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24 de junio de 2014 a las 00:00

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POR MARTÍN VIGGIANO

Una de las cosas que más me gustan del vino es la sorpresa. Lo inesperado. Que no haya dos iguales, y que incluso uno mismo pueda cambiar según la cosecha. Con esa admiración por la sorpresa he probado en el último tiempo dos varietales uruguayos de Sangiovese, una de las cepas italianas más famosas. Confieso que solo conozco esos dos, pero sé de otras bodegas que la tienen entre sus variedades plantadas.

Sangiovese es la cepa que sirve como base de las famosas denominaciones de origen “Chianti” o “BrunellodeiMontalcino”, tintos elaborados en Toscana (Italia). Son vinos de mucho carácter, que se destacan por su tanicidad más que por el aroma. En el país de la bota pude probar Sangioveses a diestra y siniestra. Algunos jóvenes y otros reservas, aunque generalmente las bodegas tanas lo mezclan con otras variedades para sumar expresión aromática, como por ejemplo Merlot. Son vinos que llenan la boca y tienen finales persistentes. Sirven para acompañar los típicos prosciutos (jamón) o quesos.

Los dos uruguayos que conquistaron mi paladar fueron, en cambio, tintos 100% Sangiovese sin pasaje por barrica. Vinos frescos, con buena acidez, excelentes para las comidas, y que cuestan entre $ 120 y $ 170.

El primero fue de Viña Progreso, el proyecto vitícola de Gabriel Pisano, el menor de los enólogos de la bodega canaria que lleva el apellido familiar. Sobre ese vino escuché una definición muy justa de un amigo también enófilo, que dijo: “es un tinto honesto”. Ya sé que a menudo se le adjudican expresiones casi humanas al vino, pero en este caso la referencia se ajusta para describir esta etiqueta. Es decir, cumple en boca con lo que promete en nariz, y sirve para acompañar muchos de los platos habituales de las mesas uruguayas.

El segundo es de Antigua Bodega Stagnari. Forma parte de la línea Del Pedregal, los vinos finos más económicos de ese establecimiento canario. Al igual que el otro, lo encontré jugoso y muy gastronómico.

Los dos vinos llegaron sin mucha expectativa a mi copa. Pero ambos lograron sorprender mi paladar. Son ejemplo de que a veces no se necesitan grandes botellas, o desembolsar cientos de pesos, para disfrutar un buen tinto. Y de paso, sirve para salir variedades harto conocidas y producidas como Cabernet Sauvignon.

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