Su meta de adolescente era terminar el liceo y hoy dirige una planta de Coca-Cola en Argentina

El ingeniero uruguayo Ignacio Piñeyro cuenta cómo la falta de un baño marcó su carrera profesional y lo llevó a hacer carrera en las plantas de grandes multinacionales

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08 de julio de 2021 a las 13:30

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La falta de un baño para mujeres en la planta asfáltica de la Intendencia de Montevideo fue lo que determinó el camino profesional de Ignacio Piñeyro. Él estaba en tercer año de Ingeniería Industrial Mecánica en la Universidad de la República cuando le tocó hacer una pasantía en la Intendencia, en la división de maquinaria pesada y vial. Entró junto con otra compañera de facultad. Les dieron a elegir entre trabajar en el almacén de repuestos o hacer el plan de mantenimiento de la planta de asfalto. “Cuando fuimos a la planta no había baño de mujeres, entonces, mi amiga quedó en el almacén y yo haciendo el mantenimiento de esa planta, lo que terminó haciéndome un superespecialista en mantenimiento”, cuenta el ingeniero que en junio de 2021 asumió como gerente general de la planta de Monte Grande de Coca-Cola FEMSA, en Argentina.

Piñeyro creció en el barrio Cruz de Carrasco, hizo escuela y liceo público allí y recuerda que el mandato familiar durante su adolescencia era que tenía que terminar la Secundaria: “En mi casa no había ningún profesional y ninguno había terminado el liceo, así que ese era el objetivo primario. Después surgió la Ingeniería”. A los 15 años comenzó a hacer “changas” vinculadas al rubro de la eléctrica y luego se puso a dar clases de matemáticas y física para cubrir sus gastos y colaborar en su casa. Cuando llegó el momento de seguir una carrera, más que una vocación, lo que priorizó fue la salida laboral. “Buscaba estudiar algo que me permitiera tener un trabajo con el que pudiera vivir de lo que estudié”, recuerda.

En 1999 entró en Ingeniería y durante los primeros años de carrera trabajó como diseñador gráfico, algo que había aprendido de forma autodidacta y que desarrollaba su faceta creativa. “La creatividad es parte de mi vida y la ingeniería mecánica no te la fomenta ni te la desarrolla”. La música es otra de las facetas que cultivó a lo largo de su vida, aparte de ser “muy melómano”, estudió música electrónica y percusión en Uruguay y en Argentina, donde se enfocó en percusión de la costa oeste africana.

A nivel profesional, luego de su experiencia en la intendencia entró en Elinord - Douglas Stephen Plastics, una fábrica de envases plásticos como analista de mantenimiento y en 2008 ingresó en Coca-Cola Company en el área de Mantenimiento. “Fue increíble entrar y se me abrió un mundo al trabajar en una multinacional, por la forma de trabajo y por las cosas que podía hacer. Si bien tenía un puesto junior, mi experiencia fue muy buena”. Estando en Coca-Cola se recibió y en 2011 armó las valijas y se fue a Argentina, donde vivía su novia con la que hacía tres años tenían una relación a distancia y de viajes por Buquebus.

¿Cómo fue su llegada a Argentina y su primer empleo allí?

La decisión de venir a Buenos Aires tuvo más que ver con la pareja que con el trabajo, pero después lo que me pasó fue que me explotaron las oportunidades laborales. Cuando me vine a Argentina me parecía interesante cambiar de rubro. A veces veo que hay muchos profesionales que están casados con un rubro durante 20 o 30 años y no conocen otra cosa y yo quería abrir mi cabeza, ver otras realidades. Creo que es superenriquecedor traer las buenas prácticas de un sector a otro.

Cuando llegué entré en Favra Saic, una empresa mediana con unos 400 empleados, en el rubro de oil and gas. Fue muy interesante porque me formé en mis primeras armas como jefe y como gerente. Allí estuve siete años hasta que en 2018 entré en Coca-Cola Femsa como gerente de Produccion y luego de Mantenimiento.

A su vez, en 2015 hice un MBA en la universidad Torcuato di Tella que me sirvió para darle un giro a mi perfil profesional. Empecé a desarrollar mi fortaleza que es la comunicación y las habilidades blandas.

¿Notó diferencias en la forma de trabajar con respecto a su experiencia en Uruguay?

Los argentinos son muy frontales, no andan con mucho rodeo. No se ve un respeto a la autoridad, pero en un buen sentido. El organigrama no pesa tanto como en Uruguay, si bien hay un respeto por las personas y las formas. Yo me sentí supercómodo de trabajar de esa forma, pudiendo hablar tranquilamente, yendo de frente, siendo yo mismo. También me costó adaptarme al ritmo de Buenos Aires, a la velocidad de la ciudad y eso se transmite al ámbito laboral.

En 2020 dejó Coca Cola y tuvo un pasaje por Unilever, ¿cómo se dio esa oportunidad?

Me contactaron por Linkedin de Unilever para que fuera el gerente de Mantenimiento de la planta de Tortuguitas, que es bestial —no se me ocurre otro adjetivo—, siempre está entre el numero uno o dos de Latinoamérica, es increíble el volumen que tiene. Allí se producen las líneas de self care y home care.

Unilever es una empresa británica, tiene otro perfil en relación a donde había trabajado antes, es muy interesante cómo manejan los procesos. Fue una etapa de mucho aprendizaje y una muy buena experiencia. Yo venía de la alimentación y cambiar de rubro a home care fue enriquecedor. Uno puede leer infinitos libros pero trabajar todos los días en una fábrica es el mayor aprendizaje

¿Por qué optó por volver a Coca Cola este año?

Me había ido muy bien de Coca-Cola FEMSA, donde fui gerente de Producción y de Mantenimiento de la planta de Alcorta. El nuevo director de supply chain de la compañía me llamó para que volviera y la verdad estaba muy bien en Unilever, pero la propuesta de Coca-Cola era para ser gerente de planta, que es como el número uno de la fábrica. Yo venía mucho del palo de Mantenimiento y de Producción y me sentía más feliz yendo a esa parte más generalista de ver toda la fábrica completa (calidad, seguridad, mantenimiento, producción, logística, recursos humanos), que de seguir profundizando en la parte técnica. Me siento más cómodo armando equipos y sacando adelante una fábrica entera, por lo que me sedujo mucho volver a Coca-Cola para liderar una planta. Era el desafío que yo quería tener, no tanto profundizar en lo técnico, sino que ampliar.

Hoy tengo a mi cargo a 250 personas en la planta, más los contratistas que varían entre 50 y 100. Los jugos Cepita, un energizante, la bebida isotónica Powerade, los tetrabricks y todas las latas de Coca-Cola salen de esa planta. Es muy diversa e interesante, y eso también me motivó a agarrarla.

¿Cuál fue el mayor logro de su carrera o de lo que se siente más orgulloso?

Mi mayor orgullo es lograr equipos que den resultados. En todos los lugares que trabajé hice eso, convertir individuos en un grupo que tiene un objetivo, da un resultado y “se come la cancha”. Creo que es por ahí, lograr motivar a la gente, que encuentre un objetivo para levantarse a las cinco de la mañana y que vengan a la fábrica con una sonrisa. Pasamos mucho tiempo de nuestra vida en el trabajo como para pasarla mal. Mi obsesión es esa, hacer equipos que den resultados y que la gente esté feliz de venir a trabajar.

¿Proyecciones a futuro?

Poder conocer otras plantas en otros países, ver cómo funcionan y pasar de un cargo de gerencia a uno de dirección de supply chain. Pero en este momento estoy superentusiasmado de trabajar en Coca-Cola, no me veo cambiando en el corto plazo.

¿Cómo le afectó la pandemia a lo largo del último año?

Me agarró la pandemia con el cambio de trabajo y fue muy duro para mí porque tenía muchas expectativas de arrancar y en lugar de enfocarme en la mejora de los procesos, tuve que dedicarme a tomar las acciones para cuidar a los equipos.

En lo personal, lo más duro fue el balance de la vida familiar, con los chicos sin colegio, mi esposa trabajando home office y embarazada. Como las empresas de limpieza y estos productos eran esenciales, yo iba todos los días a la fábrica y fue difícil a nivel familiar. Lo otro que me pasó fue que en un momento, sobre todo en los primeros meses de la pandemia, de mi grupo de amigos y conocidos yo era el único que iba y venía a trabajar todos los días, parecía un pueblo fantasma.

Ahora, sigo yendo todos los días a planta, pero como los chicos tienen clase es todo más sencillo. Y a lo que están llegando las vacunas, también se ve la luz al final del túnel. A Uruguay pude ir solo una vez y se extraña mucho a la familia, pero soy superpositivo en mi vida y veo que vamos a salir bien.

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