Transformar la educación

La ciudadanía dispone de buena información sobre muchas políticas públicas. Gracias a eso, como corresponde a una sociedad democrática vibrante cono la nuestra, puede debatirlas, defenderlas y cuestionarlas. Veamos algunos ejemplos. Es bien visible la estrategia definida por presidencia y MSP para controlar la pandemia. Es muy evidente también cuál es el enfoque de política económica. Otro tanto ocurre en materia de política de defensa o con la seguridad ciudadana. Se empieza a hablar de las nuevas políticas de medioambiente y de relocalización de asentamientos. Hay información de calidad sobre los cuidadosos pasos que se vienen dando para diseñar la imprescindible reforma de la Seguridad Social. Sin embargo, se habla poco, en comparación con la gravedad del problema, de los cambios en el sistema educativo. Se habla poco. Y como se habla poco, la ciudadanía no tiene cómo saber qué es lo que se está haciendo y lo que se planifica concretar durante los tres años y medio que restan. La reciente presentación del Plan de Política Educativa Nacional 2020-2025 elaborado por el MEC ofrece una excelente oportunidad para empezar a hablar más de este enorme desafío.

El Frente Amplio hizo… pero mucho menos de lo necesario. Por ejemplo, aumentó el salario de los docentes y funcionarios, creó el Plan CEIBAL y la UTEC y aprobó una nueva ley de educación. El presidente José Mujica hizo. Desde su primer día en el cargo, contribuyó a instalar el objetivo de reformar a fondo la educación en la agenda pública. Logró, durante el primer año de su mandato, nada menos que un pacto con los partidos de oposición para avanzar en algunas reformas. Algunas de las iniciativas prosperaron, otras se frustraron por falta de apoyo del propio FA. Tabaré Vázquez, al comienzo de su segundo gobierno, parecía decidido a ir más lejos. Parecía. Muy pronto, con la salida de Juan Pedro Mir y Fernando Filgueira, la esperanza del “cambio en el ADN” se disipó. 

Como el FA hizo menos de lo necesario, en su momento, la oposición convirtió este tema, con toda razón, en uno de sus blancos favoritos. La centralidad otorgada a la reforma educativa se reflejó, durante la campaña electoral, en el discurso de los candidatos a la presidencia de los cinco partidos que terminaron apoyando la candidatura de Luis Lacalle Pou en el balotaje. Y se documentó, como corresponde, en el Compromiso por el País, es decir, en el acuerdo firmado por los partidos de la actual coalición de gobierno. Este documento contiene 13 “líneas estratégicas”. A cada una de ellas le dedica un capítulo, en el que se detallan las iniciativas a llevar adelante. El capítulo 8 se titula “Transformar la educación” y empieza con el párrafo siguiente: “El país enfrenta una emergencia educativa. Si no conseguimos revertir a corto plazo los problemas de cobertura, desvinculación, inequidad y calidad de aprendizajes, corremos el riesgo de dejar de ser la sociedad que hemos sido y que queremos ser. Los últimos gobiernos han sido incapaces de generar mejoras significativas”. A continuación, se enumeran 19 medidas que van desde “Ampliar la cobertura, profesionalizar y fortalecer la atención a la primera infancia” hasta “Asegurar la efectiva vigencia del principio de laicidad en la educación pública”, pasando por ejemplo por el “Fortalecimiento de los centros educativos como comunidades privilegiadas para la generación de aprendizajes”.

El presidente Lacalle Pou ha tenido que enfrentar una situación extraordinaria derivada de una pandemia que asoló el mundo entero. Ha tenido que dedicar, por tanto, mucha energía a enfrentar el riesgo de desastre sanitario inminente, y a atender las consecuencias económicas y sociales de las medidas de salud pública adoptadas. Aun así, el gobierno empezó a adoptar decisiones en el sentido del compromiso programático asumido en materia educativa. Algunas de ellas, como el cambio en la gobernanza de los subsistemas (sustituir los consejos colegiados de Primaria, Secundaria y UTU por direcciones unipersonales)1 o la diversificación de la formación docente2, LUC mediante, ya entraron en vigencia. Desde luego, a distintos niveles y con mayor o menor cuidado por las formas, el nuevo gobierno viene cumpliendo su promesa de velar por la laicidad. 

La coalición tiene un libreto ambicioso en materia educativa. Dispone, además, de una sólida mayoría legislativa. Tiene dos líderes bien elegidos, que conocen la materia, con ideas claras y perfiles complementarios, cada uno de ellos en un cargo clave: Pablo da Silveira, el ministro (Partido Nacional) y Robert Silva, presidente de ANEP (Partido Colorado). El gobierno viene avanzando, y tiene todo lo que precisa para pisar el acelerador. Pero no sabemos (debí decir: no sé), hasta dónde se propone ir en su promesa de “transformar la educación”. Suele decirse que este gobierno comunica bien lo que hace. ¿Está comunicando bien en materia de reforma educativa? Se me ocurren muchas preguntas. Hay una que me preocupa especialmente. ¿Cuánto y cómo está previsto avanzar hacia el gran objetivo, claramente fundamentado en La segunda reforma, el espléndido libro publicado hace 25 años por Pablo Da Silveira, de transferir de modo significativo capacidad de decisión a los centros de enseñanza?3  l

1 Ver: https://enperspectiva.uy/en-perspectiva-programa/entrevistas/entro-vigencia-la-modificacion-los-consejos-educacion-primaria-secundaria-utu-pasaron-funcionar-direcciones-generales-unipersonales/

2 Ver: https://www.elobservador.com.uy/nota/gobierno-avanza-por-decreto-para-reconocer-como-universitarias|-carreras-docentes-2020123017450

3 Ver: https://www.montevideo.com.uy/ZZZ-No-se-usa/Por-Pablo-da-Silveira-uc18001

Adolfo Garcé

Doctor en Ciencia Política, Docente e Investigador en el Instituto de Ciencia Política, Facultad de Ciencias Sociales, UdelaR

adolfogarce@gmail.com