Leonardo Carreño

Transformación curricular

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08 de diciembre de 2021 a las 05:03

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Estamos en un tiempo de convergencia de tecnologías y cambios tecnológicos que se  presentan a gran escala y a gran velocidad. Tecnologías que se desarrollan en el marco de una conectividad global sin precedentes y que generan posibilidades que no habían sido ni podían ser imaginadas antes.

Al mismo tiempo, hay dos objetivos que desde hace décadas están en la agenda nacional de nuestra educación, mejorar aprendizajes fundamentales y disminuir la inequidad. La evidencia de malos resultados en ambos indicadores la muestran las evaluaciones internacionales en las que ha participado Uruguay y también los estudios desarrollados por el Instituto Nacional de Evaluación Educativa (INEEd).

Una significativa diferencia en rendimiento y desempeño según el entorno socioeconómico y cultural del centro educativo al cual se asiste constituye una característica de la distribución de los logros educativos en nuestro país. La equidad en la educación describe la relación entre el nivel de aprendizajes y el estatus socioeconómico de los estudiantes.

Tenemos diferencias muy importantes según el nivel socioeconómico de los hogares. El 50% de las diferencias en los puntajes de las pruebas que muestran las distintas escuelas, se explica por las características socioeconómicas y culturales de la población que asiste a cada centro. (Informe sobre el Estado de la Educación, 2019-2020). El objetivo es reducirlas. No existe país alguno que pueda decir que ha eliminado las inequidades socio-económicas en la educación. 

Se dice y se repite, y desde hace largo tiempo, que necesitamos un Pacto Nacional que ponga en prioridad a la Educación. No obstante, en lo sustancial, el sistema educativo continúa con sus acostumbradas y conocidas dinámicas de funcionamiento. Una suerte de compulsión a la repetición. Las viejas prácticas sobreviven en el tiempo aun cuando cambien sus integrantes. Una inercia que dificulta su revisión.

Ahora, tenemos un gran desafío y una gran oportunidad en puerta, la transformación educativa y curricular anunciada por la Administración Nacional de Educación Pública (ANEP) para llevar a cabo en el periodo 2021-2024. Una transformación curricular integral para todos los niveles educativos desde la educación inicial a la media superior.

Sin duda el significado de “saber” ha cambiado y seguirá cambiando. Ya no se espera que los estudiantes sean consumidores pasivos de información proveniente de fuentes de información bien definidas. Tampoco que hagan uso del conocimiento de la forma que era utilizado cuando fue adquirido. La realidad hoy pide alumnos protagonistas y constructores activos en la adquisición de sus conocimientos y en la regulación de sus aprendizajes, currículos adaptados (ampliando posibilidades para diferentes alumnos), habilidades interpersonales y procesos de aprendizaje colaborativo (aprender a interactuar, escuchar, comunicar). 

Más y más importa la adaptabilidad potencial de las personas a nuevas exigencias y la aptitud para adquirir competencias nuevas. Un tiempo que exige fortalecer los procesos  de razonamiento que se requieren cuando no se puede hacer uso de esquemas o rutinas sobre-aprendidas. Es decir, cuando se está ante tareas, sean del tipo que sean, que implican complejidad, novedad, incertidumbre, o manipulación mental de información.

Los currículos tendrán que ser dinámicos y no estáticos. Hay que concebirlos como estructuras dinámicas en permanente evolución. Tendrán también que permitir trayectorias de aprendizaje que no sean lineales. Saberes y competencias que vayan más allá de reconocer, memorizar, recordar, reproducir y seguir rutinas. La reproducción del conocimiento estará crecientemente automatizada por tecnologías digitales. Lo importante, más y más, será conectar conocimientos (interdisciplinariedad) y aplicarlos de nuevas maneras y en distintos contextos.

Hace necesario repensar el significado y la aplicabilidad de lo que se enseña. Requiere lograr un mejor equilibrio entre lo conceptual y lo práctico. Menos énfasis en el aprendizaje mecánico (por memorización y repetición) y más énfasis en los caminos pensantes que el alumno utiliza para razonar, comprender, analizar, sintetizar, y aplicar el conocimiento (mezcla de muchas operaciones mentales). Saber transferir y aplicar lo aprendido, innovar y pensar con creatividad.

Estamos, por otra parte, en un tiempo con foco especial en competencias no cognitivas. Competencias de naturaleza transversal y multidimensional. Entre ellas, componentes intrapersonales (autogestión, autocontrol, motivación intrínseca) y componentes interpersonales (expresar ideas, comunicarse y trabajar con otros). Competencias y habilidades que hoy tenemos que considerarlas como metas explícitas de la educación. Importa decir además que una buena educación supone también formar a los alumnos en valores y principios éticos posibilitando el desarrollo de habilidades que permitan lograr un correcto desempeño en los diferentes ámbitos de la vida social, la vida familiar, la cultura, el mundo del trabajo, la vida comunitaria, la vida de relación con los demás. 

Estamos ciertamente en un tiempo de nuevas perspectivas curriculares. Hay una creciente brecha entre el sistema educativo que tenemos y los tipos de aprendizaje que hoy se requieren y los que se puede anticipar se requerirán en el mañana. Importa saber lo que tenemos, lo que necesitamos, y lo que es posible.

La ANEP inició un proceso de consultas para avanzar en su conceptualización, definición y diseño. El desarrollo de una transformación curricular tiene una dimensión de proceso (consulta, intercambios, aportes) y un producto final (la propuesta propiamente dicha). Veremos su naturaleza y alcance. Luego su implementación. Requerirá determinación para superar inercias históricas y prestar atención a las demandas del mundo real. Es en currículos innovadores basados en la inteligencia y la conectividad digital donde se encuentran y se encontrarán las ventajas competitivas.

Transformación curricular que tendrá que ser parte de un sistema más amplio de cambios. Alinear los cambios curriculares con cambios en pedagogías y evaluaciones, y con un sustancial cambio en la formación inicial de los docentes, el desarrollo profesional y la formación continua. 

Demorar una transformación curricular provocaría una pérdida con un efecto multiplicador. No cuenta sólo lo que nuestro país deje de hacer (o demore en hacer) sino también lo que hacen y hagan los otros países.  l
 

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