Las escuelas uruguayas ajustan contrarreloj los detalles para el comienzo de un año lectivo en que rige una nueva reforma educativa. Los informáticos ultiman los sistemas en que se suprimen las calificaciones de conducta, la nota de desempeño global pasa a una escala del 1 al 10, y la repetición se reduce a unos pocos grados. Los maestros hacen los cursos de capacitación que dictan los inspectores. Y los directores repasan los nuevos programas. Pero nueve colegios de Montevideo, cuatro de Canelones, dos de Río Negro y uno de San José —16 en total— corren con menos prisa: cuentan con la libertad de implementar o no la trasformación curricular del gobierno.
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