Opinión > ANÁLISIS/ CLAUDIO ROMANOFF
Ruidos políticos que trae el campo
El hartazgo de los empresarios con la opresión económica del Estado es el protagonista de la Rebelión de Atlas, de la escritora estadounidense de origen ruso, Ayn Rand. En esta gran novela –icónica del liberalismo a ultranza y el individualismo radical– la sociedad colapsa como consecuencia de un masivo paro de los emprendedores, refugiados, al fin, en una realidad paralela.
Para los productores agropecuarios y los empresarios del Uruguay no hay universo alternativo. Ahora, desde el campo, surge un espíritu de rebelión contra los costos asociados al combustible, energía, mano de obra e impuestos de distinto tipo.
La realidad en el campo es diversa. En Canelones todavía hay personas que trabajan la tierra con bueyes. Si el arado no fuera de metal, estaríamos en el neolítico. La imagen está más cerca en el tiempo y también más lejos de la opulencia que algunos asignan a los propietarios de valiosas extensiones que producen poco más de lo justo para el presupuesto familiar. Al lado están los pobres de campaña y los ricos empresarios exitosos del Uruguay productivo con aquellas 4x4 que despiertan, en algunos, furibunda envidia de clase.
La cosa es que los productores cada vez tienen que aplicar más producción por hectárea para pagar los costos de la actividad y sienten que ya ven comprometido un ingreso adecuado por el trabajo. El ciclo económico no es malo, Uruguay tiene previsto crecer 3,5% este año pero, según estimaciones oficiales, el sector agropecuario contribuirá solo con un testimonial 0,01%. La protesta que florece en decenas de grupos de WhatsApp parece nacer en forma espontánea, desconectada al principio de las gremiales tradicionales del campo, la Federación Rural y la Asociación Rural.
La dirigencia de ambas entidades puso cabeza fría y actitud institucional al lograr impedir que floreciera el corte de rutas. Ahora procura que se sustituyan algunas medidas en favor del desabastecimiento a Montevideo y el este por movilización de maquinarias al costado de rutas y tal vez alguna marcha hacia Montevideo como en 1999. Las gremiales habían solicitado el 27 de noviembre una audiencia privada con el presidente, Tabaré Vázquez, quien prometió una reunión cuando tuviera agenda disponible, en febrero o marzo.
Las gremiales respondieron que mantenían el interés en la reunión y trataron de eludir cualquier interpretación política, pero los productores desorganizados perdieron la paciencia. En medio de este hervidero renunció el ministro de Ganadería, quien lleva tiempo con voluntad de alejarse del cargo y lega a su sucesor un conflicto con serio riesgo de contaminación política.
Luego que desde el Frente Amplio se interpretara la movilización como un ataque político al gobierno, el Partido Nacional y el Partido Colorado rápidamente manifestaron su apoyo a los productores movilizados y reclamaron atención al gobierno. El sector blanco Alianza Nacional también anunció que llamará al Parlamento a representantes del Poder Ejecutivo.
El ruido político crece y asoma la lógica de enfrentamiento gobierno/oposición. ¿Eso ayuda a que se escuchen los reclamos de la campaña? Está por verse, pero la izquierda suele ver al campo a través de la ensalada de lechuga y rúcula. Con parmesano y croutons, desde luego.
Los que van detrás del buey y los medianos que se van del campo seguro tienen sus simpatías políticas.
Pero seguro pesa más su necesidad de que les aflojen la cincha.
