12 de julio 2024 - 19:29hs

Esta mañana el presidente Javier Milei volvió a referirse a una cuestión sobre la que ya se ha expresado en otras oportunidades: la posibilidad de que en el deporte argentino, y muy especialmente en el fútbol, pueda introducirse la figura legal de la Sociedad Anónima Deportiva como un medio para la promoción de las inversiones privadas en esta actividad.

En un mensaje en la red social X donde marcaba cada club al que pertenecen actualmente los jugadores de la Selección, el presidente escribió: “Pregunta técnica. Si AFA se opone a las Sociedades Anónimas Deportivas, ¿por qué motivo permite que el plantel titular provenga de estas sociedades?”. Y agregó: “¿Acaso será que los resultados son importantes y las SAD tienen a los mejores? No más socialismo pobrista en el fútbol”.

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Esta arremetida del presidente contra la AFA no es casual. En los próximos días, a través del ministro Federico Sturzenegger, el Ejecutivo acelerará con la reglamentación de las SAD, que ya estaban incluidas en el DNU 70/23. Varias medidas cautelares suspendieron su aplicación.

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Pese a la escalada, desde el Gobierno dicen que “no le van a poner una pistola en la cabeza” a la AFA. De acuerdo a la consignado por el diario La Nación, fuentes de la Subsecretaría de Deportes, que comanda el ex intendente platense Julio Garro y que depende de Daniel Scioli, anticiparon que recibieron muchos pedidos de clubes chicos que quieren blanquear los aportes privados. Poco y nada, sin embargo, de aquellos anuncios que hizo Milei sobre la llegada de “capitales árabes” interesados en clubes grandes de la Argentina. Por ahora plantean a las SAD como una herramienta para el ingreso de fondos que habiliten a los clubes a transformarse en sociedades mixtas.

Sin embargo, la posición de la AFA hasta el momento parece irreductible. Sin declaraciones oficiales para evitar por ahora una confrontación directa con el Gobierno, desde la delegación de la entidad que se encuentra en Estados Unidos descartan cualquier innovación en esta materia. Y se ampararon en su estrategia. “Lo importante es que existe una medida cautelar de la Justicia federal y notificada al Estado nacional, en donde no pueden obligar a AFA a admitir las SAD en su estatuto. Así que habrá SAD para el deporte argentino, aunque para el fútbol oficial de AFA no será”, sintetizaron.

Hay un antecedente inmediato del poder de la AFA, más allá de la estrategia jurídica. Es el caso del humilde Centro de Fomento Social y Deportivo José Hernández, que se amparó en el DNU para aprobar la figura de las SAD. Fue desafiliado de inmediato.

Un rechazo recurrente

La obstinación de las actuales autoridades de la AFA para negarse a aceptar siquiera la opción para que sus clubes afiliados puedan elegir un cambio de su figura legal se debe a, desde luego, una disputa de poder. No es la primera vez en la historia del fútbol argentino que la opción por los inversores bajo la figura de una sociedad anónima (porque desde luego que las actuales asociaciones civiles también son privadas, pese a la insistencia en presentar la cuestión como una "privatización del fútbol"): hubo varias iniciativas similares que se intentaron llevar adelante a fines de los años '90 y, más recientemente, durante la presidencia de Mauricio Macri.

En el primer caso, el experimento tomó la forma de gerenciamientos, es decir, de empresas a las que los clubes les cedían la gestión del fútbol profesional. Del puñado de casos que intentaron esta vía, el más notorio fue el de Racing en el año 2001, club que bajo la gestión de Blanquiceleste SA logró armar un equipo competitivo que conquistó el campeonato local por primera vez en 35 años. Sin embargo, Blanquiceleste no pudo mantenerse ajena a los males endémicos del fútbol argentino, y para 2007 la empresa se retiró del club dejando un panorama económico tan grave como el que había encontrado al llegar.

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El segundo intento reformista, el del gobierno de Cambiemos, apuntó más a la gestión integral del fútbol argentino, y muy especialmente a intentar solucionar el caos y el vacío de poder en que quedó sumida la AFA luego de la muerte en 2014 de Julio Grondona, su presidente y hombre fuerte por décadas. En junio de 2016 el Ejecutivo nombró a Armando Pérez al frente de un Comité Regularizador de la AFA luego de la intervención a la entidad dispuesta por la FIFA y la Conmebol el año anterior. Más allá de la implementación de algunas normas de transparencia financiera y de la separación entre la AFA y la gestión de la Primera División (que pasó a llamarse Superliga, como una entidad autónoma, tal como suele suceder en la mayoría de las principales ligas del mundo), lo cierto es que la gestión de Pérez resultó muy difícil por el escaso apoyo —cuando no la abierta oposición— de la mayoría de los clubes nucleados en la AFA.

Claudio "Chiqui" Tapia llegó en marzo de 2017 a la presidencia de una AFA normalizada sólo en lo formal: su posición inicial fue extremadamente débil y, en los años siguientes, las internas por las distintas posturas de los clubes (según su poderío, región o interés político) mostraron a un fútbol argentino sumido en la total confusión y las internas. Nada de eso impidió que, a partir de la llegada de Alberto Fernández a la presidencia del país, la AFA diera marcha atrás con las últimas reformas y retomara el control total del fútbol de Primera: la Superliga no existía más.

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No son empresas, pero...

La suerte de Tapia empezó a cambiar al ritmo de la consolidación de la Selección Argentina de Lionel Scaloni. Lo que había sido un nombramiento interino tras el verdadero desastre del Mundial de Rusia en 2018 (podría decirse que no había nadie dispuesto a tomar el lugar de Jorge Sampaoli), con el correr de los meses se fue transformando en un proceso de resultados cada vez mejores. La apuesta de Tapia por Scaloni pasó de recurso desesperado a jugada ganadora.

Acalladas todas las disidencias y con “la Scaloneta” en lo más alto del fútbol mundial, Tapia puede ahora mostrar su oposición a cualquier nuevo intento reformista de parte del poder político desde una posición de fuerza. Puede darse el lujo además de ignorar las críticas cada vez más frecuentes a ciertos rasgos de su gestión: la llegada a la máxima categoría de clubes como Barracas Central o Deportivo Riestra son las manifestaciones más visibles de que ciertos proyectos tienen facilidades muy amplias para desarrollarse. Ninguno de esos dos clubes —que todo el ambiente del fútbol identifica como cercanos al poder de la AFA (más otros tantos que todavía están en las categorías de ascenso, esperando su oportunidad)— se trata de una sociedad anónima en lo estrictamente legal. Pero se trata de apenas eso, de una fachada que esconde otra cosa.

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Tampoco importa en este modelo que la Liga Profesional, la máxima categoría actual del fútbol argentino, cuente con 28 equipos; o que en la Primera Nacional, la división que le sigue, participen 38. Esa "compresión" en dos competencias de lo que en la mayoría de los países se dividiría en tres o hasta cuatro divisiones no hace más que restarle calidad y competitividad al fútbol local. Los espectáculos son peores y los problemas económicos de los clubes, lejos de resolverse, se agudizan: las inéditas penurias financieras de Independiente y de San Lorenzo, dos grandes históricos del fútbol argentino, hablan por sí solas.

En medio de este panorama y con la Selección Argentina a tan sólo unas horas de disputar una nueva final continental, no hay dudas de que las posiciones contrapuestas de Javier Milei y Claudio Tapia, dos personalidades que han demostrado que saben de apuestas fuertes, generarán nuevos capítulos en el conflicto de por sí o por no a las SAD. Será cuestión entonces de ver si la pelea sigue a todo o nada o, como en el caso de la aprobación de la Ley Bases, si habrá algún espacio para una negociación.

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