La noche del 24 de agosto de 1994 terminó en un recuerdo nostálgico de la dictadura. Aunque había pasado casi una década desde la vuelta a la democracia, la tensión e incertidumbre por el desenlace de la manifestación en rechazo a la extradición de los tres ciudadanos vascos Mikel Ibánez, Luis Lizarralde y Jesús Goitía –detenidos por ser parte de la organización terrorista ETA (Euskadi Ta Askatasuna)– desde el Hospital Filtro, despertaron vivencias del viejo régimen a los periodistas que, entre el fuego cruzado y las corridas, vivieron en primera persona una jornada de tensiones sin precedentes.
Un joven equipo de El Observador se apostó en el lugar de los hechos sin tener demasiada conciencia sobre la tragedia que se vendría después. Los fotógrafos llegaron a las inmediaciones del edificio Libertad, sede de la Presidencia, y los periodistas llevaron libretas y lapiceras que al final ni usaron.
Alfonso Lessa, entonces editor de Política del diario, dejó todo pronto para salir a festejar la Noche de la Nostalgia con su esposa y amigos al regresar de la cobertura. Algunos trabajadores tenían planeado reunirse y celebrar fuera de horario. Pero nada de eso pasó.
La cobertura periodística terminó con colegas agredidos, rollos requisados y varios equipos de fotografía y filmación rotos por los golpes de la policía, así como también el auto de El Observador. Lo que había sucedido era imposible, recuerdan los trabajadores.
Lessa y el periodista Sergio Berrutti se escabulleron detrás de un muro cuando empezaron a ver heridos cayendo frente a sus ojos. Inmóviles, desde el rincón, vieron cómo un grupo de policías apostados sobre el pasto disparaban a la muchedumbre que se oponía al traslado de los tres etarras. El presidente de ese entonces, Luis Lacalle Herrera, siguió los hechos desde su despacho, en el séptimo piso.
Mientras, los fotoperiodistas Armando Sartorotti, Mauricio Scrycky, Álvaro Ferrari y Luis Alonso se perdieron el rastro entre sí, colados entre los manifestantes. Algunos de ellos, de grupos radicales los increparon: "Son policías infiltrados", "son los medios de derecha que trabajan para la oligarquía".
El conflicto prosiguió con una arremetida de ambulancias y patrulleros sobre la multitud, dejando un muerto (Fernando Morroni) y más de cien heridos. "Me quedé con un sentimiento de amargura y de angustia; fue lo más violento que me tocó cubrir a mí en Uruguay, por lejos. Cubrí muchas cosas durante la dictadura y me trajo recuerdos, pero nunca vi un enfrentamiento como ese. Nadie esperaba una violencia de esa dimensión", recordó Lessa.
*Este artículo forma parte de la edición especial 30 años de El Observador.
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