de seguridad pública.

Si pudieron acordar una política común con los puentes cortados por los K en la época de Tabaré Vázquez: ¿por qué no ahora?
El cuidado de la primera infancia no puede seguir siendo una mera promesa en discursos. Es momento de implementar políticas públicas coordinadas que brinden oportunidades a los niños que nacen en hogares desfavorecidos y así asegurar su desarrollo integral.

Nuestros adolescentes también merecen un futuro libre de violencia y delincuencia. Debemos trabajar en la creación de oportunidades que les permitan alcanzar su máximo potencial sin recurrir a los caminos fáciles de vivir esperando que el Estado les solucione la vida, o peor el narcomenudeo, la delincuencia y el sicariato.

También hay que encarar el tema de las cárceles con sus más de 15 mil uruguayos presos. No se sostienen. Hay que multiplicar los esfuerzos realizados por este gobierno y cortar con la puerta giratoria -70% reincide- evitando que allí aniden poderosas bandas criminales como en Brasil el Primer Comando Capital.

Es imperativo que nuestro Estado promueva la excelencia en el servicio público, reconociendo y valorando el compromiso de aquellos empleados que trabajan con dedicación y responsabilidad. Y los parásitos, los duplicados, los que calientan oficinas sin tarea, hay que motivarlos, reubicarlos o directamente jubilarlos. 

Uruguay tiene que darles pelota a sus científicos. El paradigmático Grupo Asesor Científico Honorario (GACH) es un modelo para imitar. Clave para las transformaciones del país y su gente. La política tiene que apoyarse mucho más en nuestros hombres y mujeres de la academia.

Es un debe poner arriba de la mesa el significado de “Uruguay Natural”. Sin eslóganes facilistas ni políticamente correctos. Hay que cuidar a la naturaleza y potenciar nuestra matriz productiva. El mundo necesita alimentos y Uruguay los puede proveer al mismo tiempo posicionándonos como ejemplo mundial de desarrollo sostenible. 

Allí entra el agua dulce de nuestros acuíferos, manantiales, ríos, lagunas y arroyos. Se vienen los tiempos del agua: una conciencia ciudadana para su custodia es un tema para poner en el tope de la agenda. 

Nuestro mar territorial e industria pesquera también requieren una mayor atención para evitar la explotación indebida de los recursos marinos. Flotas extranjeras nos vienen saqueando y hoy somos incapaces de impedirlo. Hay que avanzar en cambios para que una industria hiper y mal regulada funcione y que la Armada puede hacer su trabajo.

La violencia contra las mujeres es una vergüenza nacional. Esta batalla no se puede plantear como una lucha de géneros y una causa solo de las feministas: es de todos.

La transformación educativa en curso tiene que continuar. Mejorándola, adaptándola a las necesidades de los tiempos y logrando que los padres la entiendan y la apoyen como lo que es: un cambio para mejorar el futuro de sus hijos.

Deseo que el Partido Comunista y el PIT-CNT no lleguen a las firmas para el plebiscito para derogar la reforma de la seguridad social que trabajosamente se aprobó luego de unanimidades en el diagnóstico insostenible. Sería una marcha atrás de las que no hay retorno. Sus consecuencias serían nefastas. 

También de una vez y para siempre hay que soltar la rienda de las regulaciones, permisos, documentos, gestiones, impuestos y tasas que se le piden a los emprendedores, a los empresarios, a los que quieren instalarse en Uruguay. Profundizar las facilidades, acortar más aún los trámites y los permisos y ser parte del impulso, no del freno. La burocracia del Estado no puede ser más fuerte que la voluntad de los que quieren cambios, generar trabajo y apretar el acelerador.

Los empresarios que cortan el bacalao también tienen que sincerarse y valorar el país en que vivimos. Su estabilidad, su potencial y su cohesión.

En lugar de intentar evitar que lleguen las olas de los cambios y de la libertad de la economía, que se animen a correrlas y ganar. También está el mundo para conquistar, hay que viajar. Tienen que hacerse cargo del destino del país innovando, empujando, metidos en la discusión pública. En eso deberían aprender del PIT-CNT. Los hombres y mujeres capacitadas del sector privado deberían animarse a meterse en política. Los partidos los necesitan y Uruguay mucho más. 

Las barreras de la ignorancia y desconfianza entre los dos Uruguay: el de la capital y del interior deben demolerse. Tienen mucho que aprender uno del otro. Hay que seguir bajando el alambrado como en estos últimos años. Somos uno.

También hay que mejorar las políticas para los inmigrantes. Hay que honrar nuestras historias familiares.

Frentistas, colorados, blancos, independientes, cabildantes y los que no tienen partido tienen que comprender que se viene un mundo complejo, probablemente guerras y cambios estructurales en la tecnología y en el mundo del trabajo. Si nos encuentran peleados infantilmente y tirándonos piedras perdemos, en cambio sí nos sinceramos basados en el eje de nuestra identidad ganamos todos.

Habría que animarse a aflojar más las riendas del Estado sobre los privados y quitarse la venda de los ojos sobre las demandas y desafíos del nuevo mundo que nos está pasando por arriba. Son pasos indispensables para aprovechar este buen momento de Uruguay en este tiempo de la historia.