Vidas separadas: sobre los riesgos de jugar con la vida de los seres humanos

El documental de HBO sobre tres gemelos que fueron separados al nacer se reencuentran por azar siendo adultos

Tiempo de lectura: -'

04 de octubre de 2019 a las 05:00

Estás por alcanzar el límite de notas.

Suscribite ahora a

Pasá de informarte a formar tu opinión.

Suscribite desde US$ 3 45 / mes

Esta es tu última nota gratuita.

Se parte de desde US$ 3 45 / mes

Y un día te enterás que hay alguien igual a vos. Y al principio es divertido, porque encontrarse con un hermano gemelo en plena adolescencia habilita a, por ejemplo, intercambiarse en las clases y hacer bromas pesadas a las respectivas familias, que están casi tan sorprendidas como ustedes. Y encima, cuando toda la situación es el colmo de lo insólito, te cae un hermano más; otro gemelo que también es igual a vos y al otro y que aparece de la nada diciendo “hola, yo también estuve en el mismo útero y al mismo tiempo”. Y ahora son tres y todo es muchísimo más divertido, un circo extravagante que pasa a ocupar todas las horas de tu vida, hasta que empezás a hartarte. Hasta que los tres empiezan a hartarse. Y cuando esa saturación aparece, también aparece el enojo y la furia y los líos. Porque te mintieron durante casi veinte años. Te manipularon, los manipularon a todos, y les hicieron pagar las consecuencias. Quisieron jugar a ser Dios y les salió mal. Y en medio de esa espiral cada vez más oscura, que involucra hasta un suicidio, nadie paga. Solo ustedes tres. ¿Y por qué? Porque otros lo decidieron.

Uno puede acercarse al documental Vidas separadas –disponible en HBO GO y NS NOW desde el martes pasado y cuyo título oficial es Three Identical Strangers– con la certeza de que va a ver algo demasiado extraño para ser verdad. Seguramente, al ver el tráiler y el argumento, lo primero que capture la atención sea la excentricidad del caso, la anécdota rocambolesca que no deja de sorprender. Y todo eso está, claro, pero también tiene un lado B, un reverso oscuro que tensa la ética científica hasta el límite y pone en primer plano la experimentación con seres humanos.
Bajo la dirección de Tim Wardle, la historia de Vidas separadas es básicamente lo que se contó en el primer párrafo: en 1961 nacen tres hermanos trillizos de una madre soltera y esos mismos niños son repartidos casi de manera automática a tres familias diferentes sin vínculos entre sí; uno fue a parar a una familia de clase obrera, otro a una de clase media y el otro a una de clase alta. Diecinueve años después, en 1980, Robert Shafran llega a la universidad. De repente, algunos desconocidos lo empiezan a saludar como si lo conocieran de toda la vida y lo llaman Eddy. Entiende todo, claro, cuando queda frente a su clon, Eddy Galland. La noticia sale en los medios, la historia se populariza en Estados Unidos y llega a cada uno de sus rincones, incluso a la casa de David Kellman. Incrédulo, el muchacho ve en la portada del diario la foto de los mellizos y se da cuenta de que él es el eslabón que falta. Y los llama.

Vidas truncas

Era todo tan surrealista que nunca podría haber terminado bien. Y de hecho, no lo hizo. Pero al principio era todo fiesta, espectáculo y exposición masiva. Pasaban por programas de televisión, por entrevistas con tribunas que se caían en aplausos y hasta hicieron un cameo en una película protagonizada por Madonna. Después vinieron los negocios: pusieron un restaurante, se volvió muy popular y empezaron a llenarse de plata. Pero la inestabilidad mental estaba a la vuelta de la esquina. Los tres empezaron a tener roces, el estrellato y sus pormenores se les subieron a la cabeza y todo terminó en tragedia: en 1995, Eddy Galland se suicidó. Venía luchando contra una enfermedad mental desde hacía tiempo y no aguantó más.

Ese mismo año, para colmo, la New Yorker publicó un inquietante reportaje que hablaba de una organización científica que se dedicaba, a través de una agencia de adopción, a repartir gemelos y mellizos en distintas familias para estudiar su comportamiento durante años. Sí: los tres idénticos extraños habían sido conejillos de indias de un experimento que buscaba determinar qué pesaba más, si la crianza o los genes. 
“Nos llamaban ‘sujetos’. Somos víctimas. Hay una gran diferencia. No quiero sonar como que estamos heridos ahora que tenemos familias, tenemos hijos, que somos relativamente normales. Pero nos trataron como ratas de laboratorio. Nada más. Y somos seres humanos”, dice Bobby Shafran en un momento del documental.

Vidas separadas, entonces, es una inmersión en este mundo que comienza siendo insólito y hasta en algún punto gracioso, y termina transformándose en un adictivo retrato de una conspiración internacional llena de pliegues oscuros y manipulaciones secretas. A medida que los minutos se van consumiendo, la sorpresa le da paso al horror y de ahí a las preguntas: ¿qué porcentaje de lo que somos está ligado a cómo nos criaron y cuánto  a nuestra disposición genética? 

El gran aliado de Wardle para contar esta historia es el asombro instantáneo que provoca el caso. Obviamente, el hecho es tan insólito y enrevesado que la atención del espectador es captada de pique. Sin embargo, Vidas separadas resbala un poco cuando este recurso se agota e intenta abrir la cancha de cara a las numerosas incógnitas científicas que se van revelando. Por momentos parece que le costara profundizar en algunas situaciones –en la turbia agencia de adopciones y el grupo de élite que la manejaba, por ejemplo– y a medida que todo se va volviendo cada vez más grande, pierde un poco de pie.

¿Esto lo hace menos disfrutable? Para nada. Aunque los agujeros y las preguntas queden flotando, uno termina de ver el documental con la trillada pero precisa sensación de que la realidad en ocasiones es mucho más interesante, extraña y oscura que la ficción. Que la manipulación con seres humanos traspasa los límites de la ética científica pero a veces eso no importa demasiado a los que la manejan y que para estos hermanos desconocidos –y para unos cuantos más cuyos nombres se desconocen– el hecho tuvo repercusiones directas y trágicas. No busque una comedia de la vida real en Vidas separadas; la línea que marca pasa más cerca del drama y, por momentos, coquetea con el horror.

CONTENIDO EXCLUSIVO Member

Esta nota es exclusiva para suscriptores.

Accedé ahora y sin límites a toda la información.

¿Ya sos suscriptor?
iniciá sesión aquí

Alcanzaste el límite de notas gratuitas.

Accedé ahora y sin límites a toda la información.

Registrate gratis y seguí navegando.