Opinión > COLUMNA/EDUARDO ESPINA

Todo seguirá igual que siempre

El triunfo de Parasite en los Oscar demostrará que una golondrina no hace verano
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15 de febrero de 2020 a las 05:02

El primer pronóstico para los Oscar que hice en El Observador, fue en 1995. Han pasado 25 años y por primera vez, en 2020, estuve a punto de acertar los ganadores en las siete categorías principales. Empaté mi marca anterior lograda a fines de la década de 1990, cuando también había acertado seis. En esta ocasión llegué hasta el último minuto de la ceremonia invicto, pensando para mis adentros que finalmente y por fin, iba a llegar al cien por ciento. Fue como perder en los descuentos. Solo me faltó uno, el premio que se anuncia al final de la trasmisión, cuando la orquesta empieza a tocar los acordes de la despedida: el de Mejor película. Le erré, por haber seguido la lógica que por 91 años se impuso en el criterio de los miembros de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas, cuyo número ha venido aumentado exponencialmente. Pero siempre las tradiciones encuentran un momento de quiebre. Por primera vez, una película no hablada en inglés ganó en la categoría principal. Fue la noticia de la semana.

El triunfo de Bong Joon-ho, inesperado incluso para el propio implicado, lleva a preguntarse si servirá para cambiar las implícitas reglas de juego. ¿Será tan así, que ahora todo es más posible? Los resultados estarían invitando a leer lo sucedido de esa forma. El año pasado se presentó una situación casi similar, pero el desenlace impidió que fuera idéntica, tal como yo pensé que ocurriría. Roma, hablada en español y dirigida por el mexicano Alfonso Cuarón, tuvo nominaciones en dos categorías: Mejor película extranjera y Mejor película. La Academia pensó que con darle el primero de los reconocimientos estaba cumplida; por lo tanto, en esta ocasión yo seguí la lógica, no cualquiera, sino la del Oscar y puse en mi pronóstico a 1917 y no a Parasite.

Tras el triunfo de Parasite cabría suponer que Alfonso Cuarón y los otros dos mexicanos aun en boga, Alejandro González Iñárritu y Guillermo del Toro, quienes en los últimos años estuvieron filmando a ritmo frenético películas en inglés, ya no necesitarán recurrir a un actor o actriz que solo habla inglés para que su película pueda aspirar a la principal estatuilla. Y lo mismo va para todos los directores de Hispanoamérica o de España, residentes en Estados Unidos, que en tiempos anteriores debían someterse a la aculturalización idiomática al momento de hacer una película. Ahora el territorio parecería estar abierto para todo y para todos, salvo que el verano que trajo el simpático surcoreano haya sido una golondrina sola y la excepción a la regla demostrará que la regla sigue tan igual de vigente como por 91 años lo estuvo.

Por primera vez en la historia del cine mundial, una película ganó los tres principales premios que existen: la Palma de Oro, de Cannes, y los Oscar en las dos categorías que existen para películas. ¿Quiere decir eso que ha llegado el momento de reconocer a las películas de calidad con impacto y reconocimiento global? Difícil decirlo. Vuelvo a lo ya dicho. Tal vez sea solo una solitaria golondrina y no un espléndido verano la que llegó. A Bong Joon-ho tanto le da, pues su logro permanecerá en el libro de récords, donde residen casos que se escapan a la norma, y no necesariamente que crean una nueva. 

La 92ª edición de los premios Oscar dejó bastante material de reflexión para Netflix, que debe haber supuesto que después del éxito de Roma podría volar con los motores apagados en el difícil mundo de la Academia y de su dorado premio. En la edición previa, Roma, que venía de ganar el León de Oro en el festival de Venecia (mismo premio que ganó al año siguiente Joker), obtuvo diez nominaciones y ganó en tres categorías: Mejor fotografía, Mejor película en lengua extranjera, y Mejor director. 

Este año la empresa de streaming llegó a los premios Oscar con 24 nominaciones, diez de las cuales pertenecían a El irlandés. La película dirigida por Martin Scorsese terminó la noche con las manos vacías: 10 tiros al arco, y 0 gol. Las dos únicas estatuillas que obtuvo Netflix fueron en Mejor actriz de reparto (Laura Dern, por Marriage Story) y Mejor documental (American Factory), categorías que no hacen mucho ruido. 

La diferencia negativa en cuanto a impacto y resultados con respecto al año pasado fue significativa, sobre todo teniendo en cuenta la inversión realizada. En Roma, Netflix invirtió US$ 15 millones; en El Irlandés, US$ 159 millones, los cuales aún no ha recuperado. En síntesis, la reina del streaming deberá plantearse si su negocio a la hora de buscar el reconocimiento del Oscar va por el lado de las mega inversiones, o por financiar películas indie, las que por menos de US$ 20 millones se pueden financiar (Marriage Story se hizo con US$ 18 millones). Es otra de las cuestiones palpitantes que dejó para reflexionar la reciente entrega de los premios Oscar, la cual, en términos artísticos y de justicia, fue de las mejores en años recientes.

El Oscar a Mejor película comenzó a entregarse en el año 1929. La categoría Best Foreign Language Film (Mejor película en lengua extranjera), recién fue creada en 1956, cuando ganó La Strada de Federico Fellini, mismo director que volvería a ganarla al año siguiente por Las noches de Cabiria. La Strada triunfó por sobre cuatro filmes provenientes de Alemania, Francia, Japón y Dinamarca. En 2020, la categoría pasó a denominarse Best International Feature Film (Mejor película internacional), forma diplomática de acallar a quienes afirmaban, con mucha lógica social por medio, que Hollywood es parte de un país donde muchos hablan una lengua extranjera y sin embargo son ciudadanos estadounidenses y eligen al presidente. 

Tal cual la historia y la tradición lo habían impuesto hasta ahora, si la película fue hecha y producida fuera del imperio de Hollywood, únicamente podría aspirar a una única estatuilla en las categorías indicadas, no a dos como ocurrió este año, haciendo saltar a la banca y creando un precedente que podría revolver el avispero en la meca cinematográfica. Supuestamente, tras lo ocurrido, para los directores que filmen sus películas en inglés, la competencia ahora será mayor. Para quienes sean estadounidenses y quieran hacer una película en otro idioma que no sea inglés, pareciera que las puertas se han abierto para romper con el monolingüismo. Pero no es tan así. Creo conocer al público estadounidense bastante bien y no pienso que el triunfo de Parasite vaya a cambiar demasiado la realidad de las cosas, acaso mejorar aún más las relaciones diplomáticas entre Estados Unidos y Corea del Sur. Los malísimos ratings televisivos de la reciente ceremonia, los peores de la historia, son un indicador de cuáles son los intereses de la masa que compra las entradas y transforma a franquicias en usina de billones de dólares, como la saga de Rápidos y furiosos. Ese público no quiere ver películas con subtítulos, por lo tanto, cuando la realidad exhiba su crudeza económica –que puede ser mañana mismo–, la Academia volverá a la histórica normalidad de premiar películas habladas en inglés. Lo de este año fue una excepción, como las hay en todos los aspectos de la vida. 

Tampoco creo que la supuesta diversificación étnica que está experimentando el núcleo de miembros de la Academia, sea motivo para echar las campanas al vuelo en celebración de los cambios que se vienen. Se dijo algo parecido en las últimas primarias camino a la elección presidencial; que el padrón electoral había cambiado; que con los nuevos inmigrantes el Partido Republicano, conservador, tenía los días contados; que después de Barack Obama el país no iba a dar marcha atrás en cuanto a cambios en la estructura social; etc. etc., y sin embargo, la realidad fue para otro lado. Ganó Donald Trump, y lo más probable es que vuelva a ganar en las elecciones de este año. 

Por otra parte, cada tanto la Academia amaga con tomar un rumbo diferente, aceptando riesgos, pero luego vuelve a hacer lo mismo de siempre. En 1969 ganó el principal premio Perdidos en la noche, convirtiéndose en la primera película X en la historia (solo para adultos, por contener sexo explícito) en obtenerlo. Hasta la fecha es la única excepción a la regla en ese aspecto. No ha tenido réplica. Claro está, más allá del escepticismo sobre el futuro que la historia del Oscar genera, hay que celebrar el hecho no tan casual de que en tiempos de Marvel y de entretenimiento chatarra, haya sido recompensada a lo grande una muy buena película. 
 

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